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E C O N O M I A

Antes y después

Tres variables modificarán el curso de la economía mundial después de los atentados terroristas.

22 de octubre de 2001

Toda mala situación es susceptible de empeorar”. Este lema de Murphy se aplica bien a lo que ha sucedido con la economía mundial en las últimas semanas. Ya venía mal y existía mucha preocupación pues había un riesgo grande de que Estados Unidos cayera en un franco estancamiento —que arrastraría al mundo entero—. Entonces ocurrieron los atentados terroristas de Nueva York y Washington y lo que era un temor se volvió una certeza.

Por eso la pregunta que se hacen los expertos por estos días no es si va a haber o no recesión sino cuánto va a durar. Como siempre, la futurología económica no puede ofrecer respuestas infalibles. Sin embargo a estas alturas ya hay suficiente claridad sobre qué fue lo que cambió en la economía mundial el pasado 11 de septiembre. En el fondo, son tres los factores que modificarán el panorama de la economía mundial.

Confianza

La semana pasada empezó con llamados patrióticos para apuntalar la confianza en el mercado bursátil. Incluso Warren Buffet, el célebre inversionista de Wall Street, dijo que no vendería ni una sola acción. Al final del día, sin embargo, nada de esto sirvió.

El público corrió a vender sus títulos en medio de una avalancha de malas noticias sobre las utilidades de las compañías. Los índices bursátiles se desplomaron. El Dow Jones tuvo su peor semana desde 1933, al caer un 14 por ciento. El Nasdaq —que agrupa las acciones tecnológicas— cayó 16 por ciento. Al cerrar la jornada bursátil del viernes los principales índices se encontraban en su nivel más bajo desde 1998.

En las últimas semanas el indicador más observado de la economía norteamericana era el índice de confianza de los consumidores. La razón era que ya se había desplomado la inversión de las empresas y lo único que estaba sosteniendo a la economía era que los hogares seguían gastando generosamente.

Pero esto cambió. Después de los atentados el tráfico de compradores en los centros comerciales cayó un 55 por ciento Luego se presentó un repunte y se espera que en los próximos días la gente salga más. En todo caso los atentados le dieron un golpe certero a la confianza de los consumidores, y ésta se bajó aún más con el desplome bursátil, pues cerca de la mitad de los hogares estadounidenses tienen parte de sus ahorros invertidos en la bolsa.

Con la caída del consumo aquellos analistas que todavía creían que la recesión era evitable ya la dan por segura. Y quienes que ya la daban por descontada esperan que sea más profunda.

Petróleo

El crudo es el lubricante de la economía mundial, pero también es su talón de Aquiles. La estadounidense, que importa la mitad del crudo que consume, ha padecido tres recesiones consecutivas —1975, 1982 y 1991— causadas por lo menos en parte por los altos precios del petróleo.

En la mañana del ataque terrorista a Estados Unidos el barril de petróleo escaló desde los 27 hasta los 31 dólares ante el temor de que los países productores se vieran involucrados en el nuevo conflicto.

Pronto el gobierno estadounidense intervino para evitar la especulación con los precios del combustible. Acto seguido la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep), que suministra el 40 por ciento del crudo mundial y controla un 80 por ciento de las reservas contabilizadas, aseguró que no habría escasez y calmó los ánimos.

Tanto Estados Unidos como la Opep son conscientes de que si se disparan los precios del petróleo la recesión será peor. Algo que no le conviene ni a los mismos petroleros, pues por cada punto de caída en el PIB norteamericano la demanda petrolera se reduce en aproximadamente 400.000 barriles diarios.

Después de los atentados los expertos ya no dudan que Estados Unidos va a acelerar su política de independencia energética. Esta consiste en realizar perforaciones en el oeste del país, en el golfo de México y en la reserva natural ártica de Alaska y en construir nuevos modelos de centrales nucleares. Es algo que a largo plazo cambiará las actuales reglas de juego en el comercio del petróleo, que han hecho tan vulnerables a las economías industrializadas.

Gasto público

Antes del 11 de septiembre no se esperaba que el gobierno estadounidense tomara más medidas de tipo fiscal para evitar el declive de la economía. Ya había hecho una rebaja de impuestos para empujar el aparato productivo y se creía que hasta ahí llegaría.

Ahora habrá un aumento del gasto público. El primer anuncio de las autoridades se hizo pocos días después de la tragedia y consistió en asignar 40.000 millones de dólares a la reconstrucción del Pentágono y el sur de Manhattan. Después se anunció la ayuda de 15.000 millones de dólares para las aerolíneas.

Aunque todavía no se sabe qué cantidad de recursos demandará la nueva guerra contra el terrorismo es evidente que habrá un aumento en el gasto en seguridad y defensa. Aun un operativo focalizado para buscar a Osama Ben Laden costaría alrededor de 1.000 millones de dólares diarios según dijo a la prensa estadounidense Michael O’Hanion, experto en relaciones internacionales de Brookings Institution. Una operación militar a gran escala costaría, obviamente, mucho más.

Todo esto ha disparado las acciones de las empresas fabricantes de sistemas de seguridad. La de Visage Technology, una compañía que desarrolla sistemas de identificación de avanzada, se duplicó en menos de dos horas el lunes pasado, cuando reabrió la Bolsa de Valores de Nueva York. La acción de Invision Technologies, que fabrica equipos para detectar bombas, subió ese día 60 por ciento. También la de Smith & Wesson, uno de las fabricantes de armas personales más grandes de Estados Unidos, se triplicó.

A diferencia de la confianza y el petróleo, que contribuirán a agravar la situación económica en el corto plazo, el mayor gasto público actuará en sentido contrario. Los recursos comprometidos todavía no son muy grandes en relación con el tamaño de la economía pero, según la evolución del conflicto, podrían incrementarse en el futuro. Esto, unido al hecho de que las autoridades monetarias de todo el mundo están tomando medidas de choque —bajando las tasas de interés—, es algo que va a ayudar a sacar a Estados Unidos —y al mundo— de la recesión.