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CRISIS DE ADOLESCENCIA

Después del boom de 1989, el mercado de bonos ordinarios en Colombia está de capa caída.

13 de agosto de 1990


Parecía ser la gran revolución. En un país en donde la mentalidad inversionista se habra enfocado hacia el corto plazo, era todo un acontecimiento que alguien se atreviera a pensar a más de 12 meses. Pero eso fue precisamente lo que ocurrió a lo largo de 1989, cuando el mercado financiero nacional fue invadido por numerosas emisiones de bonos ordinarios, respaldados por varias de las principales empresas colombianas.

Aunque no era la primera vez que eso ocurría, sí fue llamativa la fuerza inusitada del mecanismo. De emisiones por 3.700 millones de pesos en 1988 se pasó a 31.700 millones en 1989. Intempestivamente, el sector real de la economía demostró que la única fuente de recursos para financiar proyectos o capital de trabajo, no era el crédito bancario. Mejor todavía, se comprobó que era posible conseguir fondos a un plazo promedio de tres años, muchas veces a un costo similar al impuesto por las entidades financieras.

Por esa razón, las emisiones de bonos ordinarios fueron consideradas como el hecho más destacado en materia financiera en Colombia durante 1989. Las proyecciones a comienzos de este año sugerían que el mercado podía llegar fácilmente a los 70.000 millones de pesos.

Sin embargo, después de un comienzo auspicioso, el mercado de bonos se vino abajo. Al cierre del primer semestre, habían salido al ruedo menos de 10.000 millones de pesos en bonos. Las emisiones que normalmente se colocaban en pocas horas empezaron a demorarse. Tanto, que en algunos casos hubo que esperar semanas para que se completara la suscripción de los papeles. La situación ha llegado hasta el punto en el cual por lo menos tres emisiones anunciadas, por un valor global de 5.500 millones de pesos, han quedado congeladas en espera de que la situación cambie.

¿Qué sucedió? Puede hablarse de una confabulación de factores. Curiosamente, ninguno de ellos tiene que ver con una pérdida de confianza en las empresas que emiten los bonos. A diferencia de lo que ocurrió en los Estados Unidos donde mercado de bonos basura papeles de alto riesgo se vino al suelo, en Colombia pocos dudan de que las empresas pueden cumplir con sus compromisos.ue ocurrió en este caso es que el entorno económico cambió.
Lo que ocurrio en este caso es que en el entorno económico cambió.A la cabeza de esas variaciones se encuentra lo sucedido con las tasas de interés. Ante el aumento sorpresivo de la inflación, el gobierno decidió a comienzos de abril controlar estrictamente la cantidad de dinero en circulación. Ello ocasionó una disminución apreciable en liquidez y un aumento considerable en las tasas de interés de corto plazo que en cuestión de semanas, superaron a las de largo plazo.

Tal situación aumentó la incertidumbre y la confusión. Como no es claro que las altas tasas de interés permanezcan, ninguna empresa quiere arriesgarse a pagar más de lo que sería aconsejable en un futuro.

Para colmo de males, los llamados inversionistas institucionales -compañías de seguros, sociedades y secciones fiduciarias, fondos mutuos, etc.- vieron copada su capacidad de compra. La experiencia demostró que cuando el mercado financiero se tornaba ilíquido, era prácticamente imposible vender bonos. Peor todavía, empezó a correr un rumor según el cual a las sociedades y secciones fiduciarias -propietarias de más de un 20% de los bonos en circulación se les prohibiría invertir a más de un año de plazo. De convertirse eso en realidad, la oferta de tales papeles podría llegar a un punto en el cual los actuales propietarios tendrían que venderlos a pérdida.

Todo lo anterior se combinó con las dudas asociadas al cambio de gobierno. Temas tales como el manejo de la devaluación y el control monetario son claves a la hora de tomar decisiones, ya sea para emitir o para comprar bonos.

La incertidumbre es, por lo tanto, la que domina en el mercado. Para los pesimistas, lo ocurrido es la demostración de que el país no está todavía preparado para tener un mercado de capitales medianamente desarrollado. Pero otros opinan que la cosa no es tan grave. "Este es un mercado de ciclos y tan sólo estamos acabando de digerir el boom del año pasado", afirmó el especialista Sergio Uribe.

No obstante, en lo que todos están de acuerdo es que por el lado de los inversionistas todavía falta. Las compañías de seguros -que colocan sus recursos a largo plazo- ya están copadas. Los fondos mutuos y los fondos de pensiones hasta ahora están tomando vuelo. Y las personas naturales aún no conocen bien el mecanismo.

Por tanto, sólo falta esperar que a medida que el mercado vaya adquiriendo madurez, los bonos vayan afianzándose siempre y cuando la política económica permita que el papel estrella de 1989 vuelva a brillar con fuerza a partir de 1991. -