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Este sábado Colombia se estrena en la Copa del Mundo, tras 16 años de ausencia. El país se paraliza. | Foto: EFE

BRASIL 2014

La ilusión por un triunfo de la selección une a todo el país

Más allá de sus diferencias políticas, los colombianos se centran en un solo pensamiento de apoyo al equipo que juega contra Grecia.

Juan Pablo Varsky, periodista argentino
13 de junio de 2014

Montpellier, 22 de junio de 1998. Colombia y Túnez empatan a cero por la segunda fecha de la fase de grupos. El partido es entretenido, con situaciones de gol para ambos seleccionados. Estoy en el estadio para la televisión argentina. Mondragón-Cabrera, Bermúdez, Palacios, Santa-Lozano, Serna-Rincón, Valderrama-De Ávila, Valencia. El 4-2-2-2 de Maturana y Bolillo. El equipo llega con los laterales incorporados simultáneamente al ataque. Los centrales quedan mano a mano y sufren los contraataques tunecinos.

Faryd vuela en un par de ocasiones para evitar el gol de la humillación. ¿Otra vez afuera de octavos? No, Colombia. Por favor. En el segundo tiempo llegan los cambios. Aristizábal entra por Rincón. Leider Calimenio Preciado por Valencia. Falta uno. Ingresa Bolaño por Serna. El Pibe participa e influye poco, pero no sale. Está más impreciso que nunca. Intenta suplirlo con esfuerzo. No da más. Falla un pase de cinco metros, bien sencillo.

El comentarista que está en el pupitre del lado estalla: “Se merece un partido homenaje pero que juegue otro en su puesto”. Cinco minutos más tarde, no recibe el balón a pesar de estar libre de marca. El mismo analista, ya lanzado, saca su propia conclusión: “No se la quieren dar a Valderrama porque enfría el partido”. Treinta segundos después, ocurre lo de siempre. Carlos, el 10, roba una pelota sobre la izquierda. Levanta la cabeza. Ve todo. El pique de Preciado entre los centrales también. Tarda un microsegundo en ponerle el pase justo, con ventaja. El delantero hace todo bien. Control, aguante y zurdazo. Gol. El único del partido. Colombia 1-Túnez 0.

He sido testigo de la última gran función de Carlos ‘el Pibe’ Valderrama sin darme cuenta. Tampoco registro que he visto el, por ahora, último gol de Colombia en la historia de los mundiales. Cuando se modificó el formato de clasificación en Suramérica pensé que tres selecciones estarían presentes en cada Copa del Mundo que se jugara: Argentina, Brasil y Colombia. Fue el ABC del continente durante toda la década del noventa. Luego de Francia 98, Córdoba, Bermúdez y Serna protagonizaron el más importante ciclo de la historia de Boca con Carlos Bianchi de entrenador. Yepes y Ángel la rompieron en River. Iván Córdoba se hizo patrón en San Lorenzo. Pero no hubo equipo.

La derrota como local ante Perú y el amistoso empate entre Uruguay y Argentina la dejaron afuera de 2002. Sexta de diez. Fracaso. Once Caldas se consagró en la Libertadores de 2004 pero la selección volvió a frustrarse en las eliminatorias para Alemania 2006. Arrancó con tres derrotas seguidas. Se recuperó en la segunda ronda, pero la caída en el Centenario la dejó fuera del repechaje. Sexta de diez. El año 2005 dejó una semilla para el futuro: la generación Falcao en el Mundial Juvenil de Holanda. No podía fallar para Sudáfrica 2010. Invicta en los primeros seis partidos, cayó consecutivamente ante Uruguay, Chile y Paraguay, sus tres rivales directos para llegar al mundial. Séptimo de diez. Siempre se puede estar peor.

El 15 de noviembre de 2011 se jugó en Barranquilla el partido más importante de la eliminatoria hacia Brasil 2014. Un encuentro que les cambió la vida a dos seleccionados. El que lo ganó encontró un camino que luego profundizó con el tiempo. Hoy es aspirante a jugar los siete partidos por primera vez desde 1990. Argentina, claro. El que lo perdió, sintió que debía salir de ese camino y buscar el que pudiera llevarlo a tierra prometida. Para ello, decidió contratar a un entrenador extranjero. El primer foráneo desde Carlos Salvador Bilardo, quien había dirigido entre enero de 1980 y septiembre de 1981. Una elección rupturista y contracultural.

El 5 de enero de 2012, asumió otro argentino: José Pékerman. Entrenador de jugadores y formador de personas. Transmite conceptos y valores. Convence desde el conocimiento, jamás de la imposición. Tiene sus ideas pero está abierto a lo que le ofrezca el partido. Por ejemplo, cuando puso a Alexánder Mejía en el Monumental para hacerle marca personal a Messi. ‘Leo’ estaba limitado por sus problemas musculares. Con Higuaín expulsado y Agüero agotado, era la única carta creativa del seleccionado argentino. Mejía no le dejó tocar la pelota. El partido terminó 0 a 0.

A una rueda de aquel 1-2 en Barranquilla, José ya había acomodado todo. El nuevo sistema de Fifa le regaló ser cabeza de serie en Brasil 2014, a 16 años del 0-2 contra Inglaterra en Francia 98, su último juego. Podría haber tenido la zona de Uruguay, con Italia e Inglaterra. Le tocó una un poco más apacible: Japón, Grecia y Costa de Marfil. José evitará que el plantel entre en estado de euforia antes de la hora de la verdad. El país podrá estar convulsionado por el regreso a la copa pero Pékerman los alejará de ese clima festivo. Estados Unidos 94 es un buen ejemplo para entender que ningún partido se gana antes de jugarse. ¿Ilusión? Claro que sí. Colombia encontró una muy buena mezcla. Vuelve al Mundial. A competir, no a participar. Ese es su desafío. Tiene todo el potencial para actualizar su propia historia y, por fin, mandar al archivo aquel golazo de Preciado.

Un equipo de lujo

Pékerman cuenta con materia prima. Reunió lo mejor de cada generación juvenil. Ospina, Guarín, Aguilar, Zúñiga y Zapata de Holanda 2005, y James de Colombia 2011. Las frustraciones de 2007 y 2009 dejaron algunos proyectos en el camino. El entrenador encontró referencias en los vigentes Mondragón y Yepes, quienes predican con el ejemplo. Convenció a Teo Gutiérrez de convertirse en un valioso futbolista complementario. Tiene gol a pesar de la ausencia de Falcao. Jackson Martínez y Bacca están listos para reemplazar a Radamel. Se despliega en un 4-2-3-1 con un nueve de área. Los laterales despegan simultáneamente y un mediocampista se para como tercer zaguero para no quedar mano a mano en el fondo. El equipo toca con sentido. A veces para la distracción y el engaño hasta que aparezca el pase profundo para generar desborde por los costados.