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Como dos gotas de agua

Con base en copias fieles y a menor precio, los japoneses atacan el mercado de los carros de lujo.

12 de febrero de 1990

Los japoneses no esperan, y cuando atacan, lo hacen a fondo. Al menos eso es lo que deben estar pensando en estos momentos los constructores de automóviles de Estados Unidos y Europa, con la entrada al mercado de carros de lujo de dos de las principales casas niponas, la Toyota y la Nissan.
Tras una investigación que les tomó más de siete años de trabajo a cada una, la Toyota y la Nissan acaban de sacar al mercado sus modelos Lexus e Infiniti, respectivamente. Como ya es una costumbre con los japoneses, se trata de modelos prácticamente idénticos a los producidos por los alemanes Mercedes y BMW o por los norteamericanos Cadillac y Lincoln, con innovaciones a nivel técnico y con precios que en muchos casos alcanzan a estar un tercio por debajo de los de sus competidores. Claro está que las dos firmas asiáticas llegaron al mismo resultado por caminos diferentes.
Toyota, posiblemente la más poderosa empresa japonesa en el campo automotriz, se lanzó al ataque del mercado de autos de lujo con el respaldo de la más avanzada técnica de robots. Su Lexus, una berlina de lujo que está por encima de los 25 mil dólares en el mercado, sale de una línea de producción compuesta por 94 robots de última generación, que realizan con precisión milimétrica las tareas de ensamblaje. Y, para que no haya lugar al más mínimo error, los robots son controlados por una completa batería de rayos láser que recorren todo el carro y le dan a los operarios datos exactos sobre la tarea de ensamblaje. Así, con una sola indicación de los instrumentos láser, los operarios saben de manera inmediata de cualquier posible falla en el trabajo de los robots y lo pueden solucionar antes de que el carro salga de la planta. Para llegar a este punto, la Toyota debió cambiar muchos de sus métodos tradicionales, al punto que los operarios incluídos en el nuevo proyecto recibieron capacitación especial para que se alejaran de su mentalidad tradicional de sacar carros compactos a toda velocidad. Es más, hace cerca de un año un grupo de operarios de esa firma se paseó por los parqueaderos más exclusivos de la localidad de Nagoya para observar las características externas de la BMW, Mercedes y Jaguar de los millonarios de la región. Además, los ingenieros de la Toyota no han ocultado la copia de ideas de las casas alemanas y parte de su trabajo ha consistido en comprar lujosos carros alemanes para desarmarlos pieza por pieza y descubrir los secretos de su ensamblaje.
Por el lado de la Nissan las cosas son totalmente diferentes. Su modelo Infiniti es hecho casi que totalmente a mano, como una muestra de las virtudes de la artesanía japonesa. Un equipo de inspectores de alta calificación está presente durante el proceso de ensamblaje de cada carro para asegurarle al consumidor una mano de obra inmejorable. Son todos estos recursos y con inversiones millonarias, los japoneses buscan quedarse con una tajada del mercado automovilístico mundial que hasta el momento les ha sido esquiva: la de los autos de lujo y de alto rendimiento.
Pero la entrada a este mercado no ha estado exenta de inconvenientes. El mes pasado, la Toyota se vio obligada a recoger varios de sus Lexus vendidos en Estados Unidos para reparar defectos menores, lo que le valió una fuerte reprimenda del gobierno japonés. Pero lo cierto del caso es que tanto alemanes como norteamericanos están viendo en la arremetida japonesa pasos de animal grande, pues adaptar sus plantas para hacerlas competitivas con los precios de las casas japonesas les puede implicar una inversión de cientos de millones de dólares que en el momento ninguna de ellas puede realizar con facilidad.
Tal parece que los proyectos japoneses (el proyecto Lexus de Toyota tuvo un costo de 500 millones de dólares hace siete años) amenazan con sacar del ring a los sofisticados Mercedes y Cadillac, por ejemplo, para que de ahora en adelante los ejecutivos de todo el mundo se suban en los lujosos pero más baratos modelos asiáticos. Eso sin contar con que otra gama, la de los exclusivos modelos deportivos de las prestigiosas Ferrari o Porsche, se verá en peligro ante un nuevo ataque japonés cuando, en la década que comienza, la Honda saque al mercado su modelo NSX, a un costo de 60 mil dólares la unidad. Sin duda, no será un auto original. Como en el mercado de los autos de lujo, se tratará de copias fieles con algunas mejoras y a un precio más cómodo que el que ofrecen sus competidores que hasta ahora no han logrado copiar la eficiencia de los nipones. Porque en esto de producir a menor costo, los japoneses no dan tregua.