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Justin Gatlin, récord mundial de los 100 metros, dio positivo por testosterona en una prueba que le hicieron a comienzos del año. Las dudas no sólo caen sobre él, sino también sobre su entrenador Trevor Graham quien había destapado en 2003 el caso Balco de dopaje que conmocionó el atletismo estadounidense

Escándalos

Mundo de tramposos

Como quedó demostrado en los últimos días, el dopaje tiene en jaque al deporte de alta competición. La batalla para expulsarlo será decisiva.

12 de agosto de 2006

El doping está haciendo estragos entre grandes estrellas del deporte mundial. El fugaz campeón del Tour de Francia, Floyd Landis, y el poseedor de la marca de los 100 metros planos, Justin Gatlin, son apenas dos de los ejemplos más escandalosos de un fenómeno de una gravedad extrema. Tanto, que lleva a plantearse hasta dónde podrán sobrevivir los deportes más exigentes como el atletismo y el ciclismo sin reconocer que el desempeño humano tiene límites. Y que no es posible esperar, como hasta ahora, que las marcas sigan cayendo indefinidamente.

No debería dejar de llamar la atención que los cinco mejores registros históricos en la carrera de los 100 metros planos han sido logrados por hombres que más tarde estuvieron involucrados en escándalos de dopaje. Y tampoco que los últimos vencedores de las tres pruebas de ciclismo más importantes del mundo: Tour francés, Giro italiano y Vuelta española hayan perdido sus títulos (o estén en peligro, como Ivan Basso en el Giro) luego de haber dado positivo en los controles antidopaje. Ya lo había advertido el quíntuple campeón del Tour Jacques Anquetil, en 1967. "Por 50 años los ciclistas han tomado estimulantes. Desde que se nos pide constantemente ir más rápido y hacer un mayor esfuerzo estamos obligados a tomarlos". Y es que a pesar del control que se ha practicado en la última década contra el dopaje, los promedios de velocidad en las carreras no han disminuido.

El doping está tan imbuido en el deporte, que es casi imposible extirparlo. "Mientras existan competencias, premios y patrocinadores exigentes, el deportista hará todo lo posible por ganar como sea", dice Enrique Álvarez, médico deportólogo de la Universidad del Bosque, quien asegura que mientras no se dé una concientización del deportista, del grupo de entrenadores y dirigentes, el dopaje no va a dejar de existir. Surge entonces la pregunta de por qué se ha demorado tanto esta toma de conciencia por parte de las autoridades deportivas que ahora claman estar tan preocupadas.

Desde la muerte de Tom Simpson en el Tour de 1967, por una sobredosis de anfetaminas, el abuso de las drogas por los deportistas comenzó a recibir mayor atención. En 1969 la revista Sports Illustrated publicó un gran especial sobre el doping que en su momento causó conmoción, pero que no ocasionó reacción alguna entre las autoridades. Hubo que esperar hasta el positivo de Ben Johnson en los Olímpicos de Seúl de 1988, el descubrimiento de la Eritropoyetina sintética (EPO) en 1989 y, en especial, el escándalo por el caso Festina en el Tour de Francia de 1998, cuando se encontró al masajista del equipo con una maleta repleta de EPO, para que se tomara conciencia de que el deporte de alto rendimiento estaba invadido por la cultura del dopaje.

Y aunque los controles han aumentado, la realidad es que los deportistas sienten cada vez más la necesidad de recurrir a estas ayudas para lograr sus objetivos. "El corazón del problema radica en el fracaso de los burócratas para entender la cultura que están tratando de cambiar. La costumbre de mentir sobre el tema está impulsada por las ambiciones económicas y la libertad moral para acceder a un amplio rango de ayudas que mejoran las condiciones humanas y que están infiltrados en la vida diaria de las sociedades modernas", escribió en el periódico británico The Guardian John Hoberman, autor del libro Testosterone Dreams: Rejuvenation, Aphrodisia, Doping. Muchos analistas se han preguntado si será que a los espectadores no les importa que un deportista se dope mientras las marcas sigan bajando y los récords sigan creciendo. Al fin y al cabo, esta es una sociedad cada vez más consumista en la que, para completar, las drogas están en todas partes.

Y esto lo tienen muy claro los laboratorios que producen los medicamentos para mejorar el rendimiento deportivo. Es una industria que mueve cientos de millones de dólares al año en el mundo. No sólo crean los medicamentos y la manera cómo aplicarlos sino que invierten altas sumas de dinero para encontrar la manera de que esas sustancias no sean detectadas por los controles.

Estos son conocidos como los borradores. Por ejemplo, no se habria descubierto el THG, el anabolizante invisible que usaba la gran mayoría de velocistas estadounidenses, de no haber sido porque el entrenador jamaiquino Trevor Graham envió en 2003 una jeringa a la agencia de antidopaje estadounidense. (Graham se encuentra hoy bajo sospecha, pues es el entrenador de Gatlin). Ese acto desató en su momento el caso Balco, que terminó por involucrar a muchos ganadores de medallas. Entre estos se encontraba la reina de los 100 metros Marion Jones, que no ha podido recuperar el apoyo del público y los patrocinadores, a pesar de que nunca dio positivo.

Algo parecido, pero en ciclismo, pasó hace un par de meses en España con la llamada Operación Puerto. El médico Eufemiano Fuentes manejaba una red de dopaje que funcionaba en toda Europa y que era utilizada por muchos de los principales corredores del mundo. Este escándalo sacudió el reciente Tour de Francia, pues entre los involucrados estaban los favoritos Ian Ulrich, Ivan Basso y Alexander Binokourov, quienes quedaron inhabilitados para competir hasta cuando se conociera el resultado de la investigación.

En vista de que los controles contra los medicamentos de alta tecnología se hacían cada vez más severos, Fuentes ofrecía mecanismos antiguos como la transfusión de sangre y los parches y cápsulas de testosterona, que correctamente aplicados son imposibles de detectar. En esa sustancia, curiosamente, coinciden Landy y Gatlin, quienes aparecieron con niveles altos en su cuerpo. Los dos han negado haberla usado, pero ninguno podrá salvarse de una sanción. En el caso de Gatlin, quedará suspendido de por vida. Landis recibiría una sanción que, por su edad actual, podría significar un resultado parecido.

¿Hasta dónde este tipo de sanciones extremas ayudará a limpiar el deporte del dopaje? Algunos expertos como John Scott, director de la oficina antidopaje del Reino Unido, piensan que se han hecho grandes avances en los últimos años y que si se sigue trabajando con consistencia en el mundo, se podrá erradicarw. Sin embargo, no todos los conocedores del deporte son optimistas. Sobre todo mientras siga existiendo dinero de por medio y el público siga exigiendo cada vez más. Al fin y al cabo, ha quedado comprobado que los que hacen la trampa siempre van muy por delante de quienes quieren evitarlo.