UN JUEGO PELIGROSO
El prestigio y el futuro del ciclismo colombiano está en la cuerda floja
Terminó la temporada europea para los ciclistas colombianos. Tres meses antes, una patriótica campaña publicitaria anunció la conquista. Después de haberse corrido el Tour de Francia, el Premio Guillermo Tell, los mundiales de ciclismo y el Tour del Porvenir, la única conquista en términos prácticos fue la gran actuación de Patrocinio Jiménez en la etapa de los Pirineos y en el Puy de Dome y la destacada carrera cumplida por el Condorito Corredor, en el mismo Tour de Francia, quien fue el ciclista más rápido en la "general" de las etapas de montaña. De resto, el Guillermo Tell corrido en los Alpes suizos, los mundiales de ciclismo a orillas del lago de Constanza y el Tour del Porvenir que atravesó Francia sin tocar las altas cumbres no dejaron un balance conquistador.
La prueba más dura fue la única que dejó satisfacciones. De las otras no quedaron más que enseñanzas muy valiosas, sobre todo para ratificar de una vez por todas que el ciclismo colombiano tiene que volverse más rápido, más arriesgado para no tener que esperar montañas que no siempre resultan tan empinadas como se creía. En este instante los técnicos que acompañaron a nuestros ciclistas pueden sentirse satisfechos por la cuota de sacrificio de unos ciclistas que dan muchas ventajas a nivel técnico. Pero es necesario replantear la política que rija el futuro del ciclismo colombiano.
El abandono absoluto del ciclismo olímpico de pista y ruta, además de impedir actuaciones destacadas en eventos que antes eran nuestros como los Panamericanos, también hace mella en etapas contra-reloj por equipos, en las que Colombia siempre pierde tiempo precioso ante los europeos y los norteamericanos. En el velódromo se aprende a manejar la bicicleta y el desprecio que se tiene actualmente por el ciclismo de pista se paga caro en las etapas planas en las que los colombianos entran a los sprints con desventajas técnicas.
Ha llegado la hora de decidir el camino a seguir. O el ciclismo colombiano se resigna a vivir de hazañas en las cada día más escasas etapas de montaña o se planea el futuro con base en la invaluable experiencia adquirida no sólo este año en Europa sino desde 1980, cuando Alfonso Flórez y su victoria en aquel inolvidable Tour del Porvenir le abrieron las puertas de Europa a los escarabajos. No se trata de culpar a Herrera o a Rogelio Arango o a Manuel Cárdenas por no haber podido repetir actuaciones anteriores. Nuestros ciclistas son reconocidos por sus condiciones y la última prueba la aportó nadie menos que Hinault, aquel que habló mal de Colombia antes de iniciarse el Tour de Francia. Dos meses después está dispuesto a contratar para su nuevo equipo a Edgar Corredor al precio que sea. Lo que sí no se puede pretender es dejar las cosas como están porque sino Colombia tendrá que asistir a aquellas pruebas donde certifiquen que habrá montaña. Porque para conquistar Europa, ya es un hecho, tendremos que aprender a desembarcar.