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LA PELOTERA

Los beisbolistas de las Grandes Ligas podrían ser los mayores perjudicados por la huelga que ellos mismos organizaron.

19 de septiembre de 1994

Nadie lo pede creer. Tony Gwynn, de los Padres de San Diego, se encaminaba hacia su quinto título de bateo en la Liga Nacional. Jeff Bagwell, de los Astros de Houston. encabezaba la Nacional en tres categorías: total de bases (300), impulsadas (116) y en carreras anotadas (104). Frank Thomas, de los Medias Blancas de Chicago, y Albert Belle, de los Indios de Cleveland, dominaban todas las categorías de la Liga Americana, y Matt Williams, de los Gigantes de San Francisco, iba en camino de conseguir su primer título de jonrones.
Sin embargo, pese a que varios jugadores podrían entrar a figurar en la lista de los mejores en la historia de las Grandes Ligas y a que, como lo dijo el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, "esta era la mejor temporada de los últimos 40 años", los beisbolistas decidieron quitarse sus uniformes, empacar las maletas, e irse a una huelga indefinida.
Desde el pasado viernes 12 de agosto, cuando terminó el encuentro entre los Marineros de Seattle y los Atléticos de Oakland, las Grandes Ligas entraron en su octava y más grave huelga de los últimos 22 años. Las cifras son alarmantes: si dura por lo menos los 52 días que restan para que se acabe la temporada, la industria del béisbol perderá 300 millones de dólares en ingresos de taquillas y concesiones. El tercera base de los Mets de Nueva York, Roberto 'Bobby' Bonilla, perderá diariamente 31.148 dólares, y el lanzador Jack McDowell, de los Medias Blancas de Chicago, deja de recibir los 28.692 dólares que gana cada día. Esto por sólo hablar de los dos deportistas que más ganan, porque hay más de una veintena de jugadores que están por la cifra de los 25.000 dólares diarios.
Pero más allá de lo escandalosas que puedan sonar estas cifras, lo que menos le importa a los millones de fanáticos norteamericanos es cuánto pueden perder tanto la industria del béisbol, como sus máximas figuras. Lo que nadie entiende es por qué, justo cuando restan menos de dos meses para saber quién es el nuevo campeón, los deportistas deciden colgar los guantes.
El problema que debería ser de orden deportivo, es, por increíble que parezca, de tipo económico: los dueños de los equipos, representados por Richard Ravitch, quieren que se fije un tope salarial a fin de mantener los sueldos de los jugadores en el 50 por ciento de las utilidades que genera el deporte. Ravitch fundamenta esta propuesta en la necesidad de convertir el béisbol en un deporte más competitivo, donde los 28 equipos no tendrían tantas diferencias en su nómina -hoy algunas novenas pueden gastar hasta 55 millones de dólares en nómina y otras sólo 15- y por ende, las figuras estarían repartidas en todos los equipos. Hasta el momento las propuestas de los propietarios no han sido bien recibidas por la Asociación de Jugadores, quienes no acceden a esa petición y además exigen que el salario mínimo aumente de 109.000 dólares anuales a 200.000.
Ha pasado ya más de una semana de huelga. Los dos bandos se han reunido varias veces y, mientras algunos creen que los propietanos de los equipos van a terminar cediendo, pues la base del negocio son los deportistas, la mayoría de los fanáticos no está de acuerdo con la posición de los peloteros. De hecho en una reciente encuesta publicada por varios diarios estadounidenses, el 76 por ciento de los encuestados estaba en contra de los deportistas, mientras que el 24 por ciento cree que los dueños de los equipos son los culpables.
Y es que es apenas lógico, pues para muchos no tiene sentido pelear por dinero cuando el salario mínimo de un beisbolista es de 109.000 dólares anuales, más o menos 7.2 millones de pesos al mes, cifra comparable con lo que se gana un buen ciclista colombiano en Europa, y hay quienes dicen que una cosa es escalar en una bicicleta hasta los Lagos de Covadonga y otra, pasar la mayoría del tiempo de un partido esperando el turno para batear.
Con este panorama, esta puede ser la primera vez que una huelga en las Grandes Ligas podría terminar resolviéndose a favor de los propietarios. Y aunque los dueños de los equipos tienen opiniones encontradas sobre cómo resolver la huelga, la mayoría tiende a estar de acuerdo con las declaraciones que dio el famoso millonario Donald Trump al Wall Street Journal: "la única forma para retener la huelga es que asciendan a los jugadores de la Triple A a las Ligas Mayores y le demuestren a las estrellas del béisbol que no son indispensables".