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Corte de cuentas

Año y medio después de aprobada la reforma laboral se han creado nuevos puestos de trabajo en el país, pero la calidad del empleo se ha deteriorado.

23 de mayo de 2004

Luis Nebio Parra, economista de 52 años, lleva 30 meses buscando empleo. Ni las 'palancas' ni los 16 años que tiene de experiencia en distintos cargos del sector público le han servido para conseguir puesto. Diana Milena Prieto, secretaria profesional egresada del Sena, de 24 años, tampoco ha recibido respuesta de las empresas donde ha enviado su hoja de vida durante los últimos dos años. Mientras el problema de Luis Nebio es su edad, el de Diana Milena es su falta de experiencia.

Ambos hacen parte de los casi 2.800.000 colombianos que, según el Dane, están desempleados. Tienen algo más en común: recibieron a comienzos de mayo un subsidio del gobierno para ayudarles a conseguir trabajo. Se trata de un 'bono' con el que las empresas que los contraten se ahorran el pago de los llamados aportes parafiscales, es decir, las contribuciones que anualmente deben hacer al Sena, al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y a una caja de compensación.

Este fue uno de los incentivos que abarcó la reforma laboral de finales de 2002. Una reforma que también incluyó golpes directos al bolsillo de muchos empleados, como la ampliación de la jornada laboral diurna (que hoy va de 6 de la mañana a 10 de la noche y que redujo los pagos por horas extras a los trabajadores) y la disminución en las indemnizaciones por despidos sin justa causa. El "sacrificio", dijo el gobierno en su momento, valía la pena pues iba a ayudar a crear nuevos empleos. El interrogante, casi año y medio después, es si lo ha hecho.

Más empleo pero...

La buena noticia es que el empleo se ha reactivado. La mala, que los aumentos salariales por encima de la inflación son cosa del pasado.

En 2003, según el Dane, se crearon en el país 1.027.000 nuevos puestos de trabajo que lograron reducir la tasa de desempleo de 15 a 13 por ciento. Es decir, alcanzaron para ubicar laboralmente a quienes salieron por primera vez a buscar empleo el año pasado (720.000 personas) y a una parte de los colombianos que ya estaban desocupados. Aunque en los primeros meses de 2004 las cifras muestran un leve retroceso -algo que suele ocurrir en esta época del año-, la tendencia es alentadora.

Quedan sin embargo varios motivos de preocupación. El empleo en el campo no se está recuperando al mismo ritmo que en las zonas urbanas. Esto explica por qué, por ejemplo, en marzo de 2004 la desocupación nacional subió de 13 a 13,6 por ciento y bajó en las 13 principales ciudades de 17,8 a 16,2 por ciento, en comparación con el mismo mes del año pasado. En algunas capitales, además, los indicadores son alarmantes. Es el caso de Ibagué, donde el desempleo se acerca al 24 por ciento, y 40 por ciento de las personas empleadas quieren cambiar de puesto porque consideran que están trabajando o ganando menos de lo que deberían.

Por el lado de los sueldos, la situación no es mucho mejor. Varias compañías congelaron los salarios entre 2001 y 2003, como respuesta a la recesión. Uno de los objetivos de la reforma era justamente permitirles a las empresas reducir esos costos laborales y así evitar que siguieran despidiendo gente. En consecuencia, los ingresos de los trabajadores colombianos prácticamente se estancaron. El año pasado, según el viceministro de Protección Javier Núñez, aumentaron apenas 0,2 por ciento después de descontar la inflación. Y en algunos sectores disminuyeron, como es el caso de las entidades financieras, cuyos empleados ganan, según la encuesta del Dane, 15 por ciento menos que hace dos años.

¿Qué tanto ha tenido que ver la reforma laboral en estos resultados? Algunos analistas dicen que poco. Otros, que en algo ayudó. Todos coinciden en que la principal razón de la reactivación del empleo ha sido el crecimiento económico, que el año pasado alcanzó un sorpresivo 4 por ciento.

Según el viceministro Núñez, el 60 por ciento de los empleos que se crearon en 2003 se explican por el repunte de la economía y el resto por otros factores, como el impacto del cambio en las reglas de juego laborales. Una encuesta realizada entre 75 empresas por el Centro de Estudios sobre el Desarrollo Económico (Cede) de la Universidad de los Andes encontró que solo el 8 por ciento de ellas contrataron más gente por los beneficios de la reforma.

Los restaurantes, los hoteles y algunas industrias como la de textiles se beneficiaron del aumento en la jornada laboral y de los menores costos de horas extras. Fabricato-Tejicondor, por ejemplo, contrató más de 500 trabajadores en 2003 para atender el mayor volumen de pedidos de empresas nacionales de confecciones, a raíz del auge exportador que vive esta industria por cuenta de las preferencias arancelarias del Atpdea, el tratado comercial que les permite entrar sin aranceles al mercado de Estados Unidos. No es que Fabricato haya empleado más gente por la reforma, pero ésta ayudó a que los costos de mano de obra fueran menores y que, por tanto, sus productos fueran más competitivos.

Otro efecto favorable fue la resurrección del contrato de aprendizaje. Con la reforma a las empresas les salió más barato contratar aprendices, lo que ayudó a que en el último año y medio el número de estudiantes del Sena y otras instituciones similares pasara de 31.000 a más de 61.000. Cadenas de comercio como el Éxito o Home Center, por ejemplo, han hecho convenios con el Sena para que capacite a los empleados que contratan por la apertura de nuevos almacenes.

Es difícil determinar hasta qué punto se han cumplido los objetivos de la reforma laboral. El costo, en cambio, es bien conocido por quienes desde el año pasado encuentran más difícil cuadrarse el sueldo con horas extras. Si bien las cifras de desempleo han mejorado, es claro que lo que más ha influido en eso es el desempeño de la economía colombiana. En el último año y medio las empresas han necesitado más mano de obra, que gracias a la reforma pudieron enganchar con menos costos y mayor flexibilidad en los horarios. La duda que falta resolver es si hubiera pasado lo mismo sin necesidad de apretar los ingresos de muchos empleados.