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LA MISMA VAINA

Hay derecho a equivocarse. Lo que es imperdonable es repetir una y otra vez los mismos errores, y eso es lo que sucede hoy con el fútbol colombiano.

20 de febrero de 1995

NO HABIAN PAsado ni cinco minutos desde el triunfo de la Selección Colombia sub-20 sobre el representativo chileno cuando los cronistas deportivos del país ya hablaban de "volver a soñar" y de "la confirmación de la gloria futbolística colombiana". Lamentablemente nadie se dio cuenta de que Chile había hecho lo mismo que los equipos con los que se enfrentó la selección de mayores antes de jugar el Mundial USA 94: dejar jugar a Colómbia, pelearle el balón en la media cancha y así no dejar espacios abiertos, para luego aprovechar los callejones libres que deja la defensa en línea.
Los únicos, al igual que en la Copa Mundo, que no se asustaron con el 'toque-toque' colombiano fueron los otros rivales. Tanto Brasil como Paraguay se pararon muy bien en el campo de juego: dejaron que Colombia manejara el balón en su propio terreno, hiciera cientos de toques laterales, innumerables cabriolas, que hacían aún más lento el juego de la selección, y aprovecharon los espacios que dejó la defensa colombiana. Al final, el equipo nacional se salvó de una goleada brasileña y de que Paraguay -el mismo equipo que había perdido con Brasil, que empató con Chile y al que muchos especialistas calificaron como el peor del torneo junto con Venezuela- le hubiera anotado por lo menos tres goles.
Muy pocos esperaban que Colombia quedara campeón del torneo. Lo único que quería la mayoría de la afición era que ese equipo mostrara otra filosofía de juego, una más acorde con las exigencias del fútbol actual. Nadie entiende por qué el director técnico, Luis Fernando Montoya, insistió en jugar con el mismo sistema con que fracasó Francisco Maturana en el mundial y después en el Atlético de Madrid. Y es esto precisamente lo que no es perdonable, porque Montoya tenía derecho a equivocarse, pero nunca con la misma filosofía.
Lo peor, sin embargo, es que Colombia no sólo repitió futbolísticamente lo que hizo en USA 94. Fuera de la cancha las cosas también fueron iguales, aunque en esta ocasión no se puede culpar a nadie de indisciplina. Después del primer partido sólo se hablaba del millón de dólares que costaba el pase de Giovanny Hernández, del 'ángel' que tenía Juan Pablo Angel y de quiénes podrían ir en un futuro a jugar al viejo continente. Gracias a estos elogios, los futbolistas empezaron a dedicarle más tiempo al teléfono y a las entrevistas que a los entrenamientos y a las charlas técnicas.
Otra vez Colombia fracasó. Al igual que el famoso 5-0 en Buenos Aires, de nada sirvieron las grandes jugadas de Giovanny Hernández, la demostración de buen fútbol del primer partido, la entrega de Jorge Bolaño ni las buenas intenciones de Luis Fernando Montoya. Como dijo Hernán Peláez Restrepo en su espacio editorial del Noticiero Nacional: "Colombia sólo ha escrito algunos párrafos en la historia del fútbol mundial, pero hasta ahora ningún capítulo". Para que esto cambie, quizás lo mejor es doblar para siempre la página del 'toque-toque' y el academicismo para entender que el fútbol, como cualquier otro deporte, es cambiante y requiere, más que inventar una sola vez para repetirse siempre, estar inventando todos los días. -