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¡Auxilio!

Colombia se enfienta a una crisis cafetera sin antecedentes en la historia contemporánea.

16 de marzo de 1992

LA SEMANA PASADA LA CARGA DE CAFE BAjó de 100.000 pesos a 95.000. Aunque a primera vista la variación puede parecer insignificante, su valor simbólico es enorme: es la primera vez en casi 20 años que en Colombia sebaja el precio interno del café. A pesar de que este ya no es el principal producto de exportación del país, cualquier cosa que pase con su precio tiene un gran impacto social puesto que varios millones de colombianos derivan su ingreso de ese cultivo.
El momento no era el más oportuno. Una medida de ese calibre a menos de un mes de las elecciones no era propiamente popular. Pero en este caso la situación era tan grave que no existía alternativa.
La verdad es que la crisis del precio del café se remonta a julio de 1989 cuando se acabó el acuerdo de cuotas del Pacto Internacional del grano. Desde ese entonces el precio empezó a derrumbarse hasta que esa caída se volvió prácticamente una barrena en el último mes. La cotización de 67 centavos de dólar por libra, a la que alcanzó a llegar hace un par de semanas, es en términos reales el precio más bajo en lo que va corrido de este siglo.
Si inicialmente los analistas cafeteros pensaban que el mercado internacional iría corrigiéndose hasta alcanzar su punto de equilibrio, la verdad es que ese proceso de corrección ha sido mucho más lento de lo que todo el mundo esperaba. El 90 fue un año malo, el 91 fue peor y las perspectivas para 1992 son alarmantes.
De otra parte, durante este período se trasladó de los productores a los tostadores un volumen de inventarios excesivo. Normalmente estos últimos trabajan con dos meses de inventarios, lo que equivale a mantener entre 10 y 11 millones de sacos en su poder. Pues bien, en la actualidad ese volumen es del orden de 20 millones de sacos, lo cual quiere decir que hay nueve millones de exceso. Esto se traduce en un afán mucho menor de comprarle café a los productores.
Durante el mismo período los países productores de café, diferentes de Colombia, recurrieron a toda clase de medidas de política interna -como la eliminación de impuestos de exportación de café, devaluaciones e incentivos- para mantener el ingreso cafetero lo más alto posible. Sin embargo esas posibilidades se agotaron rápidamente y les tocó afrontar la crisis hace muchos meses.
El caso colombiano ha sido diferente. El Fondo Nacional del Café, creado en 1942, tiene como función principal garantizar la estabilidad y la sustentación del precio del grano. Esto lo hace a través de la compra a los caficultores colombianos de su cosecha a un precio mínimo garantizado, que es el precio interno del café. Posteriormente lo exporta la Federación de Cafetéros y el producto de esta venta constituye el principal ingreso del Fondo. El precio se había logrado mantener hasta la semana pasada sin disminución real para los caficultores, con lo cual Colombia se había convertido en el país productor del mundo con cotización interna más alta en términos de dólares. (Ver cuadros). Pero el Fondo Nacional del Café no es un barril sin fondo y su capacidad de aguante tiene un limite.
El punto de equilibrio para el Fondo es de un dólar con ocho centavos por libra de café. Cualquier precio por debajo de esta suma genera una pérdida. El año pasado, por ejemplo, el precio promedio del café fue de 88 centavos de dólar por libra, lo cual quiere decir que por cada libra exportada el Fondo perdió 20 centavos de dólar. Si se multiplica esa pérdida por el el total de sacos de 60 kilos (132 libras) exportados -que fueron 12 millones 300 mil- se concluye que sólo en 1991 el Fondo perdió cerca de 325 millones de dólares. Las proyecciones para este año no eran más halagadoras. Con una producción cercana a los 16 millones y medio de sacos, exportaciones proyectadas de 13 millones de sacos y un precio promedio por libra de 80 centavos de dólar, el déficit del Fondo hubiera sido de 340.000 millones de pesos, que equivaldrían a prácticamente la mitad de los activos del mismo que, hoy por hoy, apenas superan los 800.000 millones de pesos. Sin embargo, si se considera que la mitad de esos activos están representados en inventarios de café (ver cuadro), un déficit de la magnitud del que se proyectaba significaba, en plata blanca, el fin de la liquidez del Fondo y, por ende, de su capacidad de sustento del precio.
Con este panorama de proyecciones poco alentador había comenzado el año cuando se produjo un nuevo desplome de precio generado por la falta de definici6n de políticas del Brasil en la reunión cafetera de Londres. Si con precios de 80 centavos la situación era dramática, con promedios inferiores a 70 centavos la cosa adquiría dimensiones de catástrofe. La acción, en consecuencia, tenía que ser inmediata y algo había que hacer para reducir en forma drástica el déficit del Fondo, con el precio interno del café.
En este contexto comenzaron las negociaciones entre la Federación, que buscaba proteger a toda costa los intereses de sus agremiados, y el Gobiemo, que buscaba reducir al máximo el déficit del Fondo. Transcurrieron ocho días de ires y venires y negociaciones intensas, de las cuales la opinión pública no se enteró sino al final.
Como resultado de éstas, ambas partes tuvieron que ceder. La Federación se comprometió a tomar una serie de medidas de impacto inmediato con el propósito de disminuir el déficit en 200.000 millones de pesos este año. Para comenzar, había que reducir el precio interno de la carga de café, cuyo valor hasta la semana pasada era de 100.000 pesos. La reducción acordada fue del cinco por ciento, es decir que la carga quedó en 95.000 pesos, de los cuales 80.000 se pagan en efectivo y 15.000 en los llamados Títulos de Apoyo Cafetero, más conocidos como TAC. Si los precios se recuperan en lo que falta del año y se logra un promedio de 80 centavos de dólar por libra, esa medida implicará un ahorro de 100.000 millones de pesos en el déficit del Fondo. Si por el contrario, la situación cafetera mundial continúa deteriorándose de aquí al final de agosto de este año, habría que hacerse una nueva reducción en el precio.
Pero como el recorte requerido era de 200.000 millones de pesos, faltaba todavía la mitad. Para ello se le fijó la meta a la Federación de tratar de reducir la producción cafetera de este año en medio millón de sacos. Esa disminución debe logarse esencialmente a través de dos medidas: la renovación de cafetales tecnificados y el incremento de los cafetales con sombrío. La renovación, a su vez, se va a adelantar de dos maneras: estimulando la zoca, que consiste en podar casi de raíz los cafetales viejos para mejorar su productividad y promoviendo la renovación de cafetales mediante siembra, sobre todo en aquellos de más de nueve años de sembra dos. Si bien eso tiene como ventaja inmediata el sacar de producción los cafetales renovados durante dos o tres años, la desventaja es que cuando vuelven a entrar en producción generan el doble de café. Para estimular esa renovación, la Federación de Cafeteros le reconocerá a los caficultores que se inscriban en el programa la suma de 300.000 pesos por hectárea renovada. La idea en el tiempo es que este programa se continúe desarrollando año tras año, de manera que el área sembrada se reduzca en forma permanente de un millón 200.000 hectáreas a un millón.

La segunda medida consiste en incrementar el número de cafetales con sombrío. Tradicionalmente en Colombia el café se sembraba con sombra y a eso se atribuía en buena parte la mejor calidad del café colombiano. Sin embargo, con la aparición del caturra y la variedad Colombia, los árboles de sombrío fueron desapareciendo. La siembra de estos obliga a abrir calles entre los cafetales y además protege contra la erosión.
Se ha estimado que la apertura de esas calles reduciría el área cultivada en un siete por ciento. Esta medida también permite fortalecer los programas de diversificación, puesto que implica la siembra de árboles frutales que le pueden generar ingreso adicional a los caficultores.
Las dos medidas anteriores tendrían un costo de aproximadamente de cinco mil millones de pesos, pero permitirían ahorrar a su vez cerca de 32.000 millones de pesos, con lo cual se obtendría un ahorro neto de 27.000 millones para el Fondo Nacional del Café.
Otro frente donde la Federación debe actuar para reducir el déficit del Fondo es en el de la venta de activos del mismo, como el Banco Cafetero, la Flota Mercante Grancolombiana y todos aquellos que no sean indispensables para su operación. Esas ventas deben generar 40.000 millones de pesos, y para facilitar el proceso el Gobierno se comprometió a establecer una línea de crédito por el mismo monto para financiarle al sector privado cafetero la compra de esas empresas.
La Federación deberá también tratar de incrementar el volumen de café exportado en 1992 para de esa manera compensar parte de los recursos que se pierden por la caída del precio internacional. Para los representantes del Gobierno, esto implica la adopción de políticas de comercialización más agresivas que en el pasado.
Finalmente la Federación se comprometió con el Gobierno a reducir tanto el presupuesto de gastos aprobado para 1992 como su planta de personal, y en particular la de las oficinas centrales en Bogotá, en 20 por ciento. Con el anterior paquete de ahorros de 200.000 millones, se aspira a llegar a que ese déficit no supere 140.000 millones de pesos.
Pero si la cuota de sacrificio de los cafeteros es importante, la del Gobierno no lo es menos. Dentro del gremio había hecho carrera la tesis de que si a los cafeteros les tocaba darle la mano al Gobierno en los tiempos de bonanza, como sucedió a mediados de la década de los 70 y nuevamente en 1986, era apenas justo que existiera una reciprocidad de parte del Gobierno precisamente cuando atrávesaban una de las peores coyunturas de la historia del cultivo del grano y ciertamente la peor que recordaban los actúales voceros. Esa llamada línea dura estaba encabezada por el ex ministro Alfonso Palacio Rudas y por el representante de Caldas en el Comité Nacional de Cafeteros, Mario Gómez Estrada.
Las concesiones del Gobierno también eran un paquete de medidas. Para comenzar, un crédito de 100 millones de dólares otorgado por éste a la Federación en noviembre del año pasado a un plazo de cinco años, podrá pagarse con activos del Fondo Nacional del Café. Esos activos comprenden desde lotes y acciones de empresas hasta inventarios físicos de café. Como este último renglón es el más abundante de los activos del Fondo y el de más difícil realización, es muy probable que sea con ese café con lo que le pague la Federación al Gobierno. Esto, en la práctica, es una condonación en la medida en que ese café no tenía mucha salida en la coyuntura del mercado actual.
Por otro lado se le autorizó a la Federación un cupo de endeudamiento externo adicional de 100 millones de dólares a mediano plazo para financiar la compra de la cosecha cafetera de este año, la cual ya está recogida en un 60 por ciento. Estos recursos deberán aliviar el flujo de caja del Fondo que en época de cosecha tiene que desembolsar entre ocho y 10 mil millones de pesos diarios.
La tercera concesión consistió en comprometerse a incluir dentro del paquete de reforma tributaria que va a presentar al Congreso a mediados de marzo, la suspensión de la transferencia de recursos del Fondo a la Nación que contempla la Ley 9 de 1991. La suspensión de esa transferencia, que es del dos por ciento de los reintegros cafeteros para este año y del uno por ciento para el 93 y el 94, le ahorrará al Fondo Nacional del Café más de 18 mil millones de pesos en 1992 .
El Gobierno también le otorgará a los cafeteros dos líneas de crédito en pesos por un monto total de 55 mil millones. La primera consiste en un crédito del IFI para compra de activos por 40 mil millones. La segunda es una línea de capital de trabajo de Finagro por valor de 15 mil millones para financiar compras de café a los productores.
Por último, se volvió a establecer la figura de la retención cafetera que había desaparecido con la Ley 9 de 1991. La retención consiste en que por cada saco de café que se va a exportar hay que entregarle al Fondo un porcentaje de café pergamino, que es el café que no ha sido trillado todavía. Con este instrumento se pretende recoger el excedente de producción que desborda a corto plazo la capacidad de compra de la Federación. Esa retención quedó establecida en el 5.26 por ciento del volumen de las exportaciones.
Al final de la semana pasada los cafeteros parecían haber recibido con realismo las medidas. Estas buscaban, en esencia, además de reducir de manera inmediata el déficit del Fondo para que éste no desapareciera a corto plazo, la disminución de la producción cafetera y enviarle una señal clara y perentoria a los cultivadores del grano de que no se puede seguir sembrando café de manera indiscriminada, pues el panorama de la industria y de los mercados internacionales a mediano plazo, no es el mejor. Si estas medidas no cumplen su cometido y termina por agotarse la liquidez del Fondo, el país tendría que trasladar directamente los precios internacionales al pretérminos reales, se traduciría en que la carga de café en las circunstancias actuales, en vez de costar 95.000 pesos apenas llegaría a los 50.000 pesos.