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BONANZA PASO POR AQUI

1986, el mejor año de la década para la economía colombiana

26 de enero de 1987

Existe por ahí un adagio que dice que más vale un buen final que un buen comienzo, y aunque todo hace pensar que la frase se refiere en realidad a las obras de teatro, lo cierto es que, en el caso de la economía colombiana, lo ocurrido durante 1986 le ha hecho pensar a los analistas que la segunda mitad de esta década está pintando mucho mejor que la primera. Después de la recesión más prolongada que haya sufrido el país en su historia reciente, así como de un severo programa de ajuste económico, la llegada de la bonanza cafetera fue el primero de una serie de hechos felices que convencieron a los observadores de que este fue, en la parte económica, el mejor año en lo que va corrido de los ochenta. Mejor aún existen optimistas que afirman que con un mínimo de suerte, Colombia tiene todas las condiciones para lograr que su economía continúe teniendo un buen desempeño. Semejante perspectiva es todavía más interesante si se tiene en cuenta que el resto de naciones latinoamericanas sigue --con muy contadas excepciones-- debatiéndose entre la cuantiosa deuda externa y los planes de austeridad exigidos por los banqueros internacionales.
Este futuro favorable no quiere decir, sin embargo, que el país haya salido al otro lado. Todo lo contrario, existen problemas y muchos. La diferencia en esta ocasión es que por lo menos se tiene la esperanza de que las cosas se solucionen poco a poco. Aun en el caso del desempleo --el lunar más grande de la economía colombiana--, las cifras de diciembre dadas a conocer por el DANE, demostraron que el empleo está reaccionando gracias a la buena dinámica de la producción.
La posibilidad de ir saliendo paulatinamente a flote estará, como es obvio, condicionada por lo que suceda con la política económica de la administración Barco. El 7 de agosto pasado, la batuta en el manejo económico pasó de las manos de Hugo Palacios a las de César Gaviria, un joven parlamentario de Risaralda quien dedicó la mayoría de su tiempo como titular de las finanzas a defender con éxito el proyecto de reforma tributaria aprobado hace unos días por el Congreso.
A diferencia de sus antecesores en el cargo, el nuevo ministro tuvo la fortuna de no tener que llegar a apagar incendios, aparte de los fuegos normales. Esa ventaja relativa debe ayudarle al gobierno a enfocar sus baterías en la elaboración integral del plan de desarrollo, que tiene como objetivo central la erradicación de la pobreza absoluta. La idea, presentada por el presidente Barco en su discurso de posesión, tiene como finalidad mejorar en forma sustancial el nivel de vida de los millones de colombianos que están por debajo de lo que los especialistas califican como la línea de pobreza. Por tanto, la actual administración ha hablado claramente de otorgar la cobertura necesaria en áreas tan vitales como salud, obras de infraestructura (dándole enfasis a la construcción de acueductos y alcantarillados), vivienda, educación y oportunidades de empleo.
Como es de suponer, el éxito de ese esfuerzo estará también supeditado por el desempeño de la actividad productiva. A pesar de que actualmente se vive un momento de optimismo, para muchos es claro que un error en el diseño de la política económica puede costarle al país volver a vivir las duras épocas pasadas. No obstante, esa posibilidad no impide reconocer que en 1986 hubo una serie de situaciones que hace esperar que las cosas sigan mejorando en los próximos años. Entre ellas, se destacan las siguientes:
1. Tinto suave
Diez años fueron necesarios para que los colombianos volvieran a oír dos palabras que cambian de un momento a otro la situación y la confianza en el país: bonanza cafetera. Y así fue. La sequía que afecto los cafetales brasileros a mediados del año pasado originó un alza considerable en las cotizaciones internacionales del grano, gracias a la cual Colombia obtuvo buenos dividendos. En el año cafetero 1985-86 (que va de septiembre a septiembre) se exportaron 11.5 millones de sacos, casi 2 millones de sacos más que en el año inmediatamente anterior, con lo cual se logró una cifra récord en la historia del país.
Esas ventas se hicieron a un precio promedio de 1.96 dólares por libra (unos 60 centavos más que en 1985) y los reintegros por exportaciones llegaron a cerca de 2.300 millones de dólares, un 45% más que el año pasado.
El efecto de la bonanza no se hizo esperar. El Fondo Nacional del Café pagó deudas por casi 400 millones de dólares y se consolidó patrimonialmente; el precio interno de compra del grano se reajustó en más de un 70%; y el gobierno consiguió en un discutido acuerdo que los cafeteros le hicieran préstamos subsidiados por unos 60 mil millones de pesos.
Los buenos resultados en ese campo no describen, sin embargo, el tortuoso recorrido de la bonanza. Afectado por la presencia de los especuladores en la bolsa de productos de Nueva York, el precio del grano en el mercado se comportó como si estuviera en toda una montaña rusa. Las bruscas variaciones en las cotizaciones dejaron confundidos a los expertos que durante años se habían acostumbrado a ver un mercado cafetero sin sobresaltos. Después del pico de enero cuando el grano se cotizó por encima de los 2.60 dólares por libra, hubo una caida rápida en febrero seguida por una recuperación en marzo. A continuación, los precios se desplomaron hasta llegar a los 1.60 dólares en junio, subieron en julio, cayeron en agosto, subieron en septiembre y desde entonces han venido disminuyendo hasta situarse en cercanías de los 1.40 dólares la libra. La situación es tan errática que nadie se atreve a apostarle al futuro y aunque las cifras de producción deberían llevar a un aumento en los precios, los "descaches" en los pronósticos han sido tantos que la mejor estrategia es permanecer en silencio.
Ese sube y baja en las cotizaciones acabó siendo nefasto para algunos. El grupo Gonche, el segundo exportador privado más grande del país, sufrió fuertes reveses económicos y una de sus filiales, Gonchecol, prácticamente desapareció de los registros de exportación durante el segundo semestre del año. Como consecuencia, la mayoría de las exportaciones de café hechas por particulares quedó en manos de firmas extranjeras, por primera vez en mucho tiempo.
Pero lo cierto es que aparte de las angustias de los exportadores, los caficultores empezaron a recibir los frutos de la bonanza. El importante aumento en el precio interno le está dando una vez más a la zona cafetera, la característica de ser la más pujante del país y aunque la cosecha de este año estuvo afectada por problemas climáticos, los especialistas sostienen que los caficultores se están resarciendo de las penurias de años pasados.
Como es normal en estos casos, la presencia de la bonanza llevó a decisiones en el área de la política económica. Durante buena parte de 1986, la preocupación principal de las autoridades monetarias fue la de evitar que la infusión de dólares se monetizara, con lo cual se podían crear presiones inflacionarias. Desde un comienzo, el gobierno se puso la meta de evitar que el dinero en circulación en la economía creciera más de un 28% en el año y sólo hasta finales de noviembre los controles impuesto dieron como resultado la cifra deseada. El éxito se consiguió primordialmente gracias a dos papeles que volvieron al mercado financiero: los Títulos de Participación y los Títulos Canjeables. Con ellos se logró congelar una suma de recursos superior a los 200 mil millones de pesos, gracias a lo cual el gobierno podrá alcanzar la meta fijada a comienzos del año.

2. La mejoría del paciente
La presencia de la bonanza fue definitiva para que en 1986 la economía colombiana saliera en forma más rápida de la sala de cuidados intensivos, donde estuvo internada durante todo 1985. Aunque hace un año ya se sabía que la situación iba a estar más holgada, la verdad es que la bonanza generó los recursos Y la confianza necesaria para que la recuperación se hiciera realidad. El clima de los negocios fue el mejor de la década y las expectativas de crecimiento de la economía hablan de, por lo menos, un 5% este año. La industria, el comercio y la agricultura, fueron los líderes entre las actividades productivas, gracias a un mercado externo vigoroso y a uno interno en mejoría. Adicionalmente, la inflación se mantuvo a raya y el aumento en los precios no debe superar el 20% en el año.
El buen ritmo de actividad económica se reflejó claramente en los resultados contables de la mayoría de empresas. Aquellas que venían ganando, aumentaron sus utilidades y casos que en algún momento se llegaron a calificar de perdidos como los de Fabricato, Paz del Río y Avianca fueron revaluados por los observadores. Con ese desempeño, no es de extrañar que las acciones de compañías que se transan en las bolsas de valores del país se hubieran multiplicado hasta por más de cinco veces. El nuevo clima de confianza en las posibilidades de la economía se tradujo en un tímido repunte del empleo industrial y en las mayores importaciones de maquinaria.
A pesar de que han pasado tan solo 12 meses desde que comenzara la reactivación, el cambio para la economía ha sido sustancial. El temor a la crisis cambiaria parece haber desaparecido, por lo menos a la vuelta de dos años. Tal como lo reconoció recientemente el gerente del Banco de la República, las reservas internacionales del país se deben incrementar en más de un 50% en 1986, superando la barrera de los 3 mil millones de dólares. Aparte de lo sucedido con el café, las demás exportaciones deben aumentar su valor en dólares en más de un 20%. Como consecuencia, Colombia es una vez más el país con mejor rango de crédito en Latinoamérica para los banqueros internacionales. Tal como sucedía antes de 1984 el Fondo Monetario volvió a ser una entidad oscura y el término "ajuste" dejó de asociarse con las políticas del gobierno. La confianza del Banco Mundial y el oportuno pago del servicio de la deuda deben influir para que el gobierno pueda obtener un segundo crédito jumbo consecutivo (el primero fue desembolsado hace unos meses), pero esta vez con destino al sector eléctrico y a pesar de la desconfianza patente de los grandes bancos hacia Latinoamérica.
Aparte de la amenaza de la crisis externa, el país parece también haber dominado la crisis fiscal.
Aunque en la primera mitad de 1986 al gobierno saliente se le alcanzó a ir la mano en los gastos, el buen comportamiento de los recaudos por concepto de impuestos y la toma oportuna de medidas correctivas impidieron que el problema del déficit se saliera de control. La situación es tan buena ahora que las primeras estimaciones indican que el déficit del sector público va a ser inferior, como porcentaje del Producto, al de 1980.

3. Todavía sin trabaio
Como era de esperarse, el buen desempeño de la actividad productiva tuvo su efecto sobre los índices de desempleo. La presentación del informe de la misión Chenery en julio pasado mostró que si el país quería ver reducido en forma sustancial el número de desocupados, la única solución es la de lograr una tasa de crecimiento sostenida superior al 4% anual. Coincidencialmente, la entrega del informe se hizo en la misma época en que el DANE reveló que, en junio, la tasa de desempleo había llegado a un 14.7% en las siete ciudades más grandes del país, cifra que rompió todas las marcas previas.
No obstante, la primera señal de aliento se recibió en septiembre cuando la misma entidad informó que la tasa había bajado al 13%. La confirmación se recibió la semana pasada cuando se anunció que este mes el índice de desocupación bajó al 12.5%, nivel similar al de diciembre de 1983 aunque todavía muy lejano del 7% alcanzado en 1981. Las cifras del año han demostrado una vez más que el empleo está ligado a lo que suceda con la actividad productiva y por lo tanto le da más importancia a lo que pase en 1987. En el peor de los casos se espera que la cifra de diciembre se mantenga mientras se consolida la recuperación de la economía.
La administración Barco intentó hacer algo sobre el tema cuando formuló, a través del ministro del Trabajo, un plan de choque contra el desempleo, con el objetivo de crear unos 200 mil puestos de trabajo en un período muy corto. Aunque en un principio fue bien recibida, las fallas de la idea hicieron que esta fuera cada vez menos ambiciosa, quedando finalmente reducida a un proyecto de ley que, de ser estudiado en las proximas sesiones extraordinarias del Congreso, cuenta con el rechazo de los sindicatos y de los empresarios.

4. La plata perdida
Algo parecido a lo que le sucedió al empleo, le pasó también al sector financiero. Después de tener años de pésimos resultados, la situación se estabilizó en 1986, pero sin que esté claro si las cosas van a mejorar rápidamente. El problema de la cartera de dudoso recaudo pareció tocar techo y en algunos casos disminuyó gracias a que la reactivación le permitió a varias empresas salir de la crisis y ponerse al día en sus obligaciones.
Adicionalmente, la mayoría de entidades financieras mejoró su margen y, por consiguiente, sus resultados contables, con unas pocas excepciones. En opinión de los conocedores, buena parte de la mejoría estuvo directamente relacionada con el control impuesto a principios de enero, a las tasas de interés de captación y colocación de dinero. La medida, que fue desmontada en junio, fue especialmente importante porque le demostró a muchas instituciones que también se podía obtener ganancias con tasas más razonables. Aunque las tasas de interés volvieron a aumentar en diciembre, están todavía lejos de los niveles alcanzados hace un año, lo cual hace pensar que la rebaja se mantiene, no sólo en beneficio de la economía en general sino de las mismas entidades de crédito.
Aparte de ese hecho, el año se destacó porque continuó el esfuerzo de capitalización en la mayoría de los intermediarios de crédito. El mayor recipiente de fondos fue, como es de suponer, el Banco de Colombia, que al ser nacionalizado contó con los recursos disponibles para salir adelante. El salvamento del Colombia fue aparentemente el último por parte del gobierno. Aunque no se ha dicho expresamente, todo parece indicar que la política del gobierno del presidente Barco es la de intervenir y liquidar a las entidades que se encuentren en problemas, en los casos en que esto sea posible.

5. Año nuevo, leyes nuevas
Durante el último trimestre del año, la atención de la gente se concentró en el proyecto de reforma tributaria presentado por el gobierno al Congreso y convertido en ley la semana pasada. La idea es similar a la de la reforma norteamericana y tiene como objetivo central simplificar las normas y redistribuir las cargas tributarias entre diversos grupos de contribuyentes.
Para lograr esa meta, la nueva ley echa por tierra una serie de deducciones y exenciones que existían y a cambio rebaja sustancialmente las tasas de impuesto de personas y sociedades. La rebaja en algunos casos es tan drástica que cerca de un millón y medio de colombianos asalariados dejarán de pagar retención en la fuente sobre sueldo o, si es del caso, dejarán de pagar impuesto de renta.
La aprobación de la reforma fue prioritaria para el gobierno, el cual movió dentro del Congreso todos los hilos posibles para sacarla adelante.
La insistencia de Gaviria y sus colaboradores, así como la tenacidad del ponente del proyecto, el senador liberal Victor Renán Barco, fue definitiva para que en escasos 45 días, el Parlamento aprobara una iniciativa similar, en su mayoría, a la original. Aun que todavía no está claro cuál es el efecto de la reforma sobre los recaudos, el gobierno confía en que estos se mantengan. Los grandes beneficiados son, sin duda, los contribuyentes privados, pues buena parte de la rebaja es asumida por una serie de entidades públicas que entra a pagar impuestos. Por tanto, hay gente que espera que los recursos liberados vayan a apuntalar todavía más la demanda interna y contribuir al buen desempeño de la economía.
Es precisamente el futuro el que preocupa a los especialistas. Según todo parece indicar, se tienen las condiciones necesarias para que la economía mantenga su ritmo de crecimiento. Así la bonanza cafetera se termine, la solidez en el frente externo parece asegurada, lo mismo que la tranqullidad económica interna. El unico gran interrogante es el de la inflación, pero el éxito en el control de los precios durante los últimos meses hace pensar que no se van a presentar sorpresas desagradables.
Con esas perspectivas, la duda de muchos sigue siendo el clima social del país. A pesar de tener una de las economías más sólidas de Latinoamérica, Colombia sigue siendo un lugar difícil e inseguro para los inversionistas nacionales y extranjeros. Aunque la situación ahora es favorable, lo cierto es que el país necesita ganarse la confianza de la gente, si desea seguir creciendo. La incógnita social es tan grande que muchos expertos opinan que si no se resuelve pronto, la entrada de Colombia en la próxima década tiene, como dicen los médicos, "pronóstico reservado".