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Bogotanos: La mano al dril!

Con la promulgación del Estatuto Orgánico de Bogotá, los habitantes de la capital tendrán que pagar más y exigir más

23 de agosto de 1993


SE ACABARON LAS EXCUSAS. DURANTE MUCHOS AÑOS los alcaldes mayores de Bogotá, incluído el actual, se escudaron en su falta de poder y en la escasez de recursos para justificar los grandes problemas de la capital y su incapacidad para solucionarlos. Y no fueron pocos los que centraron su gestión en programas de bajo costo pero de gran popularidad, como las ciclovias, los conciertos o los Cais.
A partir de la semana pasada. sin embargo, la situación dió un vuelco radical. Con la expedición del Estatuto Orgánico de Bogotá por parte del Presidente de la República, los poderes del Alcalde aumentaron considerablemente -con la consecuente reducción de los que tenían los concejales de la ciudad- y la capital podrá contar en adelante con los recursos que necesita toda gran urbe para garantizar el bienestar de sus habitantes.
En adelante. el Alcalde Mayor de Bogotá podrá, entre otras cosas, planificar el presupuesto de la ciudad, contar con nuevas rentas -procedentes del impuesto de valorización por beneficio general, de la modernización del predial y de la autorización para fijar una sobretasa al precio de la gasolina- y manejar con mayor independencia las empresas de servicios públicos.
A nivel político, quizá lo más importante -desde el punto de vista de las dificultades aducidas siempre por los alcaldes para imponer sus puntos de vista sobre el manejo de la ciudad- es que con el nuevo estatuto la función de coadministrador que tenía el Concejo Municipal se reduce de manera considerable. Y el Alcalde tendrá mayor poder para manejar las administraciones menores en que está dividida la ciudad.
Todas son atribuciones que, desde hacía muchos meses, venía pidiendo Jaime Castro, el actual burgomaestre de la ciudad. Sobre todo las relacionadas con la posibilidad de incrementar el esfuerzo tributario de la capital, que de acuerdo con estudios realizados en los últimos años por misiones especializadas, era uno de los menos dinámicos a nivel nacional.
Para Castro, sin embargo, el Estatuto se puede convertir en un arma de doble filo. Porque si bien es evidente que el Gobierno nacional tenía un interés partidista muy claro en su expedición -para evitar un doble fracaso liberal en el manejo de la ciudad-, no resulta menos cierto que Castro ha gastado ya la mayor parte de su capital político y que el tiempo que le queda al frente de la ciudad puede resultar insuficientc para mostrar resultados.
El Alcalde se salió con la suya, no obstante, en un punto que resulta crucial para el futuro de la ciudad. Y eso. sin duda, lo podrá capitalizar como uno de sus mayores logros a la hora de los balances: el haber sacado adelante la valorización por beneficio general -que, sin ser idea suya, la tomó como una de sus banderas- y la de abrir la posibilidad de que Bogotá tenga los recursos que necesita para mantener su infraestructura vial, con una sobretasa discrecional a la gasolina.
En el caso particular de la valorización, el Estatuto limitó el monto que se podrá cobrar en cada año al 50 por ciento de los ingresos corrientes del Distrito en el año inmediatamente anterior. Lo que quiere decir que de los 170 mil millones de pesos que esperaba recaudar por ese concepto, el actual gobierno distrital só1o podrá contar con unos 85 mil millones. Pero eso será suficiente para sacar adelante muchas de las obras que tenía en mente la actual administración, y para entregar una ciudad sin tantos huecos como los que tiene ahora.
Menos claro es cuánto podrá recaudar por los otros conceptos. La sobretasa a la gasolina es una especie de carta blanca para salir de problemas. Pero, como siempre que se trata de impuestos y recaudaciones, no resulta nada fácil de aplicar. Y menos cuando se ha tenido de antemano que acudir al expediente de la valorización. En este caso, además, es el Concejo el que tendrá que aplicar la sobretasa. Y nadie se atreve a vaticinar cómo serán en adelante las relaciones entre Alcalde y concejales.
Algo similar sucede con el impuesto predial. Aunque en este caso el problema central, desde el punto de vista del contribuyente, no es la novedad del impuesto sino la complejidad de su cálculo. La mayoría de los ciudadanos no ha logrado entender todavía en qué consiste el autoavalúo contemplado en el Estatuto, ni cuáles serán sus consecuencias. Aunque todos están seguros de que, si fue aprobado como solución a los problemas del Distrito, es porque con él se espera incrementar los muy bajos recaudos que tiene la ciudad por tal concepto.
Y eso es algo a lo que tendrán que habituarse los ciudadanos de la capital. A pagar más impuestos. Al fin y al cabo -y como quedó demostrado en los últimos años- esa parece ser la única forma de que la ciudad funcione. Como funcionan las grandes capitales en el mundo: a base de impuestos. No en vano las grandes megalópolis, que ofrecen a sus habitantes un cúmulo de ventajas, son también las ciudades más caras del mundo.
Lo importante es que, como lo dijo el presidente Gaviria en la promulgación del Estatuto, los recursos se utilicen bien. " Todos sabemos -dijo el Presidente- que el servicio más costoso es el que no se tiene". Y que "para que el Estado pueda cobrar mayores impuestos, contribuciones o tarifas, debe garantizar que los dineros se empleen eficientemente y con honestidad". Y ese es el punto sobre el cual tendrán que estar vigilantes los habitantes de Bogotá a partir de la promulgación del Estatuto Orgánico para la Capital.