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LA NOCHE INOLVIDABLE

Después de 18 meses de receso y a pesar de sus 32 años, Michael Jordan tuvo el martes de la semana pasada una de las mejores veladas de su carrera.

1 de mayo de 1995

EL MEJOR JUGAdor de todos los tiempos había regresado pero el mundo del baloncesto no sabía si se trataba de un regreso sin gloria. De hecho su reencuentro con las canchas no había sido espectacular. En ninguno de los cuatro partidos en los que había participado sobresalió. Los aficionados ya andaban diciendo que Michael Jordan estaba haciendo el oso y que lo único que haría con su regreso sería borrar la imagen de superhombre que había dejado a lo largo de sus más de nueve años de carrera. Tan dramática era la situación, que en esos primeros encuentros hubo gente que aplaudió las cestas de Jordan más por compasión que por admiración. La noche del martes de la semana pasada parecía el mejor momento para silenciar de una vez por todas a sus críticos. Primero, porque era 28 de marzo, una fecha inolvidable para Jordan, pues exactamente cinco años atrás había anotado 68 puntos contra Cleveland, su mayor récord en anotaciones en un solo partido. Y segundo, porque el encuentro era en el nuevo Madison Square Garden contra nada menos que los Knicks de Nueva York.
Era un superclásico de la NBA. Así lo confirmaba la categoría de algunos de los asistentes. En las primeras filas de las tribunas estaban el director de cine Spike Lee -el de Malcom X-, la actriz Uma Thurman -la de Tiempos violentos-, quienes acababan de llegar la víspera de la entrega de los Oscares en Los Angeles, y la presentadora de la CBS, Connie Chung.
Jordan los premió con una noche mágica. Jugó como si no tuviera 32 años ni hubiera dejado de jugar 18 meses. Fue el mismo que le dio los tres títulos seguidos de la NBA a los Bulls de Chicago en los años 91, 92 y 93. Fue el superhombre de otros tiempos, el basquetbolista capaz de registrar en un partido saltos de un metro y medio de alto y de cinco de largo, el hombre que se atreve a desafiar las leyes de la física para conseguir una canasta. Una y otra vez rompió la defensa de los Knicks, gambeteó en el aire y lanzó con éxito a la cesta desde todos lados.
Lo más emocionante fue el último minuto del partido. Los Bulls iban adelante por cinco puntos pero por dos errores de Jordan -uno en marca y otro en ataque- los Knicks igualaron el juego 111-111. Restaban tan sólo 12 segundos. Jordan, espoleado por sus propias fallas, tomó el balón y con esa serenidad de los héroes de las películas de vaqueros en los momentos definitivos, lentamente fue avanzando hasta la bomba de los Knicks. Ahí frenó. El reloj indicaba que faltaban cinco segundos. Jordan se elevó como si fuera de caucho, amagó lanzar, y como un ilusionista envió el balón a su compañero Bennington, quien clavó el balón en la cesta tras un pequeño salto de su cuerpo gigante. Liderados por un Jordan monumental, los Bulls habían resuelto el partido.
Los 55 puntos que anotó esa noche no son el récord de su carrera. Su marca personal es de 69 puntos -superada por los 100 puntos de Wilt Chamberlain de los Lakers en 1963- y los 55 puntos de esa noche son su noveno mejor registro. Pero estos 55 puntos a los 32 años son sin duda más significativos que las marcas alcanzadas por un Jordan más joven. Así lo demuestra el hecho de que las acciones de las cinco empresas que patrocinan a Jordan -entre ellas Nike y McDonald's- subieron 2.5 por ciento, equivalente a 3.500 millones de dólares. En cuanto al jugador, sus contratos por publicidad que el martes valían 32 millones de dólares, el miércoles subieron a 50 millones de dólares.