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CRIA CUERVOS

Steven Jobs, el fundador de Apple es demandado por su propia compañía.

28 de octubre de 1985

Como la mayoría de los divorcios, éste resultó difícil y doloroso, y tuvo la necesaria dosis de sacada de trapos al sol. Pero no fue entre dos celebridades del cine, sino que sucedió en el mundo de los negocios hace dos semanas, cuando se supo que Steven Jobs, el cofundador de la firma Apple Computer, se retiraba de la compañía para crear una nueva empresa. El anuncio produjo conmoción en el valle del Silicón y se extendió hasta Wall Street, convirtiéndose en el hecho más destacado del año en el seno de la industria de computadores. Este no sólo significaba un cambio profundo en la empresa, sino que Apple demandó el lunes pasado a Jobs para impedir que se robe los secretos de la compañía de la cual es el mayor accionista.
Probablemente, la noticia no habría tenido mucha repercusión si Jobs no fuera Jobs y Apple no fuera Apple. Sin embargo, la historia del muchacho de 21 años, quien en 1976 fundara con su amigo Stephen Wozniak una compañía en el garaje de su casa, con el fin de construir computadores, se ha convertido en una de las grandes leyendas de este siglo. Con una inversión inicial cercana a los 500 dólares y después de dos años iniciales de penurias, Apple empezó a crecer hasta el punto en el cual sus ventas se calculan en unos 2 mil millones de dólares en 1985. En ese intervalo, la idea de Jobs y Wozniak de hacer los computadores baratos y accesibles a la gente, revolucionó el concepto de la tecnología a todos los niveles; desde los hogares hasta las empresas.
No obstante, como pasa en toda historia, el sueño que algún día fuera Apple tuvo ratos de pesadilla para sus fundadores. Con la introducción del modelo Apple II en 1980, la compañía entró de lleno en un mercado que empezaba a mover sumas millonarias en medio de una competencia feroz. Para no quedarse atrás, Wozniak y sus técnicos (Jobs siempre tuvo un papel más gerencial) introdujeron el Apple III, el cual llegó con defectos técnicos de la fábrica y no le gustó a los consumidores. A renglón seguido, se intentó explorar el mercado de computadores para la oficina con el modelo Lisa, lanzado a finales de 1982. Lamentablemente, el Lisa tampoco tuvo éxito debido a su alto precio y sus limitaciones, y para 1983 Apple seguía dependiendo del modelo II, frente a una fuerte competencia por parte de la IBM.
Como solución al reto, Jobs, Wozniak y los demás accionistas de la firma, decidieron que había que darle un manejo mucho más profesional a la empresa. Para hacer ese trabajo, Jobs recomendó el nombre de John Sculley, un experto en mercadeo quien hizo una teórica carrera en Pepsi-Cola al lograr que la bebida venciera a la Coca-Cola en ventas al público en los supermercados.
Con 44 años de edad, e ideas nuevas sobre el mercadeo de computadores, Sculley impresionó a Jobs, quien le ofreció un salario cercano a los 2 millones de dólares, a cambio de aceptar la presidencia de Apple en abril de 1983. Después de pensarlo rápidamente Sculley aceptó las condiciones, entre las cuales se incluía que Jobs seguiría participando activamente en la compañía como presidente de la junta directiva. Pese a los temores iniciales sobre la posible inadaptación de Sculley al estilo informal que impera en el valle del Silicón (no hay corbatas, horarios fijos, ni se respetan mucho las jerarquías), para sorpresa de todos el nuevo presidente se adaptó rápidamente a la compañía. Además de entender la organización, trabó una profunda amistad con Steven Jobs y era normal verlos conversar durante horas en una especie de relación padre-hijo, que fue profusamente cubierta por la prensa.
Gerencialmente hablando, la llegada de Sculley permitió organizar de manera más eficiente las funciones en la compañía, y en 1983 ésta tuvo las ganancias más altas de toda su historia (77 millones de dólares sobre ventas de 983 millones). Adicionalmente, se preparó el lanzamiento del nuevo modelo de computador, el Macintosh, desarrollado por un grupo de técnicos coordinados por Jobs.
Con la llegada del "Mac", en enero de 1984, Apple empezó a vivir una segunda primavera. En menos de 100 días se vendieron 70 mil máquinas y en junio se introdujo una nueva versión del Apple II, el III, que fue bien recibida por críticos y consumidores.
El disparo en las ventas hizo pensar que otra vez reinaba la paz en "El pequeño reino", nombre que le dio a Apple un biógrafo de la compañía. Al parecer, Sculley y Jobs eran íntimos amigos y Wozniak daba la impresión de haber superado las diferencias que llegó a tener con su socio.
No obstante, el arribo de 1985 dejó en claro que la situación en el reino era más turbulenta de lo que se pensaba. Aparte de que se insinuaba una crisis en el mercado de computadores, empezaron a surgir múltiples tensiones internas. El primer estallido ocurrió en febrero cuando Wozniak se retiró para formar una compañía dedicada a la producción de software. Entre las causas de su salida, Wozniak reveló que Jobs había creado un clima de rivalidad entre las divisiones del Macintosh, y del Apple II. Los primeros recibían un sinnúmero de privilegios, entre los que se contaban masajes en la oficina por cuenta de la empresa y posibilidad de asistir en persona a la presentación de resultados anuales de la compañía, mientras que los demás tenían menores salarios y debían resignarse a ver los eventos por circuito cerrado de televisión.
La situación se complicó cuando al final del primer trimestre se declaró la recesión generalizada en la industria de computadores. Como resultado, las relaciones entre Sculley y Jobs empezaron a deteriorarse rápidamente debido a divergencias sobre el manejo de la compañía. Básicamente, Sculley deseaba una reorganización interna para acabar con las rivalidades y, además, quería cambiarle la fisonomía al Macintosh, el "bebé" de Jobs, debido a las protestas continuas de los vendedores porque el computador venía cerrado (no se podía abrir para hacerle modificaciones internas) y tenía poco equipo adicional.
La crisis llegó a su punto máximo en mayo, cuando Jobs trató de darle un golpe de estado a Sculley, pero fue derrotado en la junta directiva. A continuación, la junta llegó a un arreglo "amigable" con Jobs según el cual éste se apartaba de sus funciones diarias y le daba vía libre a los planes de Sculley. Dos semanas después, se anunció la fusión de las divisiones Macintosh y Apple II, se cerraron tres de las seis plantas de producción y se despidió a una quinta parte de los trabajadores (mil 200 personas). Debido a esos esfuerzos, la semana pasada se informó que Apple tendría una utilidad cercana a 15 millones de dólares en este trimestre, después de pérdidas de 18 millones el trimestre anterior.
Pese a esa mejoría, para Jobs la situación resultó insostenible. Relegado a una oficina arrendada -a la que llamó Siberia- donde no le llegaban llamadas ni reportes sobre la compañía, decidió presentar su renuncia como presidente de la junta directiva el 18 de septiembre. Al mismo tiempo, anunció que se iba a dedicar a producir computadores intermedios con destino a las universidades, y para tal fin reclutaba cinco de los mejores cerebros de Apple.
Ante esta última idea, la junta se horrorizó y sostuvo que Jobs se iba a aprovechar de sus conocimientos para ponerlos al servicio de otra empresa. Después de repetidas negociaciones, éstas se rompieron y el lunes 23 Apple demandó a Jobs por "conspirar y apropiarse de los secretos de la compañía", exigiendo 5 millones de dólares de indemnización y prohibición legal para que éste funde su nueva empresa, cuyo nombre sería Next (próxima) Incorporated. Según como están las cosas, se cree que se llegará a un arreglo fuera de Corte, pero la semana pasada buena parte de los interesados en el tema todavía no entendían cómo Apple, con Sculley al frente, demandaba a su fundador y mayor accionista (9% de las acciones o más de 80 millones de dólares) porque éste quiere formar toldo aparte. Tal como anotara un comentarista del San Francisco Chronicle "el rey Jobs fue exiliado por el cuervo Sculley y todavía no se salva de la guillotina".