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CASTAÑO OSCURO

A pesar de que la economía sigue relativamente saludable, el pesimismo entre los empresarios va en alza.

27 de noviembre de 1995

LA FIESTA ESTA A PUNTO de acabarse. Por lo menos eso es lo que puede inferirse de las caras de los asistentes a las reuniones empresariales. Y es que en las últimas semanas el pesimismo ha estado en el orden del día. Tanto, que según los expertos puede comenzar a afectar la marcha de la economía colombiana en los próximos meses.
Esa impresión es corroborada por algunas cifras disponibles. La encuesta de opinión industrial más reciente hecha por Fedesarrollo revela una caída impresionante en la percepción sobre el clima tanto económico como político del país. El deterioro es tan evidente que los conocedores han comenzado a pensar que la inversión en nuevos proyectos ha empezado a resentirse. "De la buena marcha de la inversiòn hoy, depende en buena parte el crecimiento económico de mañana", sostiene el director de Fedesarrollo, Eduardo Lora.
Si esto efectivamente ocurre, reflejaría un cambio brusco con respecto a los años pasados. La combinación de factores favorables como un dólar barato, aranceles bajos, tasas de interés moderadas y un crecimiento aceptable se conjugaron para que desde 1992 las tasas de aumento en la inversión registradas en el país rompieran las marcas existentes. Según el Departamento Nacional de Planeación, la inversión del sector privado pasó del equivalente del 8,2 por ciento del Producto Interno Bruto en 1991 a 17,7 por ciento en 1994. "Durante ese período se produjo una renovación importante de equipos en las industrias existentes, aparte de la entrada en marcha de nuevos proyectos. El sector manufacturero ganó en eficiencia y en posibilidades de crecimiento", agrega Lora.
Semejante dinámica podría sufrir un traspiés si el pesimismo comienza a volverse realidad. Y es que 1995 no ha sido un año fácil para la inversión. "Factores favorables que existían antes, ya no lo son tanto", dice el director de Planeación Nacional, José Antonio Ocampo.
Para empezar, el año inició su marcha con los estragos del 'efecto tequila', que por cuenta de la crisis mexicana le ocasionó un tremendo dolor de cabeza a toda la región. Los fondos disponibles en el extranjero, tanto para inversión directa como para financiar nuevos proyectos, se redujeron drásticamente.
En Colombia la situación interna tampoco ayudó mucho. Frente a la necesidad de bajar la inflación, el Banco de la República tomó medidas que condujeron a las tasas de interés reales más altas de la década. Para mediados del año no era raro encontrar en el mercado financiero créditos cuyo costo había rebasado la marca del 50 por ciento anual. La situación llegó a tal extremo que en junio fue necesario intervenir administrativamente los intereses, los cuales han bajado en cerca de 10 puntos porcentuales.
Pero ya para ese entonces buena parte del daño estaba hecho. Al temor que produjo el alza en el costo del dinero se sumó otro factor clave. La devaluación del peso frente al dólar, que en 1994 había sido inferior al 4 por ciento, se aceleró notoriamente y desde finales de julio se disparó. Hoy los expertos coinciden en que es totalmente posible que la depreciación de la moneda colombiana se acerque al 20 por ciento al cierre del año, con lo cual la tasa quedaría en cercanías de los mil pesos por dólar.
Como si intereses más altos y dólar más caro no fueran suficientes, el temor a la reforma tributaria ayudó a crear algo de incertidumbre. Temas como el IVA que se va a aplicar a la compra de bienes de capital o las medidas antievasión dieron origen a espera.
Todo lo anterior se combinó con la profunda crisis política que vive el país. Las acusaciones que se han lanzado sobre la financiación de la pasada campaña presidencial y los temores sobre la propia estabilidad del gobierno han contribuido a enrarecer el ambiente. Si los colombianos en el pasado no se han caracterizado por ser particularmente optimistas, en esta ocasión el cristal de mirar las cosas se ha oscurecido notoriamente.
La gran ironía de tal situación es que las cifras disponibles son satisfactorias. Los analistas coinciden en que, a pesar de una ligera desaceleración en la actividad económica, el crecimiento continúa. Los diferentes pronósticos sobre aumento en la producción se acercan al 5 por ciento para el año, un registro bueno en América Latina.
Incluso las pocas cifras disponibles sobre inversión parecen indicar que aquí no ha pasado nada. Las importaciones de bienes de capital llegaron a 2.569 millones de dólares al cierre del primer semestre, con un crecimiento del 22 por ciento. Sin embargo, una mirada màs cuidadosa a los rubros demuestra que buena parte del crecimiento está concentrado en un sector. Las compras de equipos de radiotelefonía y de centrales de conmutación aumentaron en 171 y 91 por ciento respectivamente en los primeros seis meses del año. El valor combinado de esas importaciones llegó a 320 millones de dólares, más del doble de lo que Colombia importó en gasolina durante el mismo período.
Por otra parte, los conocedores afirman que el gran volumen de recursos que demanda el desarrollo de Cusiana -estimado en 2.500 millones de dólares en 1995- va a ser suficiente para maquillar las cifras de inversión. Los cálculos preliminares sostienen que el aumento real en la inversión puede superar el 10 por ciento en el año.
Esa cifra contrasta con el semblante adusto y el ceño fruncido de los empresarios, que en su mayoría han sido invadidos por el pesimismo, como lo confirma la encuesta de Fedesarrollo. Y esa actitud puede dar al traste con la situación en un futuro cercano. Tal como afirma el viceministro técnico de Hacienda, Leonardo Villar, "la gran ironía es que la situación económica es mucho mejor que el ambiente del país".