MUNDIAL RUSIA 2018

Osorio, “canta y no llores”

El colombiano, seleccionador nacional de México, consiguió en su debut en un Mundial la victoria más emocionante de toda su carrera. Su equipo derrotó a Alemania (1-0) y dio la primera gran sorpresa de Rusia 2018. SEMANA fue testigo de la pasión con la que vivió el juego desde la zona técnica.

Rodrigo Urrego Bautista. Enviado de SEMANA. Moscú/Rusia.
17 de junio de 2018
Juan Carlos Osorio, director técnico Selección de México

Juan Carlos Osorio (Santa Rosa de Cabal, Risaralda. 8 de junio de 1961) pudo haber caminado los 10.000 pasos que los médicos recomiendan dar a diario para evitar infartos en apenas 97 minutos. Los hizo en el reducido espacio de la zona técnica del banco de suplentes del costado sur del estadio Luzhniki, en Moscú, donde la selección de México se enfrentó a la campeona del mundo, Alemania, en la primera fecha del Grupo F del Mundial de Rusia.

Empezó de pie, en la esquina superior izquierda de esa zona que los entrenadores no deben cruzar, a pocos pasos de Joachim Löw, el seleccionador alemán que estrenaba el título mundial conseguido hace cuatro años en Brasil. Y comenzó a dar pasos apenas al primer minuto de juego. También se llevó por primera vez las manos a la cabeza cuando Hirving Lozano, delantero mexicano del PSV Eindhoven (Holanda), pudo abrir el marcador cuando los alemanes apenas se acomodaban en el terreno. Neuer, el portero teutón, estaba en el lugar indicado y evitó un gol de camerino atípico e irrespetuoso para los tetracampeones del mundo.

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Al minuto 8, después de un pestañeo de la defensa mexicana, Osorio, de traje oscuro y tenis negros, se quitó el saco, caminó hasta al banco, lo dobló a la altura del primer botón y lo dejó en la primera silla de izquierda a derecha. Luego se devolvió a la línea ubicada a un metro del campo de juego, remangándose las mangas de su camisa blanca.

El risaraldense se inclinaba para ver el partido casi a ras de suelo y, cuando los alemanes atacaban, caminaba hasta el otro extremo de la zona técnica como si quisiera seguir la jugada hasta el final. Volvía a inclinarse, siempre apoyando la rodilla derecha en el césped. Y sobre el muslo izquierdo acomodaba su codo y con la mano se agarraba la barbilla, como emulando la escultura del pensador de Auguste Rodin. Cuando el peligro en el área mexicana se despejaba, Osorio volvía al banco de suplentes, con manos en los bolsillos y la mirada clavada en el suelo.

 Al minuto 13, tras una jugada preparada a balón parado, Héctor Moreno cabeceó en el corazón del área alemana, pero Neuer contuvo de nuevo. El grito de gol alcanzó a asomar en las gargantas mexicanas, que fueron mayoría en las tribunas. Osorio levantó su mirada al cielo, abrió los brazos y dejó escapar un grito, se quería morir. Un gesto que repitió al minuto 27, cuando Carlos Vela se metió al área con el balón controlado pero no pudo filtrar el balón al Chicharito Hernández que aguardaba para batir al portero. Al minuto 29 volvió a gritar con fuerza y mirando al cielo. Pero esta vez lanzó un jab al aire con su puño cerrado, y luego se golpeó con las palmas en los muslos. Miguel Layún, el 7  azteca, volvía a perderse un gol que estaba cantado. De nuevo, mirada al piso, manos en los bolsillos y nuevos pasos para refugiarse unos segundos en el banco, para de nuevo salir a la esquina izquierda de la zona técnica, e inclinarse para hacer unas anotaciones a dos esferos, en su libreta que esta vez tenía pasta amarilla.

Cuatro minutos después, cuando por primera vez en el juego México parecía metido en su propia portería, un contragolpe lo hizo levantar. Hirvin ‘Chucky‘ Lozano culminó una jugada trepidante enviando la pelota al fondo de la portería. El grito de gol de los manitos en Luzhniki se alcanzó a oír hasta en el Zócalo de Ciudad de México (véase, temblor). Osorio, apretó sus puños, se agachó, miró al piso. Y mientras todos los jugadores suplentes corrieron a abrazar al autor de la anotación -solo José Corona, uno de los arqueros sustitutos lo abrazó por la espalada, para luego seguir el camino de todos sus compañeros-, el entrenador colombiano movía los brazos como un náufrago pidiendo ayuda, pero dando indicaciones al portero Guillermo Ochoa y al defensor Hugo Ayala. En seguida, un pereirano, Pompilio Páez, su asistente técnico desde 2006 (año en el  que debutó como entrenador profesional en el Millonarios de Bogotá), se acercaba para hablarle al oído y mostrarle unas hojas encarpetadas que repasó con rapidez y arrojó al piso. Más tarde, cuando el árbitro dio por concluido el primer tiempo, en el que México pudo haber aumentado la ventaja por lo menos en un par de ocasiones, caminó hasta la silla para recoger su saco. Luego se devolvió para recoger la libreta amarilla que había dejado en el mismo sitio donde se ubicó al primer minuto de juego, y que solo utilizó en un par de ocasiones para consignar sus apuntes.

Con la ventaja en el marcador, el técnico colombiano Osorio pasó el segundo tiempo con las manos en los bolsillos. No dejó de caminar de un lado a otro dentro de la imaginaria jaula de la zona técnica, que atravesaba una que otra vez -sin percatarse- para pedir una tarjeta amarilla tras alguna entrada fuerte de un jugador alemán, o animar a sus jugadores a que presionaran lo más encima de la pelota. Lo hacía zapateando, como queriendo indicar con sus piernas los movimientos que esperaba ver en sus jugadores. Encima, ahí. También aplaudía con su forma tan particular, de arriba abajo golpeando la mano derecha sobre la izquierda. Así le daba ánimo a aquel jugador que no había atendido al pie de la letra sus indicaciones, o que pasaba por un momemnto de desconcentración. El cuarto árbitro tuvo que llamarle la atención dos veces para indicarle que no podía meterse al campo de juego. En la última, casi que haló la camisa blanca del entrenador, que a la altura del minuto 75 ya la tenía por fuera del pantalón.  

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Y llegó el minuto 94. El juez levantó los brazos para señalar el centro del campo y decretó el final del juego. México había derrotado por la mínima diferencia a los campeones del mundo. Osorio giró a la tribuna que tenía a sus espaldas, y a la que nunca volteó a mirar en todo el partido. Puso su mano derecha sobre su frente, cual visera, para buscar a alguien. Cuando por fin pudo divisarla, en cuestión de segundos, se daba golpes repetidos en el pecho con el puño derecho. Después, con las dos manos, hacía la forma del corazón y mandaba besos. Luego dio la vuelta para abrazarse con Pompilio y los demás integrantes de su cuerpo técnico.

Corrió al centro del campo para también abrazar a sus jugadores, uno por uno. Se le olvidó el apretón de manos con el técnico campeón del mundo, Löw, el primero en refugiarse en el túnel que conduce a los vestuarios, y también recoger la libreta amarilla que tampoco abrió mucho en la segunda parte del encuentro. Corrió al centro del campo para también abrazar a sus jugadores, uno por uno. Se le olvidó el apretón de manos con el técnico campeón del mundo, Löw, el primero en refugiarse en el túnel que conduce a los vestuarios, y también recoger la libreta amarilla que tampoco abrió mucho en la segunda parte del encuentro.

Hace seis meses habíamos diseñado el plan, alterado en las últimas semanas por algunas lesiones”- dijo Osorio en la conferencia de prensa, la cual comenzó y terminó contestando en inglés con acento paisa. “El plan era poner dos jugadores rápidos por las bandas, Hirvin (Lozano) nuestro jugador más veloz, y Miguel (Layún). Con todo respeto a los campeones del mundo, creo que fuimos superiores en el primer tiempo y pudimos irnos al descanso con más goles de ventaja”.

Antes del encuentro, en México pocos apostaban por la victoria, a pesar de que Osorio se veía convencido de que su equipo sería capaz de “quitarle la posesión de la pelota a Alemania”. Antes de partir para Rusia, un sector de la afición, de la prensa, y todas las leyendas del fútbol mexicano, incluído Hugo Sánchez, consideraban que el de Santa Rosa de Cabal no era digno de ser el seleccionador del ‘Tri’, como le dicen a su equipo nacional. Y pensaban que si era tan bueno lo procedente era que fuera a un mundial como entrenador, pero de su país, Colombia.

A Juan Carlos, como lo llaman todos los jugadores que han pasado bajo su tutela (antes dirigió a Once Caldas, Nacional y Sao Paulo de Brasil), le gusta conjugar los verbos en la primera persona del plural. "Nosotros, nuestro equipo, nuestro país". La prensa no lo ve de la misma manera. Un día antes del juego, la cadena Univisión en español -que ha desplegado un enorme cubrimiento periodístico en Rusia alrededor de la Selección mexicana- títuló en su página web “Osorio afronta con ‘su’ México el partido más importante de su carrera”, como si lo que le pasara a este México no fuera con ellos. 

Y así lo hizo el risaraldense. Como el partido más importante de su carrera. "La presión es solo mía..." -dijo a sus jugadores-. "Ustedes, a jugar fútbol". Así es Osorio. Aquel joven que a los 26 años vio frustrada su carrera como futbolista en el Deportivo Pereira por una grave lesión, y que lo sacó de las canchas pero lo llevó a estudiar preparación física en Estados Unidos, donde no solo conoció a su esposa y tuvo a sus dos hijos, sino donde se volvió en un obsesivo de la estrategia viendo la forma como los Bulls de Chicago de Michael Jordan, un equipo de baloncesto, se entrenaba para resolver "circunstancias de juego".

En la conferencia de prensa, un periodista inglés le recordó que en el Manchester City -donde trabajó como preparador de campo en el 2001-, los que lo conocieron insisten en que será un gran entrenador. En ese escenario, donde hubiera podido sacarle factura a los que han cuestionado su estilo (también inspirado en Marcelo Bielsa y Pep Guardiola), dijo que el crédito de la victoria era exclusivamente de los jugadores. Entre estos destacó a Jesús Gallardo (23 años) y Edson Álvarez (20) por la personalidad con que enfrentaron a los campeones mundiales a pesar de su juventud. “Quiero dedicarle este resultado a toda la afición de México. A los que nos han apoyado, decirles que queremos darles muchas alegrías. Y a los que no nos han apoyado, queremos convencerlos a diario con nuestro trabajo”.

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Antes de responder la última pregunta en perfecto inglés, y aprovechando la presencia de varios periodistas colombianos en el sala de conferencias del estadio Luzhniki, hizo un parentesis para mandar un saludo en español. “Este resultado también se lo quiero dedicar a mis viejos, a mis amigos, y al creador por la paciencia que me ha dado este tiempo para aguantar todo esto…”. Los periodistas mexicanos allí presentes coincidieron en que nunca se había expresado de esa forma en los tres años y más de 50 partidos que lleva dirigiendo al equipo azteca. Este 17 de junio, después de derrotar en un duelo a Joachim Löw, el vigente campeón del mundo, le podría caer como anillo al dedo la ranchera que entonaron a rabiar los mexicanos cuando abandonaban las graderías del estadio. Osorio, “canta y no llores, porque cantando, cielito lindo, se alegran los corazones”.

*Fotos de Getty Images.