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Messi renunció a su país luego de cuatro descalabros en finales. | Foto: AFP

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La amarga carrera de Messi en la selección argentina

Contrario a su leyenda con el Barcelona, la historia de Messi en Argentina es más de decepciones que de glorias. Un recorrido desde los inicios del crack con la albiceleste hasta su derrota contra Chile.

28 de junio de 2016

Hay un viejo dicho que escenifica una cantidad de situaciones: lo que empieza mal, termina mal. La carrera de Messi con la selección absoluta de su país, tristemente, le podría dar más razón a eso.

Corría el año 2005, y el joven Lionel Messi, recién cumplidos 18 años, se paraba de la banca de suplentes, se quitaba el peto y oía atento las indicaciones de José Néstor Pékerman. El rosarino haría su debut en la Argentina de mayores –pues ya se había fogueado en el suramericano sub-20 de ese año– a los 63 minutos en un duelo amistoso contra Hungría. Salió al campo en reemplazo Lisandro López, pero no duró ni un minuto en la cancha. A los 47 segundos, después de un agarrón con un rival, Messi vio la tarjeta roja.

Fue un terrible debut para el que unos cuantos años más tarde sería el mejor jugador del planeta, el que ganaría cinco Balones de Oro, gritaría más de 500 veces gol y levantaría 30 trofeos. Pero a pesar de esa treintena envidiable para cualquier jugador, a Messi aún le faltaba añadir un título grande para la Argentina.

En 12 años, sólo pudo ganar un mundial sub-20 y unos Juegos Olímpicos. Un idilio para muchos, pero no para Messi. No bastaron 113 apariciones con la selección para que gritara victoria en un torneo internacional de alto calibre, como una Copa América o un Mundial. Y ahora, cuando no pudo sobrellevar más ese palmarés internacional exiguo, el mundo se lamenta de que quizás no juegue su partido 114.

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Porque Messi renunció a su país luego de cuatro descalabros en finales, tres de ellos seguidos, luego de las críticas recibidas por no ser el mismo del Camp Nou, de la presión que lo reclamaba como el responsable de volver a llevar a Argentina a la cumbre futbolística. Todo resultó siendo demasiado.

Y es que ese desfogue de sentimientos que medio mundo vio cuando rompió a llorar en la final de la Copa América Centenario no se había visto en Messi ni siquiera cuando perdió el Mundial del 2014.

Aunque muchos le reclamaron en su pasado su falta de empuje patriótico, lo cierto es que el argentino declinó hacer parte del seleccionado de España, comandado por la mítica generación de Andrés Iniesta, Cesc Fábregas o David Villa.

Lo hizo por jugar con el país en que nació, pero en el que singularmente no pudo desarrollarse como jugador porque nadie allí quiso correr con sus gastos médicos.

Comienzos

Era el 2004, y en ese entonces pocos conocían su nombre en Argentina. En cambio el rumor de su calidad corría por los corredores ibéricos, así que la idea de amarrarlo a la selección española no demoró mucho en cuajar.

Sin embargo, el rosarino prefirió esperar a que la AFA supiera de su existencia, y gracias al apoyo de su padre, quien contactó a Marcelo Bielsa, pudo ver su deseo cumplido cinco días después de cumplir 17 años. Debutó en un amistoso contra Paraguay y le bastaron 15 minutos en la cancha para anotar su primer gol como ‘albiceleste’.

Menos de una semana más tarde volvería a jugar, esta vez contra Uruguay, y marcaría su primer doblete. La dirigencia no tuvo que reparar mucho en convocarlo para el suramericano sub-20 del 2005, en el que curiosamente la ‘Pulga’ fue eclipsado por la efímera gloria del colombiano Hugo Rodallega.

Pero aunque Colombia ganó con autoridad ese torneo, Argentina se clasificaría para el mundial juvenil, celebrado en Holanda, en el que Messi sacaría relucir todo su atrevimiento y habilidad para coronarse campeón y goleador. No sólo era el primer título argentino para la ‘Pulga’, sino también el presagio de que esa generación dorada, que también incluía a Agüero y a Mascherano, podría hacer celebrar al país luego de los tiempos de Maradona.

Primer mundial, primera final perdida

Entonces llegó el accidentado debut de Messi en la selección de mayores. Un suceso que seguro lo marcó a él, pero que no representó mucho en su momento. Esto porque Argentina tenía un avezado plantel con el que reclamaba favoritismo para el Mundial del 2006.

Con Riquelme a la cabeza, Argentina empezó con un aplastante 6-0 frente a Serbia y Montenegro. Messi marcó el sexto. Pero en los cuartos de final, sería doblegada en los penales por el anfitrión, Alemania. Messi no jugó ni un minuto ese partido por disposición del técnico Pékerman.

Pero la primera frustración no fue aquella derrota. Llegó un año después, en la Copa América celebrada en Venezuela. Argentina llegó con un subrayado favoritismo gracias a su juego vistoso ejecutado por figuras como el propio Messi, Riquelme, Tévez, Verón y Crespo. Argentina venció uno a uno a sus rivales con cierta comodidad, hasta que en la final, inexplicablemente se dejó apabullar 3-0 por un Brasil venido a menos. Primera final en la que Messi salía defraudado.

Guardiola, Pekín, consolidación y críticas

Por ese entonces, aparecía la figura de Guardiola en su club, el Barcelona, y el rosarino empezaba a forjar su leyenda, la más grande en el balompié en lo que va corrido del siglo.

Llegó el 2008 y con un Messi soberbio, Argentina se llevó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Pekín. Fue el último grito triunfal de Messi con la camiseta albiceleste.

Resulta difícil creer que en sus años de consolidación como el mejor jugador del mundo con el Barcelona, Messi sufriría las peores críticas con la albiceleste. Sólo en el último minuto su selección se pudo clasificar al Mundial del 2010, y no precisamente por su talento. Un puñado de actuaciones regulares con la ‘albiceleste’ lo condenaron en su país natal como ‘pechofrío’.

Por esto su examen de consolidación fue en Sudáfrica, en donde la combinación espectacular de Maradona técnico y Messi estrella prometía una actuación memorable. Y aunque Messi mostró su calidad en el terreno de juego, el gol se le resistió en toda la copa y nada pudo hacer, de nuevo contra Alemania, quien lo sacó con un contundente 4-0.

Llegó la Copa América del 2011, precisamente llevada a cabo en Argentina, donde Messi pudo tener otro chance para la reivindicación. Pero el funcionamiento del equipo nunca cuajó con el nuevo entrenador, Sergio Batista, y Argentina fue humillada en cuartos de final contra Uruguay, que se coronó campeona en esa edición.

Brasil 2014: la reivindicación definitiva

Pasaron tres años y dos Balones de Oro más hasta llegar al próximo gran reto del rosarino: el mundial de Brasil. En una madurez plena, no sólo de él sino de ese mismo plantel que lo acompañó desde el suramericano del 2005, Argentina llegaba con la carga del favoritismo. Había llegado como la mejor selección de Suramérica según la clasificación previa, y Messi estaba en un estado de forma inigualable.

De hecho, en los primeros juegos, el rosarino salvó a su equipo con sendas jugadas y un par de anotaciones. Argentina dejó atrás a Suiza, Bélgica y con sufrimiento a Holanda, para llegar a una final continental luego de 24 años de sequía. Frente a ella tenía a la Alemania que vapuleó a los anfitriones 7-1 en semifinales.

Pero el fantasma de la tragedia volvió a aparecer y de nuevo Messi nada pudo hacer para evitar una segunda conmoción. Alemania se coronó campeona con un gol en tiempo añadido de Mario Götze. Segunda final perdida para la ‘Pulga’.

Chile primero. Chile después. La estocada

Pero la revancha llegó en el 2015, cuando se disputó la Copa América de Chile. Argentina no empezó muy sólida, pero fue de menos a más y en semifinales le metió 6 a Paraguay. Su rival para la gran final, Chile, había ganado con lo justo a una aguerrida Perú.

A pesar de la localía, las apuestas estaban con Argentina. Pero el partido llegó a los 90 minutos sin ninguna anotación y entonces los penales dictaron la desastrosa sentencia para el rosarino: una nueva final perdida en menos de un año, sin poder poner a funcionar su habilidad para salvar la patria.

Y entonces, cuando parecía que las trabas del destino ya habían sido suficientes y que los astros se habían juntado para organizar una revancha tan especial, justamente en un torneo conmemorativo, y justamente contra el mismo rival que lo había derrotado un año antes, apareció la tercera debacle. No faltó otra cosa que las lágrimas de Messi para que resumieran todo. Ni siquiera el hito de encumbrarse como el máximo goleador histórico de Argentina –que logró en el partido anterior– pudo moderar la tragedia del rosarino.

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Para el recuerdo quedaron las frases tantas veces repetidas por el ‘10’: que “cambiaría los cinco Balones de Oro por un mundial”; o que “no me interesan los récord, prefiero ganar algo con mi Argentina”. Porque si la sentencia de su retiro se corrobora, Messi habría escrito anticipadamente su último capítulo con la albiceleste.

Así que correrá por cuenta de los historiadores y coleccionistas de datos relatar que después de 113 partidos, tres mundiales, cuatro Copas América, 55 goles, de los superlativos del ‘Messias’ y del ‘Pechofrío’, de las críticas, de los elogios, de la presión y de todo, el mejor jugador de su tiempo abandonó el intentar de nuevo conseguir la gloria para su país. Quizá ya padeció lo suficiente.