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LA BATALLA DE BOYACA

Tunja confirmó que el de Colombia sido el mejor mundial de ciclismo en la historia de este deporte y de paso consagró al pedalista más grande de todos los tiempos.

6 de noviembre de 1995

EL PASADO 4 DE OCTUBRE, A LAS 5:31 de la tarde, las campanas de la iglesia del pequeño pueblo de Villava, España, empezaron a sonar sin control. Nadie había muerto ni era hora de la misa vespertina. Sin embargo sus 16.500 habitantes no se extrañaron porque sabían exactamente por quién doblaban las campanas: por el más querido de sus hijos, Miguel Indurain Larraya.
Mientras el párroco, Javier González, celebró en la intimidad de su capilla con unas cuantas copitas de vino de consagrar, el resto del pueblo, sin excepción, festejó eufórico por las calles la única proeza que el héroe local, 'Miguelón', aún no les había regalado: la medalla de oro de un Campeonato Mundial de Ciclismo.
A pesar de que en Villava, al igual que en el resto de España, la gente se ha acostumbrado a los triunfos de Indurain, el más reciente tenía un sabor especial, al fin de cuentas no sólo era el único título que Miguel no había ganado en su exitosa carrera como ciclista (ver SEMANA #697), sino que era la primera vez en la historia que un pedalista ibérico se coronaba como campeón del mundo.
Esa tarde también los españoles olvidaron el enfado que tenían con Miguel por no haber querido correr la Vuelta a España. Entendieron que de haberlo hecho posiblemente ese trozo de oro que colgaba de su cuello sobre la anhelada camiseta arco iris que acababa de ganar no había pasado de ser un sueño.
De ahora en adelante la historia se encargará de narrar que esa tarde el monstruo salió a correr como siempre, a los grande. A ganarlo todo o nada, sin importarle las especulaciones, ni que en el mundo entero todos se asombraran de que su corazón bombea 50 litros de sangre por minuto y que esa tarde cada uno de sus pedalazos lo haría avanzar un poco más de nueve metros.
En las páginas doradas del ciclismo también quedará escrito que el hombre que agotó los calificativos que lo describen recorrió los 43 kilómetros en 55 minutos 30 segundos, con un promedio de velocidad de 46 kilómetros por hora, y que al cruzar la meta no sólo había superado a los 63 mejores contrarrelojeros del planeta, sino que de paso había sobrepasado por un minuto el récord que un hijo de Boyacá, Fabio Parra, tenía desde 1992 en ese mismo trayecto.

LA FIESTA BRAVA
La fiesta en España fue brava. No sólo por Miguel, sino porque otro súbdito del rey Juan Carlos había conseguido lo inimaginable: una medalla de plata en la misma prueba que consagró a Indurain. España había logrado el 1-2 cuando Abraham Olano, escuchando el himno de su patria, subió al podio, en la plaza de Bolívar de Tunja, para recibir la distinción que lo reconocía como el subcampeón del mundial de ciclismo.
"Todos los diarios dejaron de lado un importante partido entre el Valencia y el Real para dedicar sus páginas al hito histórico que consiguió España en el mundial -dijo a SEMANA Carlos Barrero, del diario deportivo Marca, el principal de la península-. Sentimos mucha alegría por lo de Miguel, pero lo de Olano tuvo un poco de más acogida. Al fin de cuentas lo de Miguelón se sospechaba, pero el que Abraham lograra la plata no estaba en las cuentas de muchos".
La alegría en la madre patria es total y al parecer será para mucho rato, porque con el segundo puesto de Olano los españoles pudieron empezar a dormir tranquilos. Saben que cuando Miguel deje de ondear la bandera roja y amarilla por las carreteras del mundo, Abraham podrá seguir entonando a todo pulmón el himno de España en el podio, porque como dice Barrero, "lo mejor de todo es estar, de ahora en adelante, seguros de que Abraham es el heredero legítimo del trono de Miguel".

EL SOBRINO DE COCHISE
Pero si al otro lado del Océano Atlántico estaban felices, en el corazón de Colombia también hubo lágrimas de alegría. Y no era para menos: el antioqueño Duván Ramírez Rodríguez, sobrino del ex campeón mundial Martín Emilio 'Cochise' Rodríguez, logró el cuarto mejor tiempo en la prueba contra reloj. Este corredor del barrio Manrique de Medellín no sólo consiguió, a los 29 años, la mejor figuración en sus cinco como profesional sino que ganó, al igual que otro colombiano, Javier de Jesús Zapata -puesto 17-, uno de los 20 cupos que la prueba daba para participar el próximo año en los Juegos Olímpicos de Atlanta.
El cuarto puesto de Duván tiene un olor a victoria, porque en su propio país pocos pensaron que un ciclista criollo pudiera vencer a alguno de los monstruos que vinieron. El derrotó a 60.
Además de estas proezas, al finalizar el campeonato quedó claro que jamás se borrará de la memoria de los colombianos un sentimiento. Todos fueron testigos y protagonistas de otra batalla en Boyacá. Una que en lugar de enfrentar a caballo a dos culturas, terminó por unir a 76 naciones sobre caballitos... de acero.