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E U R O P A

Caída libre

Un año y medio después de su lanzamiento, el euro pasó de ser una amenaza a la hegemonía del dólar, a comportarse como una moneda del Tercer Mundo.

5 de junio de 2000

De 1997 a 1999, cuando las monedas de los países de América Latina y Asia se devaluaban estrepitosamente, los analistas decían que los inversionistas habían perdido la confianza en estos países debido a su inestabilidad económica. Nadie quería, según ellos, tener la moneda de Brasil, Colombia o Tailandia —entre otros—, debido a que tenían un elevado déficit fiscal y unos sistemas financieros débiles y sus gobiernos parecían incapaces de adelantar reformas estructurales que les dieran estabilidad a sus economías. En esos casos era entendible que los inversionistas vendieran el baht tailandés, la rupia de la India o hasta los rublos rusos. Hoy, sin embargo, cuando la moneda de la Unión Europea —el euro— ha perdido el 24 por ciento de su valor frente al dólar y nada parece detener su caída, los analistas se preguntan qué hay detrás del desencanto de los inversionistas con la hasta ahora potente divisa europea. Sobre todo si se tiene en cuenta que la economía de ese continente se ha recuperado, el desempleo está cayendo, el déficit fiscal no es alto y nada parece indicar que se acerque una crisis financiera. Claudio Piron, economista de la tesorería del Standard Chartered Bank en Londres, dijo a la cadena CNN que mientras el aparato productivo de Estados Unidos sea más fuerte que el de la Unión Europea —y a no ser que el Banco Central Europeo intervenga fuertemente en el mercado— la devaluación del euro continuará. No hay que olvidar, aseguró, que los flujos de inversión siempre se transfieren a la moneda que genere la mayor confianza y los más altos rendimientos. Y es evidente que mientras la economía de Estados Unidos siga creciendo a tasas superiores al 5 por ciento, y las expectativas de las tasas de interés continúen al alza, los inversionistas preferirán los dólares a los euros. ¿Es grave? Para muchos analistas, de seguir esta situación, la estabilidad económica de Europa estaría en peligro. Primero, porque cuando la devaluación es tan alta las probabilidades de que se dispare la inflación aumentan. Y, segundo, porque la caída del euro podría disminuir la inversión en los países de la región y eso afectaría el dinamismo económico que ha tenido en los últimos meses el Viejo Continente. Para otros economistas, no obstante, la situación no es tan grave. Klaus Friedrich, economista en jefe del Dresdner Bank, aseguró en una conferencia en Hungría que el euro no se hundirá y que los que deberían estar preocupados son los norteamericanos, ya que el déficit comercial de ese país es enorme y la debilidad del euro hace que los productos europeos se vendan con mayor facilidad en Estados Unidos, mientras la devaluación ha encarecido el dólar y será muy difícil que los productos norteamericanos sean competitivos en el mercado europeo. Por eso Friedrich insiste en que la caída del euro es más un problema para Estados Unidos que para Europa. Lo cierto del caso es que quienes pensaban hace unos años que el euro le podría quitar la supremacía al dólar como la moneda preferida de los inversionistas se equivocaron. Por ahora el euro se parece más a una moneda del Tercer Mundo que al poderoso dólar norteamericano. Falta ver si el criticado Banco Central Europeo se decide a intervenir en los mercados cambiarios o si dejará que sean los inversionistas quienes definan la suerte del alicaído euro.