Home

Deportes

Artículo

LA CULTURA DEL ABRAZO

Más allá de los méritos técnicos, el secreto de la Selección Colombia de Javier Alvarez se basa en <BR>la camaradería.

9 de agosto de 1999

A las 10 de la mañana del viernes 2 de julio la puerta de uno de los ascensores del Hotel
Cecilia en el centro de Asunción, en Paraguay, se abrió lentamente. Jorge Bolaño, mediocampista de la
selección colombiana defútbol, salió de él con el aroma del jabón de baño pegado al cuerpo. Con la misma
habilidad que demostró en la cancha de Cerro Porteño la noche anterior, durante el encuentro que su equipo
venció 1-0 a la selección uruguaya, eludió a una veintena de periodistas con respuestas rápidas mientras
cruzó el pequeño lobby en busca de la puerta principal. Tras sortear con éxito una serie de preguntas
repetitivas levantó la mirada para ubicar el bus del equipo.
En un borde de la gran puerta de vidrio del hotel estaba Javier Alvarez acorralado por cinco periodistas
que, como si se tratara de un fusilamiento, disparaban una pregunta tras otra sin darle tiempo de respirar.
Alvarez, como si fuera uno más de su pupilos, respondió una y otra vez con las mismas palabras y como si
se tratara de un instinto natural repitió insistentemente una frase que está haciendo historia: "...estamos
creciendo". Tres metros de alfombra desgastada lo separaban de Bolaño. Aunque no lo había visto,
el jugador barranquillero se movió con pasos cortos hacia la esquina en donde estaba Alvarez.
Por encima de las grabadoras y las cámaras los ojos del entrenador encontraron la melena húmeda del
mediocampista. Recordando sus años de futbolista, Alvarez eludió la marcación periodística y caminó
rápidamente hacia Bolaño. Después de un efusivo "buenos días" se fundió en un abrazo fraternal con el
pequeño jugador costeño y subió al bus. A pesar de que solo habían trascurrido las nueve horas nocturnas
desde la última vez que se encontraron, la calidez del abrazo hizo pensar que se trataba del encuentro de
un padre que ve regresar a su hijo después de la guerra. Pero la realidad es que ese gesto, el cual Alvarez
repite con todos sus jugadores varias veces al día, es la síntesis de esta nueva Selección Colombia. Es
el símbolo del paso de la cultura del 'Bolillo' a la cultura del abrazo.

La clave del exito
En los seis meses que lleva al frente del onceno nacional Alvarez no tuvo mucho tiempo para trabajar con la
selección. Fue criticado y atacado porque el equipo no parecía estar listo para la Copa América y no pocos
vaticinaron un rotundo fracaso. El técnico salió al paso y defendió su gestión invisible con una frase lapidaria:
"Vamos a ganar la Copa". Pocos creían en él y en sus convocados a pesar de que en la nómina estaban la
mayoría de los mejores jugadores criollos. La primera fase del torneo no sólo silenció las críticas y le dio la
razón momentáneamente a Alvarez, sino que dejó al descubierto el cambio en la selección colombiana con
respecto a los dos hombres que la dirigieron los 10 últimos años, Francisco Maturana y Hernán 'Bolillo'
Gómez. Es un cambio que va mucho más allá de haber renovado el 70 por ciento de los jugadores del equipo.
Alvarez, a diferencia de sus antecesores, es consciente de que la efectividad no es sólo un problema de
táctica y técnica sino un problema de actitud. Sabe que es en esta última en la que radica gran parte del éxito
en un partido y así se lo está haciendo entender a los jugadores. Invirtiendo muchas horas de conversación
los ha convencido de algo tan elemental como inconcebible para muchos de ellos: no hay rival invencible. Ha
cambiado la actitud perdedora de años atrás y tras repetirlo una y otra vez persuadió a sus pupilos de que
son los mejores del mundo y pueden "golear a quien esté mal parado".
Alvarez entiende que 'perder no es ganar un poco' y que en el fútbol sólo hay lugar para los ganadores. Por
eso su propuesta futbolística es ofensiva. Prueba de ello es que todos los cambios que realizó durante la
primera fase de la Copa fueron de mitad de campo para arriba. Sabe que para que todo esto funcionara era
necesario acabar con el cáncer que carcomió a las selecciones de Maturana y Gómez: la división interna.
Para nadie era un secreto que estos dos entrenadores tenían dentro del mismo equipo ciertas 'preferencias'
con algunos jugadores. Las peleas del camerino terminaban en fracasos en la cancha con el aval de los
técnicos.
Con Alvarez no hay jugadores de primera y segunda categoría. Todos reciben las mismas oportunidades y el
mismo trato. En los entrenamientos y en la sede del equipo el aire que se respira ya no está cargado de
envidias. Y esto es algo que los jugadores han sentido y han dejado sentir. La cordialidad, la camaradería y
sobre todo el profesionalismo ya no son la excepción a la regla.
Todos estos cambios se han visto reflejados dentro de la cancha. Aunque por momentos el equipo es
desordenado, el tránsito del balón es rápido y siempre hacia el arco rival. El toque-toque ineficiente y la
posesión sin sentido de la pelota han quedado atrás. La Colombia de Alvarez es una selección que ha
demostrado ser capaz de transformarse, de sorprender, de pasar de la defensa al ataque sin grandes
misterios. Es un equipo que sabe que tiene cinco velocidades hacia adelante y las usa. Con Maturana y
Gómez Colombia jamás cambió de velocidad y por eso terminó relegada.
Guardadas las proporciones Alvarez va por el mismo camino que recorrió Phil Jackson cuando empezó a
dirigir a los Bulls en la NBA. Cuando Jackson llegó, el equipo de Chicago, a pesar de tener a Michael Jordan
y Scottie Pippen en sus filas, era tan solo un quinteto más en la liga. Jackson los convenció de que podían
ser los reyes del mundo y les mostró las herramientas técnicas y tácticas para lograrlo. El resultado fueron
seis títulos en ocho años.
Independientemente de que Alvarez gane o no la Copa América, el entrenador paisa sabe que la selección que
logró armar es un diamante en bruto. Sólo queda esperar para saber si pudo pulirlo, como lo hizo con el Once
Caldas, y si la cultura del abrazo llega más lejos que la del 'Bolillo'.