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Pasaporte al infierno

Farid Mondragón es apenas uno más de la larga lista de jugadores en Europa a quienes se les investiga si sus documentos son falsos.

26 de febrero de 2001

Farid Mondragon sigue sin jugar con el Metz de Francia y hasta que el Tribunal Correccional de París no se pronuncie, el próximo 14 de marzo, sobre el supuesto uso que el colombiano hizo de un pasaporte griego falso su suerte no cambiará mucho. De allí que el técnico Luis Augusto García haya aprovechado esta circunstancia para convocar al arquero para los dos partidos amistosos que disputará la selección esta semana con la idea de que el jugador mantenga el ritmo de competencia.

Mondragón ostenta un pasaporte griego expedido en febrero de 1999 en Salónica (Grecia) justificado en que sus ancestros son oriundos de ese país. Pero la situación no es tan clara y el técnico del Metz ha preferido curarse en salud pues una posible resolución en contra del portero implicaría la anulación de los compromisos en los que él participe. Tal como le sucedió al club Saint-Etienne, sancionado con siete puntos en la tabla de posiciones por alinear a dos futbolistas con pasaportes de dudosa procedencia.

El caso de Mondragón es apenas un ejemplo de las alarmantes cifras que han dado a conocer las autoridades europeas sobre el número de futbolistas que, con pasaportes falsos, se han hecho pasar por comunitarios con el ánimo de obtener algunos beneficios. El principal de ellos es evadir el límite de cinco jugadores extracomunitarios por club, impuesto por las principales ligas del Viejo Continente, de los cuales sólo tres pueden estar inscritos en la lista de 18 jugadores que cada equipo presenta antes de cada partido.

La ola de investigaciones cobró su máxima dimensión a finales del año pasado cuando el volante argentino Juan Sebastián Verón fue interrogado por el origen de su pasaporte italiano. El astro tuvo como argumento la existencia de Giussepe Portella, tatarabuelo de su mamá, oriundo de un pequeño pueblo de la región de Calabria. Aún no se ha determinado si ello es cierto y la Lazio ha optado por inscribirlo como extracomunitario pero la investigación continúa. Grandes figuras del balompié mundial se han visto envueltas en la polémica. Es el caso de los argentinos José Chamot, Roberto Ayala, Matías Almeyda y del arquero brasileño Dida, entre muchos otros.

El delantero paraguayo Alejandro Da Silva, a quien se le comprobó la falsedad de su pasaporte portugués, fue amenazado con la expulsión del Udinese de Italia y con la prohibición de regresar a ese país en los siguientes cinco años. Los abogados tuvieron que mediar y, por el momento, el joven de 19 años permanece en la nómina del club en calidad de extracomunitario.



Mal que aumenta


Según el diario El País, de Madrid, el 64 por ciento de los jugadores que dicen ser comunitarios y que pertenecen a la liga española no lo son. Los argentinos copan el mayor porcentaje, seguidos de brasileños, uruguayos y, en menor medida, de africanos. Los pasaportes que más abundan son los italianos.

El tráfico de jugadores extranjeros no es nuevo. De hecho, Italia ganó el mundial de 1934 gracias a los oriundi, como se denominaba a Orsi, Monti, Guaita y Demaría, los cuatro argentinos que integraron la squadra azzurra en aquel torneo. En los días finales del colonialismo Francia echó mano del africano Just Fontaine y Portugal del mozambiqueño Eusebio, goleadores de los mundiales de 1958 y 1966, respectivamente.

Pero el fenómeno de nuestros días va mucho más allá y es producto de la famosa Ley Bosman de 1995, que permite acabar con las fronteras entre los países de la Unión Europea para que todos los deportistas pudieran jugar donde mejor les conviniera. Pero nadie esperaba tanto movimiento. Se estima que en la Liga Italiana hay 180 futbolistas mayores de 14 años (algunos ni siquiera han hecho su debut en la primera división) con pasaporte comunitario falso.

Sin embargo la culpa no es sólo de los jugadores. Los propios clubes incitan a sus nuevas contrataciones a que opten por este documento para que puedan actuar con mayor continuidad. El propio Mondragón confesó que algunos ‘agentes’ fueron quienes lo indujeron a adquirir el pasaporte griego.

Para muchos la solución más simple es abolir el límite de extracomunitarios por equipo. Finalmente, en la actualidad, es fácil identificar clubes como Milan, colmado de jugadores europeos, aunque no propiamente italianos. O como el Chelsea, conformado apenas en una minoría por futbolistas ingleses. No habría diferencia en inscribir en un club a cuanto suramericano o africano se crea pertinente.

Por el momento Mondragón seguirá sin jugar con el Metz. Un fallo en su contra podría, incluso, cerrarle las puertas en cualquier club de Francia.

Mientras las investigaciones se intensifican se hace cada vez más claro que los empresarios del fútbol están dispuestos a llenar de africanos y latinoamericanos los equipos de Europa al precio que sea.