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PROPUESTA INDECENTE

La iniciativa de hacer el Mundial de Fútbol cada dos años ha encendido una polémica que tiene <BR>a dirigentes y futbolistas con los pelos de punta.

8 de febrero de 1999

La idea de convertir el Mundial de Fútbol en un espectáculo bienal, lanzada por el presidente
de la Fifa, Joseph Blatter, a comienzos de la semana pasada, dejó desconcertados hasta a quienes
terminaron apoyándola. Los propiosfutbolistas, encabezados por Ronaldo, no pudieron sino bromear en
relación con la alternativa de tomar revancha rápidamente de un mal mundial. Otros, más serios, como el
ex arquero de la selección italiana Dino Zoff, aplaudieron la iniciativa por los beneficios que brindaría a los
jugadores, que al poseer un período competitivo relativamente corto podrían tener la posibilidad de asistir a
un mundial en mayor número de oportunidades.
Sin embargo hubo quienes sintieron la noticia como un verdadero baldado de agua helada. El primero en
reaccionar fue Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI). En una
enérgica declaración manifestó su rechazo al proyecto por la eventual coincidencia de calendarios entre el
mundial y los juegos olímpicos que la medida representaría, circunstancia que podría ocasionar un choque
de trenes de consecuencias impredecibles. No menos categórico fue Lennart Johansson, presidente de la
Uefa. El rector de la máxima institución del balompié europeo señaló que el proyecto de Blatter no tendría
ninguna ventaja y, por el contrario, afectaría directamente los intereses deportivos de la asociación. Con
un mundial cada dos años en los términos planteados por el presidente de la Fifa el campeonato europeo,
que se lleva a cabo con el mismo intervalo de tiempo, se vería obligado a reestructurarse e incluso podría
desaparecer. Algo similar ocurriría con la Liga de Campeones, cuyo calendario se vería torpedeado por la
presión de los compromisos entre combinados nacionales.
El propio Blatter justificó su iniciativa con el argumento de que un mundial bienal le daría a las selecciones
el estatus que se merecen ante el enorme poder que han adquirido los clubes, algunos de los cuales se
han dado el lujo de desafiar a la Uefa con el proyecto de creación de la Superliga, campeonato en el que sólo
tendrían cabida los equipos más prestigiosos del antiguo continente.
En términos generales, el proyecto pretende que los torneos continentales de selecciones sirvan a su vez de
eliminatorias para el mundial, que tendría lugar en los años impares, de manera que no compita con los
olímpicos, a partir de 2009. Aunque para la Uefa la ventaja sería prácticamente nula para la Federación
Suramericana de Fútbol, por ejemplo, representaría un botín nada despreciable pues la Copa América saldría
de la apatía en la que se encuentra en la actualidad y recuperaría su nivel. Los jugadores, por su parte,
gozarían de mayores oportunidades para disputar un mundial, privilegio que se han perdido muchas
estrellas por lesiones de último momento. Sin embargo el mayor argumento en favor de la reforma lo planteó
sin rodeos el propio Blatter: el factor económico. "Durante el mundial hemos tenido una audiencia de
40.000 millones de telespectadores. ¿Dónde podemos encontrar algo comparable?", sentenció.
Aún así son pocos los que creen que el calendario aguante para tanto. Por un lado, la saturación a la que se
verían abocados los jugadores repercutiría en el nivel del torneo. Por el otro, la ansiedad de ver coronado un
campeonato orbital no sería la misma, ni para los equipos ni para la afición, si el mundial se vuelve un
asunto cotidiano.
El debate apenas comienza. Para muchos, más que una iniciativa concreta la de Blatter no es sino una
reacción de fuerza que apunta en dos direcciones. La primera contra el COI, ante la presión de este
organismo para que la Fifa acepte sus regulaciones en torno al tema del dopaje y, de paso, permita la
participación de hasta cinco futbolistas mayores de 23 años en los juegos olímpicos. La segunda contra la
Uefa, cuyo poder se ha incrementado notoriamente en los últimos años.
Pero, más allá de las suspicacias, lo cierto es que quienes lo conocen saben que si Blatter se metió en
semejante lío es porque sus intenciones son reales.