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AL ROJO VIVO

Al llegar a su nivel más alto en los últimos 10años, el desempleo se convierte en unpunto fundamental de la campaña electoral.

25 de mayo de 1998

Si Horacio Serpa perdiera las elecciones presidenciales no serían pocos los que le atribuirían la derrota a la cifra de desempleo divulgada la semana pasada. Serpa ha sobrevivido, entre otras cosas, al escándalo generado por el ingreso de la plata de los Rodríguez Orejuela a la campaña de Ernesto Samper. Y a la falta de visa paraingresar a Estados Unidos. Pero a un mes de las elecciones la cifra del 14,5 por ciento de desempleo, al final de un gobierno del que fue ficha clave, parece un golpe demasiado duro para sus aspiraciones. De allí las caras largas de sus asesores y las caras alegres que abundaron en la campaña de Andrés Pastrana.Lo curioso, sin embargo, es que el problema no es tan simple como parece. Aunque pocos le creyeron a la directora del Departamento Nacional de Planeación, Cecilia López Montaño, cuando en la rueda de prensa organizada para dar a conocer las cifras del Dane dijo que el aumento del desempleo era producto de la reactivación económica _y no faltaron quienes llegaron a decir que se trataba de un chiste o que la funcionaria estaba loca_, lo cierto es que, al menos en parte, tenía razón. Según la directora de Planeación, el aumento en la tasa de desempleo se debió exclusivamente a una mayor oferta laboral: aunque se crearon nuevos puestos de trabajo, en los últimos 12 meses fueron más las personas que salieron a buscar empleo que las que lo encontraron. En total, la oferta laboral en las siete principales ciudades del país creció en 558.971 personas. Pero como sólo se crearon 343.582 nuevos empleos, el resto de las personas (215.389) pasaron a engrosar las filas del desempleo. Sobre ese punto _a no ser que se dude de las propias estadísticas_ no existe al parecer ninguna discusión. El problema surge cuando se trata de interpretar el crecimiento de la fuerza laboral. ¿Por qué hubo más gente buscando empleo en el primer trimestre de 1998 que en los meses anteriores? ¿Qué es lo que lleva a la gente a tratar de conseguir un trabajo en un momento determinado? Y fue con su respuesta a esa pregunta con la que Cecilia Lópéz alborotó el avispero.
¿Crecimiento real?
Según el análisis de Planeación, el crecimiento de la oferta laboral en el último trimestre responde al hecho de que la reactivación económica que se empezó a presentar desde mediados de 1997 aumentó las probabilidades de encontrar empleo y, en consecuencia, mucha de la llamada fuerza de trabajo secundaria del hogar _sobre todo las mujeres_, decidió salir a buscarlo. Prueba de ello, según Planeación, es que el número de mujeres vinculadas al mercado aumentó sustancialmente durante el último año. Para que dicho argumento resulte válido, sin embargo, es necesario demostrar que la reactivación es un hecho. Y eso sólo se podrá saber cuando se tengan datos sobre crecimiento del PIB. Hay, no obstante, algunos indicadores que pueden resultar significativos, como el comportamiento de la población ocupada que, en términos absolutos, aumentó un 6 por ciento entre marzo de 1977 y marzo de 1998 (la tasa de crecimiento más alta de la década). O las encuestas de opinión industrial, que daban un crecimiento de la producción superior al 8 por ciento en el primer bimestre del año. Ambos indicadores muestran, sin duda, un repunte reciente en la actividad productiva, como lo afirma el gobierno. Tienen, no obstante, el inconveniente de que su punto de comparación es el primer trimestre de 1997, que fue uno de los peores de la década en materia de ocupación (con la menor tasa desde marzo de 1989) y de producción industrial (negativa en cerca de un 5 por ciento). Pero, quiérase o no, permiten hablar de reactivación.
¿O simple necesidad?
Para otros analistas, como Armando Montenegro, presidente de Anif, y Luis Carlos Villegas, presidente de Andi, el aumento en la oferta de trabajo que se presentó en el primer trimestre de 1998 lejos de ser producto de la reactivación es una respuesta al deterioro del mercado de trabajo y al empobrecimiento de los hogares colombianos. Cuando el ingreso del hogar no alcanza para cubrir sus necesidades, aumenta el número de sus miembros que tienen que salir a buscar puesto. Nuevamente, sin embargo, para que el argumento sea válido es preciso demostrar el deterioro en la calidad del empleo y el empobrecimiento de los trabajadores. Si se miran los últimos cuatro años es evidente el deterioro en la calidad del empleo que se ha producido en el país. Entre 1994 y finales de 1997 el subempleo se incrementó en más de un punto por año, llegando al 17 por ciento en diciembre del año pasado. Aparte de eso, el porcentaje de mano de obra que trabaja en condiciones de informalidad aumentó en cerca de 4 puntos en el período. Y como si eso fuera poco, la industria _que provee los empleos más seguros y de mejor calidad_ perdió cerca de 40.000 trabajadores.Si el análisis se reduce al último año, no obstante, es claro que hay un cambio de tendencia. Lo que muestran las cifras (que en este caso sólo alcanzan a cubrir hasta diciembre del año pasado) es que con la recuperación de la actividad productiva en el segundo semestre de 1997 el deterioro en la calidad general del empleo se detuvo. El empleo industrial dejó de caer y el número de obreros o empleados particulares tuvo un aumento relativamente importante y en todo caso muy superior al de los trabajadores por cuenta propia. Y algo similar pasa en materia de ingresos. Aunque el número de trabajadores que gana menos de tres salarios mínimos aumentó en los últimos cuatro años, y el ingreso promedio mensual de casi todos los empleados era _en términos reales_ muy inferior el año pasado al que tenían a finales de 1993, también la recuperación del segundo semestre de 1997 produjo un cambio en la tendencia. Y eso hace que resulte difícil explicar el crecimiento de la oferta laboral del primer trimestre de 1998 como producto de un mayor empobrecimiento de los hogares colombianos.¿Una simple burbuja?Conclusión de todo lo anterior es que la directora de Planeación Nacional sí tenía razón cuando dijo que el aumento en la tasa de desempleo del mes de marzo fue producto, en parte, de un mayor nivel de actividad económica. Y que ambas cosas no son incompatibles. En junio de 1986, el año de mayor crecimiento económico en la década del 80 _6 por ciento_ la tasa de desempleo en las principales ciudades del país llegó al 14,7 por ciento, la más alta desde que se realiza en el país la encuesta de hogares que sirve de base a las cifras de desempleo. La diferencia es que en 1986 el país venía de aplicar una terapia de 'choque' para solucionar los desequilibrios macroeconómicos que se habían producido a comienzos de la década del 80. En 1985, y como producto de un acuerdo de 'monitoría' con el Fondo Monetario Internacional, el peso se devaluó en cerca de un 50 por ciento y el gobierno se vio precisado a realizar un profundo ajuste fiscal. Y ello sentó las bases para una recuperación que se prolongó por cerca de cuatro años. En la actualidad, en cambio, los desequilibrios son cada vez mayores, y no se ve ninguna voluntad política para superarlos, con lo que la reactivación puede resultar frágil y pasajera.La mayoría de los observadores coincide en afirmar que el veloz aumento que han tenido las tasas de interés en los últimos días puede hacer abortar el proceso de recuperación y sumir nuevamente a la economía en una profunda depresión. Para Luis Carlos Villegas, el impacto de alza de los intereses se va a sentir incluso en el mes de marzo, cuyo resultado será, sin duda, mucho más destemplado que el del primer bimestre. De ser así, se estaría reventando la 'burbuja' de recuperación que le ha servido al gobierno para aminorar el impacto político del disparo en las tasas de desempleo.
Lo que viene
Pero aún si eso no sucediera es difícil que la tasa de desempleo baje de manera importante en los próximos meses. Porque una de las cosas que se ha demostrado es que el crecimiento económico no resuelve el problema por sí mismo, como se creía en otras épocas. En palabras de Juan Luis Londoño, "la relación que existía entre crecimiento económico y creación de empleo se ha roto. La liberación comercial ha hecho más barato adquirir bienes de capital y las nuevas tecnologías usan menos trabajadores rasos y más empleo calificado". La prueba es que, aun creciendo, la industria no está generando nuevos empleos. Y para muchos de los que podría generar no encuentra la mano de obra adecuada. El cambio técnico es cada vez más acelerado y la mano de obra que hay en el país no está preparada para asumirlo. Pero aparte de los problemas de calificación de los trabajadores _que tienen que ver en buena medida con las deficiencias del sistema educativo_, hay otros factores que obstaculizan la contratación de un mayor número de empleados. Y uno de ellos es el régimen laboral, que a pesar de las reformas recientes se ha rezagado mucho en relación con otros países. Según Armando Montenegro, los impuestos a la nómina siguen siendo muy altos y los contratos muy inflexibles, lo que impide una mayor movilidad en el mercado laboral. El panorama, por lo tanto, no es alentador. La acumulación de problemas en los últimos cuatro años, por la falta de políticas de empleo que atacaran los problemas estructurales del mercado de trabajo, ha hecho que el tema del desempleo sea cada vez menos fácil de solucionar. Simulaciones hechas por Juan Luis Londoño muestran que en ausencia de políticas radicales en materia educativa y laboral será muy difícil bajar la tasa de desempleo de sus actuales niveles, y no sería raro que a la vuelta del siglo Colombia tuviera tasas del orden del 16 por ciento de desempleo. Ese es el reto, y es el mismo para todos los candidatos. Porque el problema no es solo de confianza, como muchos creen. Es un problema de política, y de alta política.