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Hay indicios preocupantes y causas concretas para temer un enfriamiento de la economía mundial en los meses que vienen. Colombia también puede resultar afectada.

22 de agosto de 2004

El fantasma de la desaceleración económica ha vuelto a aparecer en escena. Los desmedidos precios del petróleo, el retroceso accionario de las bolsas de valores, los decepcionantes datos de la economía de Estados Unidos, el aumento progresivo en las tasas de interés han empezado a sembrar expectativas de enfriamiento. Sobre la reactivación de la economía mundial, que hasta hace poco se daba como segura, hay dudas de si se trataba de un espejismo.

Inversionistas y analistas a ambos lados del Atlántico pronostican un menor crecimiento para el segundo semestre del año. Algunos analistas van más lejos e invocan un espectro enterrado desde hace 20 años: estancamiento con inflación ('estanflación').

De todos los países, Estados Unidos es el que más preocupa. Al fin y al cabo desde hace más de una década es la única economía que tira del resto del mundo. La locomotora mundial está perdiendo su ritmo. Los ingresos de los consumidores han caído por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial durante dos años consecutivos, según la última declaración del impuesto de renta. La venta de viviendas también está dejando atrás sus mejores épocas debido al aumento en las tasas de interés que hace más caros los créditos hipotecarios. El mercado laboral se ha vuelto a estancar. En julio se crearon 32.000 puestos de trabajo, en lugar de los 240.000 previstos.

Menos empleo y menos dinero en el bolsillo afectan las expectativas. El índice de confianza de los consumidores que elabora la Universidad de Michigan cae en agosto a su nivel más bajo en tres meses. Un poco antes, en el segundo trimestre, el optimismo de las empresas también empezó a flaquear. Según datos del Conference Board -el centro de estudios más importante de las grandes empresas estadounidenses-, la mitad de los empresarios de ese país están convencidos de que el crecimiento de las utilidades va a frenarse en el segundo semestre del año.

En Wall Street las cosas pintan color de hormiga. Los dos principales índices de la Bolsa de Nueva York -el Dow Jones Industrial Average y el Standard & Poor's 500- están en mínimos anuales. La bolsa tecnológica y su índice Nasdaq han caído 14 por ciento en lo que va corrido del año.

¿A qué se debe este súbito frenazo? La mayor parte de los expertos lo atribuyen al petróleo. En un planeta que consume 80 millones de barriles de petróleo al día, sólo el oro negro puede hacer tambalear con tanta intensidad y en tan corto tiempo los cimientos de la economía mundial. El precio del crudo ha crecido 50 por ciento en menos de tres meses y la semana pasada batió nuevo récord al cotizarse por encima de los 47 dólares por barril.

El problema con el petróleo es que causa estancamiento con inflación. Y algo de eso ya se está viendo, porque las menores previsiones de crecimiento para Estados Unidos se combinan con aumento de las perspectivas inflacionarias. Morgan Stanley prevé una inflación del 3 por ciento en Estados Unidos en noviembre, un punto por encima de su previsión de hace ocho meses.

El miedo al desabastecimiento del crudo está más que justificado esta vez. La producción sobrante apenas supera el millón de barriles diarios y los países productores de petróleo están trabajando casi al máximo de sus capacidades. Si cualquiera de los conflictos internos que sufren Irak, Nigeria, Rusia y Venezuela -cuatro de los mayores productores de crudo del mundo- llegara a producir un bloqueo de los canales de distribución del hidrocarburo, se rompería el equilibrio entre la oferta y la demanda. Y la falta de petróleo dispararía aún más las cotizaciones del barril.

Expertos y analistas empiezan a hacer cábalas jamás previstas. El prestigioso semanario The Economist, por ejemplo, cree posible que en las próximas semanas el crudo rompa la barrera de los 50 dólares el barril fundamentalmente por el temor de los mercados a problemas de suministro en la segunda mitad de este año ante la fuerte demanda china y el invierno en el hemisferio norte. Según el Fondo Monetario Internacional por cada 10 dólares de aumento en el precio del petróleo se produce una caída de cuatro décimas en el crecimiento de la economía mundial y un aumento de la inflación en los mismos términos.

Las consecuencias de la escalada del crudo van más allá de un simple aumento del nivel general de precios. La crisis petrolera acarrea un problema para el sector eléctrico, no tanto por el precio del petróleo en sí como por la influencia de éste en el gas natural, que es el que alimenta las generadoras de energía. La cotización del segundo va estrechamente ligada a la del primero en los mercados internacionales. Es decir, siempre suben o bajan a la vez.

La aviación comercial -uno de los sectores más sensibles al precio del petróleo- puede sufrir una nueva recaída si el precio del keroseno sigue por encima de los 40 dólares. El combustible representa entre el 13 y el 16 por ciento de los gastos fijos de una compañía aérea. La escalada del crudo también golpea a los agricultores, que destinan el 9 por ciento de su renta a comprar carburantes.

Una preocupación de los expertos es que las bolsas se sumen en una tendencia a la baja similar a la que las invadió en 2000. En aquella época, el desinfle de la burbuja tecnológica encendió la mecha de la crisis, pero fue el petróleo el que hizo estallar la bomba. La segunda Guerra del Golfo disparó el precio del petróleo a 34 dólares el barril en octubre de 2000 -aproximadamente unos 37 dólares de hoy después de los ajustes por inflación-. Esta última crisis empujó las bolsas a un precipicio del que tardaron más de dos años en salir.

Si bien Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, ha subido las tasas de interés para controlar los riesgos de inflación, tiene una difícil tarea: debe afinar mucho los instrumentos de su orquesta para que su lucha contra la inflación no provoque un frenazo económico mayor.

Las dos caras

La actual turbulencia económica mundial tiene un lado bueno y otro malo para Colombia. El bueno es que a raíz de los altos precios internacionales del petróleo los ingresos provenientes de la venta de crudo en los mercados internacionales han sido superiores a los del año pasado, pese al declive en la producción de los campos petroleros del país. Hay otro efecto positivo, y es que el petróleo impulsaría las economías de Venezuela y Ecuador, que son importantes clientes de las empresas colombianas.

El lado malo es que la recesión global afecta a todo el mundo y ningún país, por blindado o aislado que esté, escapa del bajonazo. La primera vía de contagio de la recesión hacia Colombia son las exportaciones. Es bien sabido que las ventas externas han sido la tabla de salvación para las empresas del país en años recientes, en particular las llamadas exportaciones no tradicionales -las distintas a café, carbón y petróleo-. En los próximos meses, sin embargo, éstas pueden empezar a perder impulso debido al enfriamiento de la economía de Estados Unidos, el primer socio comercial de Colombia

La segunda vía de contagio son los mercados financieros. El aumento en las tasas de interés en Estados Unidos pondrá un freno al flujo de capitales hacia los países emergentes, y las exigencias para acceder a ellos serán cada vez más estrictas. Esto es particularmente grave para países como Colombia que necesitan pedir plata prestada en los mercados internacionales para financiar su déficit fiscal. Sólo el año entrante el gobierno colombiano necesita conseguir 3.500 millones de dólares de crédito externo.

Según cálculos del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, cada 2 puntos de aumento en la tasa de interés de Estados Unidos se traducen en un incremento de 5 puntos en el costo del financiamiento externo para América Latina y el Caribe. Desde el 30 de junio pasado la Reserva Federal estadounidense ha subido en dos ocasiones su tasa de referencia en un cuarto de punto, al pasar de 1 a 1,5 por ciento. Se calcula que para finales de 2005 estará entre 3,5 y 4 por ciento. En consecuencia, el costo de la deuda externa colombiana se disparará.

Las perspectivas internacionales, por desgracia, no son nada alentadoras. El aumento en los precios del petróleo, el desplome en las bolsas mundiales, el mayor costo del dinero y los regulares datos del crecimiento de Estados Unidos hacen pensar que la economía global está entrando en una etapa de enfriamiento, con posibles consecuencias negativas sobre Colombia y el resto de países del mundo.