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¡¡Azúcar!!

El alza en el precio internacional del azúcar da un respiro a una industria que atravesaba por una aguda crisis y abre oportunidades para reorientar el negocio.

17 de julio de 2000

La industria azucarera acaba de superar el momento más amargo de su historia reciente. Tras un período de precios bajos que tuvo al borde de la quiebra a más de un ingenio, las cosas han empezado a mejorar. En los últimos tres meses los precios han vuelto a subir y tienen perspectiva de mantenerse, al menos por un tiempo.

Es un alivio para las empresas del sector, que lo necesitaban con urgencia fortalecerse y encarar nuevos retos hacia el futuro.

Los azucareros vivieron su momento más difícil en 1999. En ese año se juntaron todos los ingredientes para el descalabro del sector: invierno, altas tasas de interés, caída en el consumo, crisis de los países vecinos y el precio internacional del producto más bajo de la historia. En palabras de Ricardo Villaveces, presidente de Asocaña, “lo que no debería subir subió, y lo que no debería bajar bajó. Se batieron récords, pero en lo negativo”.

Como si esto fuera poco, en su afán por ganar participación en el mercado local algunos productores desataron una guerra de precios en la que todos los ingenios salieron perjudicados. El bulto de azúcar llegó a costar 18.000 pesos en noviembre de 1999, cuando seis meses atrás estaba en 34.000 pesos.

Lejos de estar preparados para esta crisis, los ingenios arrastraban deudas considerables, resultado de las inversiones que habían hecho a principios de los 90. En ese entonces se habían endeudado para ampliar su capacidad de producción, animados por la perspectiva de exportar al Pacto Andino. Sin embargo la promesa de un acceso preferencial a los países vecinos nunca se cumplió. Se vieron entonces obligados a vender en otros mercados externos lo cual no resultó muy buen negocio por la volatilidad de los precios y por la revaluación que agobió a los exportadores durante casi una década.

Al primer trimestre de 2000 los resultados eran verdaderamente alarmantes. Siete de los principales ingenios registraron pérdidas por 31.000 millones de pesos entre enero y marzo, según la Superintendencia de Sociedades. Muchos de ellos se vieron en aprietos para pagar los intereses de sus deudas y se convirtieron en un dolor de cabeza para los bancos. Aquejados por graves problemas de liquidez empezaron además a retrasar los pagos a los proveedores y a los cultivadores de caña, con lo cual se extendió la crisis a otros renglones de la economía.



El milagro

La situación llegó a ser muy preocupante, ya que no sólo estaba en juego la viabilidad de un grupo importante de empresas, sino la estabilidad económica de toda una región. En el Valle del Cauca la industria del azúcar genera cerca de 30.000 empleos directos y 200.000 indirectos. Por eso la crisis amenazaba con tener devastadoras consecuencias sociales. Pero en los últimos tres meses las cosas han cambiado para bien y en estos días los empresarios del sector respiran aliviados.

Desde marzo el precio internacional del azúcar se ha duplicado, y —lo más importante— tiene perspectivas de mantenerse elevado (ver recuadro). Y si bien el precio actual aún está por debajo de los niveles observados en otras épocas, el incremento ha bastado para una mejoría sustancial en el desempeño de los ingenios. “En los estados financieros los números ya no son rojos”, comenta un empresario del sector.

“Definitivamente esto se compuso”, dice Juan José Lülle, cabeza de la división agroindustrial en la organización Ardila Lülle, que participa con 35 por ciento del mercado de azúcar. En su opinión, una tasa de cambio más favorable y precios más altos permitirán duplicar el valor de las ventas con respecto a los niveles de hace seis meses. Con mayores ingresos y liquidez su grupo —el mayor productor privado de azúcar a base de caña en el mundo— se verá muy beneficiado.



La lección

Claramente, para los ingenios lo peor ya pasó. La situación actual les permitirá a la mayoría de las azucareras estabilizarse y aquellas acosadas por problemas financieros tendrán un mayor margen de maniobra para sanear sus balances. No obstante los expertos advierten que este alivio no será permanente. Para Villaveces, tarde o temprano volverán a caer los precios internacionales y la industria debe prepararse para competir exitosamente en el exterior, cualquiera que sea el precio.

En este sentido la crisis sirve para poner en evidencia las debilidades que tiene la industria azucarera, que no se notaban en tiempos de bonanza. A pesar de que ya han reducido sus costos en forma importante muchos ingenios siguen operando con exceso de capacidad instalada. También están por resolver problemas como los elevados costos de transporte, las deficiencias de tipo administrativo, y —en algunos casos— la inseguridad.

Las dificultades han obligado a los ingenios a buscar soluciones. Una de ellas es el nuevo fondo de estabilización de precios que propone ordenar el mercado nacional, mejorando los ingresos de los productores. Esta medida, sin embargo, no parece ser suficiente y los empresarios han empezado a considerar otras alternativas para hacerse competitivos en el largo plazo. Las recomendaciones de los expertos apuntan a dos tendencias que deberán orientar el desarrollo de la industria en el futuro.

La primera consiste en realizar alianzas estratégicas y fusiones. Por esta vía se lograría aprovechar en forma más eficiente la capacidad instalada disponible. La consolidación, que es una tendencia mundial, traería grandes ahorros en costos y ganancias en competitividad. Los ingenios colombianos, forzados por las circunstancias, han empezado a considerar en serio esta posibilidad y no se descarta que en el futuro haya movimientos en esa dirección.

La segunda estrategia consiste en reemplazar gradualmente las exportaciones de azúcar por las de productos derivados con mayor valor agregado. Varias compañías ya han comenzado a recorrer este camino y en la actualidad el 10 por ciento de las exportaciones colombianas de azúcar van incorporadas en dulces y alimentos procesados. Y si bien el país ha avanzado en este aspecto, es claro que aún falta mucho camino por recorrer.

Ojalá las lecciones de la crisis lleven a los azucareros a aprovechar el alivio que han traído los mejores precios y emprendan con decisión los ajustes necesarios para tener mayor independencia frente a los vaivenes de los mercados internacionales.