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La selección a la deriva

A pesar de las figuras internacionales con que cuenta el equipo de Colombia, está en crisis de identidad, le falta director y corre el riesgo de quedarse de nuevo por fuera del Mundial.

Eduardo Arias*
21 de diciembre de 2003

Perder 4-0 con Bolivia. Hacia mucho tiempo, desde la década de los 40 ó 50, que una selección de mayores del fútbol colombiano sufría semejante humillación en un partido oficial ante una de las cenicientas del balompié de Suramérica. Ocurrió el 10 de septiembre en el Estadio Hernán Siles Suazo, de La Paz. Era como si se hubiera borrado de un plumazo todo lo que logró el fútbol colombiano a finales de los 80 y comienzos de los 90. Además, esa tarde quedó claro que el nuevo proceso Maturana iba por muy mal camino.

En Barranquilla Colombia perdió ante Venezuela y la situación del técnico Francisco Maturana se hizo insostenible. De nada le sirvió a la selección haber mejorado tres días después ante Argentina, también en Barranquilla. El empate a un gol a duras penas servía para medio salvar el honor, pero la dejaba con un pie afuera del Mundial de 2006.

Al terminar el año, los números estaban en contra de Colombia. Ultimos en la tabla de clasificación de la eliminatoria con un saldo de un empate y tres derrotas, un solo punto de 12 posibles, dos goles a favor y ocho en contra. Para completar, actuaciones poco épicas en las copas Confederaciones y de Oro, y magros empates en partidos amistosos (ver cuadro) y no precisamente ante Inglaterra o Alemania.

¿Cómo explicarlo? No es fácil. En la Selección Colombia juegan estrellas del fútbol internacional que brillan -o al menos han brillado- con luz propia en grandes equipos del mundo. Campeones de la Copa Libertadores, de la Copa Intercontinental, de torneos tan difíciles como el de Argentina. Sin embargo el rendimiento que han mostrado en otras latitudes hasta ahora no han logrado plasmarlo con la selección nacional. No han podido compenetrarse con los futbolistas que juegan en los equipos colombianos. Es como si no se entendieran, como si hablaran idiomas distintos. Como si en los muy pocos días de los que dispone el técnico no alcanzaran a aprender un lenguaje común y a la cancha saltara una colcha de retazos con estrellas dispersas de las ligas de Italia, Argentina, Inglaterra, México, Colombia y Turquía.

Al igual que la selección que fracasó en la eliminatoria anterior, Colombia se ha convertido en un equipo híbrido, irregular, que luce inseguro en el terreno de juego, que crea muy pocas llegadas de gol y, lo más insólito: a pesar de contar con jugadores de la jerarquía de Mondragón, los Córdoba y Yepes, la defensa es frágil y ha recibido 16 goles en 17 partidos, y casi todos ante rivales de segundo y tercer orden.

¿Culpa del técnico? En parte sí. El esquema de juego que plantea Maturana ya no genera ningún tipo de sorpresa. Colombia ya no es ni la sombra de lo que fue hace 10 años, cuando al tan cacareado toque-toque se le agregaban los letales pases-gol de Valderrama que por lo general aprovechaban Asprilla y el 'Tren' Valencia. En los últimos tiempos ha dependido de lo que invente Juan Pablo Angel, quien por lo general recibe muy pocas jugadas claras de gol y se le ve buscando el balón muy lejos del área rival.

Puede decirse que la selección ha contado con mala suerte. Así como en la eliminatoria anterior sacó cuatro puntos en Lima y Quito a partir de una sola oportunidad de gol que creó en 180 minutos de juego (que Angel convirtió ante Perú), ante Venezuela el equipo hizo méritos de sobra al menos para empatar y a Argentina no se le ganó como consecuencia del insólito error de Oscar Córdoba, propio de un video de bloppers, que permitió el gol del argentino Crespo.

Pero es innegable que el equipo anda mal. Porque, más que la identidad, lo que ha perdido Colombia es el rumbo. Desde comienzos de 2000 al equipo lo han dirigido Luis Augusto el 'Chiqui' García, quien lo recibió a poco más de un mes de iniciarse la eliminatoria. Tras empatar ante Venezuela a mediados de 2001 salió el Chiqui y Maturana se estrenó con una derrota 3-0 ante Argentina y, a pesar de ganar la Copa América de 2001, el equipo no logró el cupo a Corea-Japón 2002. Ahora, con la salida de Maturana y la indecisión de los dirigentes para nombrar su sucesor, el equipo está a punto de cumplir cuatro años casi que a la deriva.

Sin embargo todavía pueden pasar cosas. Por tratarse de una eliminatoria de largo aliento, aún es tiempo de enderezar el camino. Eso sí, se necesita un técnico y un entorno decidido a recuperar los puntos perdidos tanto en Barranquilla como en los partidos de visitante. El camino no es fácil. Por suerte, las selecciones juveniles que se han destacado en los mundiales sub-17 de Finlandia y sub-20 de Emiratos Arabes Unidos comprueban que, si se trabaja con seriedad y no se improvisa, el fútbol colombiano sí tiene futuro.

*Editor de Cultura de SEMANA.