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SANTA FE CAMPEÓN

Una cierta sonrisa - Daniel Samper Pizano

Tal vez la última razón sobre la grandeza de ser santafereño, a pesar de los poderosos argumentos que existen para no serlo, es que resulta imposible explicar tanto gusto.

Daniel Samper Pizano
13 de julio de 2012

*Este texto fue escrito en el año 2001 para el libro 'Santa Fe, 60 años-1941-2001'.
 
Conozco por lo menos doce razones para NO ser hincha de Santa Fe.
 
Desde 1975 no ganamos ningún campeonato.
 
Ocupamos un modesto lugar –el cuarto o quinto, ya no lo sé- en la lista de equipos que más títulos nacionales acumulan.
 
Nunca estuvimos en una semifinal ni una final de la Copa Libertadores de América. Muchísimo menos en la que enfrenta al mejor equipo de América con el mejor de Europa.
 
Jamás hemos logrado hazañas memorables en los grandes estadios de Brasil o Argentina.
 
Casi no nos conocen por fuera. Creo que jamás jugamos en Europa y la víspera de ir a la China cancelamos el histórico viaje abochornados por haber perdido con Millonarios.
 
Nuestra sede es horrible, no tenemos propiedades campestres y sospecho que hasta el bus es ajeno.
 
El poderoso símbolo de Santa Fe, el león Monaguillo, no murió defendiendo a sus cachorros frente a una manada de hienas, sino por culpa de una inyección mal puesta.
 
Es difícil llegar al estadio entre semana a los partidos nocturnos, y es peligroso salir a buscar transporte colectivo al filo de las once de la noche.
 
Los domingos, cuando llueve, Bogotá es una lástima y el estadio es el corazón de la lástima.
La fritanga que venden en los alrededores de El Campín produce altos niveles de colesterol.
 
Al hermano de un amigo mío lo mató una buseta en la carrera 30 cuando salía dichoso y distraído de un clásico en que derrotamos a Millonarios.
 
Son varios los hinchas santafereños que han sufrido infartos en el desarrollo de un partido.
 
En contraste con la lista anterior, encuentro UNA SOLA razón que justifica ser santafereño. Y es que ningún otro equipo de fútbol del mundo –ni siquiera el Barcelona, el Boca Juniors, el Arsenal, el Bayern, el Milán o la selección Brasil- merece más la pena que Santa Fe.
 
La prueba es que espíritus sensibles, como Joan Manuel Serrat y el Negro Fontanarrosa, prefieren perder con Santa Fe que ganar con cualquier otro equipo de Colombia.
 
A menudo me pregunto por qué produce ese cariño en sus hinchas un club que hace 25 años no gana nada, y que la única explicación que encuentro es que Santa Fe tiene sentido del humor. Ser santafereño implica mirar las cosas con cierta sonrisa; ser santafereño es un guiño amable, una complicidad con la vida. Frente a la pompa marchita de los que sabemos y el relumbrón sospechoso de otros que florecieron en épocas poco edificantes, Santa Fe es alegría, sencillez, compañerismo. No creemos en solemnidades ni en actos trágicos. Hay un espíritu de gracia en el hincha santafereño. Mientras los de otros equipos cantan lemas guerreros en la tribuna, el grito clásico del santafereño es popular, cariñoso y no está exento de picardía: “¡Santafecito lindo!”.
 
Para que nos entendamos: Carlos Marx habría sido hincha del América (sobre todo del América de antes); la mujer de Carlos Marx, que se infatuaba con aires de grandeza, habría sido hincha de Millonarios; pero Groucho Marx habría sido santafereño. La langosta, que exhibe mucho más de lo que tiene, habría sido de Millonarios; pero la morcilla es santafereña. El pavo real, ya desplumado, habría hecho barra por Millos; pero el turpial cantaría por Santa Fe.
 
Tal vez la última razón sobre la grandeza de ser santafereño, a pesar de los poderosos argumentos que existen para no serlo, es que resulta imposible explicar tanto gusto. Si usted necesita que alguien le explique por qué es importante reventar por Santa Fe, seguramente merece apoyar otro equipo. Son cosas mucho más hondas que una simple camiseta.