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AL FILO DE LA MEDIANOCHE

Un arreglo de último minuto salva a Donald Trump de la quiebra

30 de julio de 1990


Pobre Donald Trump. El gran magnate de los años 80 perdió el aura que le caracterizaba como un moderno rey Midas, capaz de convertir en oro todo lo que tocaba. En adelante, sus legendarias decisiones para convertir tal o cual hotel o casino en la octava maravilla del mundo, deberán pasar por el cedazo de un aburrido comité de bancos acreedores, previa aprobación de un director financiero nombrado por ellos. Para empeorar las cosas, en adelante sus gastos personales por mes, quedarán reducidos a la exigua cantidad de 450 mil dólares, esto es, 225 millones de pesos, (sin contar los pagos de hipotecas, ni los costos de operación de su avión y su yate) gastos que no podrá sobrepasar porque serán controlados muy de cerca por sus auditores.

Pero no todo podrían ser desgracias. Al menos, logró que su imperio no cambiara de manos, lo que en opinión de los expertos, podría permitir que el magnate volviera a ser el verdadero Donald Trump cuando pase la tempestad.

La salvación llegó en el último minuto cuando los 70 bancos acreedores acordaron hacerle un préstamo a corto plazo de 20 millones de dólares, y otro de 65 más que permitirá diferir la mayor parte de su deuda bancaria total de 2 mil millones hasta por cinco años. De esa forma, los bancos cedieron al principio de que cuando la deuda es demasiado grande, el problema no sólo es del deudor, sino del acreedor. El trato incluye incentivos (en forma de rebajas de intereses) para que Trump venda algunas de sus propiedades, caso en el cual los fondos recaudados se aplicarían prioritariamente al pago de la deuda nueva y luego al capital de los préstamos que las instituciones financieras le han hecho a lo largo de los últimos 20 años. Según los voceros bancarios, de haber hecho efectivas sus obligaciones, el remate de los bienes de Trump no hubiera alcanzado para pagarles a todos.

A cambio de ese favorable tratamiento, Trump debió aceptar algunas condiciones consideradas humillantes: no sólo debió someterse a la drástica reducción de sus gastos de bolsillo - que deberán bajar aún más en los dos años siguientes- sino que mes a mes, el millonario deberá pasar a los bancos un plan de negocios con detalles del flujo de fondos de cada uno de sus activos. Los banqueros tendrán derecho de examinar sus cuentas cuando lo deseen, y por lo menos trimestral, semestral y anualmente, la Organización Trump deberá presentar detallados informes sobre su desempeño financiero. Al final del ejercicio, deberán explicarse todas y cada una de las variaciones que se muestren en relación con el plan original.

Todo el problema comenzó el 15 de junio, cuando Trump anunció a los bancos que no podría pagar, por un lado, 43 millones de dólares generados tanto por sus deudas bancarias como por su emisión de "bonos basura", y por el otro, 30 millones correspondientes a una deuda garantizada personalmente por el propio Trump. Comenzó entonces un período de gracia de 10 días que terminó en la noche del arreglo, el martes de la semana pasada.

A pesar de todo, la victoria de Trump consiste en haber mantenido en su cabeza la propiedad de su imperio de hoteles, casinos y finca raíz, lo que en opinión de los expertos podría permitir su revancha. Si el negocio de finca raíz en Nueva York y el de casinos en Atlantic City tienen el repunte que sus analistas esperan ardientemente, Trump podría matar de un tiro dos pájaros de campeonato: pagaría a los bancos menos de lo que hubiera tenido que desembolsar si hubiera cumplido a tiempo con sus obligaciones, y al mismo tiempo se beneficiaría con el alza del valor de sus activos.

Pero si ninguna de sus líneas principales experimenta un repunte, no sólo él mismo, sino los bancos, experimentarían pérdidas sustanciales que, en el caso del magnate, podrían llevarle a la quiebra personal.

Eso, sin embargo, sólo lo podrá dilucidar el paso del tiempo. Pero lo que sí es cierto es que la imagen de Donald Trump ha cambiado tanto, que los 25 millones que su esposa Ivana le sacó en el caso de divorcio, que muchos consideraban una bicoca, ya no parecen tan mal negocio. Ahora se piensa que Ivana aplicó aquello de que "del ahogado, el sombrero".