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SE LOS LLEVO EL DIABLO

Dos resultados adversos en sus partidos de visitante eliminaron prácticamente al América de la Copa

8 de agosto de 1983

Hacía muchos años que Willington Ortiz no botaba un "penalty" tan importante como el que desperdició en Porto Alegre ante el Gremio. Y el América, al borrar con el codo el maravilloso trabajo realizado por las manos de su arquero Falcioni, quedó a merced de Estudiantes, equipo que deberá vencer al Gremio en La Plata y luego dejarse ganar por tres goles en Cali para que el América llegue a la final de la Copa Libertadores. Resulta absurdo echarle la culpa de la derrota a Willington Ortiz, el único delantero que le puso ganas a este asunto a lo largo de la semifinal, tanto en Cali como en La Plata. Desgraciadamente el destino quiso que los nervios convirtieran sus habituales remates desde los doce pasos, rasantes y al palo opuesto escogido por el arquero, en un tirito suave, a media altura, que el poco brillante arquero Mazaropi manoteó al córner.
Ya en La Plata el América estuvo cerca de sacarle un punto a Estudiantes, hasta que una genialidad de Marcelo Trobianni y un error de Reyes aprovechado finalmente por Gurrieri voltearon el ansiado cero a cero. La derrota se debió en parte a la presión que ejerce habitualmente Estudiantes cuando juega de local. Innumerables centros al área hasta que alguno coge mal parado a los defensas rivales y llega el gol. Pero también hay que decir que ofensivamente fallaron Alfaro y Teglia, mientras que Ortiz se vio obligado a encarar él solo a los recios y no siempre bienintencionados defensas de Estudiantes. En el segundo tiempo Ochoa los cambió por Humberto Sierra y Lugo. El primero le cambió un poco la cara al ataque americano hasta que Lugo se hizo echar infantilmente al responder delante del juez una provocación de Ponce. Ir perdiendo uno a cero con diez hombres en La Plata es cosa seria, y al final llegó el segundo gol que enterró al América, si se tiene en cuenta que muy probablemente habrá triple empate en puntos y el finalista será aquel que tenga mejor diferencia de goles.
El partido de Porto Alegre mostró a un América menos cauteloso y con un nuevo delantero, el paraguayo Battaglia, quien al final sería el más destacado tras el nuevo fracaso de Teglia y la desmoralizada que sufrió Ortiz luego de botar el famoso penalty. Esta vez volvió a destacarse Julio César Falcioni, el gran arquero de siempre, que evitó por lo menos cuatro goles cantados cuando el Gremio realizaba sus peligrosos contraataques. A los catorce minutos Caio cabeceó un centro de Renato en las narices de Falcioni y abrió el marcador. El primer tiempo terminó así a pesar de la abrumadora superioridad del Gremio que no supo aprovechar los errores de marca de Reyes. En el segundo tiempo Battaglia empató con un soberbio golazo pero un minuto después Ovaldo interrumpió la celebración americana al aprovechar nuevos errores defensivos del América. Luego vino el "penal" a los 25 minutos y el final del partido fue un verdadero mano a mano entre los peligrosos ataques del América y los fulminantes contragolpes del Gremio,que generalmente murieron en las manos de Falcioni.
A pesar de las derrotas, América mostró ser un equipo respetable, capaz de inquietar a los argentinos y a los brasileros en sus reductos. Equivocándose y todo, con un cargamento de errores garrafales y de lamentos de goles que pudieron ser pero que no entraron, el América vuelve a Cali esperando que Estudiantes gane en La Plata ante el Gremio, algo muy razonable si se tiene en cuenta que los brasileños sufrieron lo indecible en Porta Alegre ante los recios argentinos y que ganaron dos a uno faltando cinco minutos. Si ello ocurre, (lo ideal seria un uno a cero), América tendría que ganar por lo menos tres cero para llegar a la final. Es una empresa muy dificil y además sería ingenuo comparar al Estudiantes que vino a pasear a Cali a principio de año con el actual. Afortunadamente en el fútbol nada está escrito y los sueños de los hinchas solamente pueden romperse cuando hayan pasado los partidos. Mientras tanto. "la mechita" sigue encendida aunque su luz no sea más que el débil resplandor de unas cenizas a punto de enfriarse definitivamente.