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DE BOYACA EN LOS CAMPOS

La compra de Cementos Paz del Río puede terminar por convertirse en la puja empresarial del año.

8 de enero de 1996

LOS AMANTES DE LAS RANCHERAS SEGUramente pensarán que el negocio no es otra cosa que una alianza lógica. Al fin de cuentas se trata de que a Boyacá, el departamento colombiano que más mariachis produce, lleguen por fin los mexicanos, lo que ocurriría una vez se concrete la oferta de compra que hizo a finales de noviembre la compañía Cementos Mexicanos,-Cemex-, para adquirir el 80 por ciento de Cementos Paz del Río por un valor superior a los 100 millones de dólares.
Pese a su magnitud, el negocio, que quedaría definido a más tardar el 20 de diciembre, y que al cierre de esta edición parecía inminente, no ha generado aún celebraciones con trompetas y guitarrones. La razón es que la propuesta de Cemex puede ser apenas la primera de una apasionante puja empresarial por las acciones de la compañía con sede en Belencito, en la cual podrían participar grupos nacionales y extranjeros. Pero aún si la oferta del grupo mexicano es la única, la operación será definitiva para destrabar el proceso concordatario de Acerías Paz del Río.

PLANES EN CONCRETO
Más allá del rumbo que tome el negocio, la llegada de Cemex demuestra que al sector cementero colombiano le llegó el momento de pasar a la mezcladora. Después de años de estar dominado por inversionistas locales, el ramo está atrayendo la atención de los inversionistas extranjeros de talla mayor. Al fin y al cabo, el conglomerado azteca es el cuarto productor de ese material en el mundo y el mayor comercializador. La compañía, con sede en Monterrey, tiene operaciones en 22 países y activos por 8.151 millones de dólares. Lo curioso es que la gran expansión de Cemex es relativamente reciente. Hace 20 años la sociedad operaba en el noreste de México y tenía cerca del 15 por ciento del mercado nacional. Ya en 1989 Cemex poseía el 62 por ciento, gracias a la adquisición sucesiva de tres competidores.
La recuperación de la economía azteca y la liberación del precio del cemento le permitieron acumular grandes saldos en efectivo. Decidió entonces incursionar en otros mercados para no concentrar su suerte en un solo país. A partir de 1989 adquirió instalaciones de distribución de cemento y concreto en los estados norteamericanos de California, Arizona y Texas. En 1992 se quedó con Valenciana y Sansón, las dos fábricas de cemento más grandes de España. A comienzos de 1994 el turno fue para Vencemos de Venezuela, comprada en 320 millones de dólares. Meses más tarde cerró la adquisición de Cemento Bayano de Panamá y luego siguió el arriendo con opción de compra de una planta en Texas.
Dentro de toda esa espiral, era lógico que se mirara el mercado colombiano. El crecimiento que tuvo el sector de la construcción, por lo menos hasta el año pasado, condujo a aumentos importantes en el tamaño del ponqué y en los balances de las diferentes empresas cementeras.
La primera visitá tuvo lugar en julio de 1994 cuando algunos ejecutivos de Cemex visitaron a Medellín. El motivo era conversar con las directivas del conglomerado conocido como el Sindicato Antioqueño, que a través de media docena de fábricas diferentes controla cerca de la mitad del mercado nacional de cemento. La reunión no llegó a ningún lado debido a que ante un mercado interno que en ese momento era sólido no había ni espacio ni ánimo para dejar entrar a alguien nuevo.

MAL DE MUCHOS...
A comienzos de 1995 las cosas empezaron a cambiar. El anuncio sobre el concordato de Acerías Paz del Río abrió la posibilidad de que saliera a la venta un paquete importante de acciones de Cementos Paz del Río. Esta nació dentro de la siderúrgica cuando se vio que la escoria que dejaba el proceso de fundición del mineral de hierro servía de materia prima para el cemento. Sin embargo, hace más de un año, el Sindicato Antioqueño, que se había convertido en el mayor accionista de Acerías, decidió partir la empresa en dos, dejando a un lado la cementera y en otro la siderúrgica. Una vez hecha la división, las acciones de Cementos se distribuyeron en tres paquetes. Un 42 por ciento quedó en manos de Acerías, que las puso en un encargo fiduciario en favor de una serie de bancos que le habían prestado dinero; un 47 por ciento se colocó en el mercado internacional a través del sistema de ADR (American Depositary Receipts), y el saldo restante se le vendió a diversos inversionistas colombianos a un precio de 1.200 pesos por acción. Los fondos que se obtuvieron con los ADR y las acciones en las bolsas locales se utilizaron para pagar pasivos de Acerías.
Pero dicha operación no fue suficiente para salvarle el pellejo a la siderúrgica. Los bajos precios del acero, la competencia desleal, la carga laboral y la baja eficiencia, además de una costosa huelga, llevaron a Paz del Río al concordato. Tan pronto éste se decretó, los bancos, que eran los beneficiarios del encargo fiduciario donde estaba consignado el 42 por ciento de Cementos, empezaron a hablar de venderlo. Dicho intento fue bloqueado por el gobierno, cuya tesis fue la de que si se iba a salvar la siderúrgica, el arreglo debía ser global y no se podía permitir que los bancos se salieran del problema mientras los demás acreedores quedaban cobijados por el concordato.

REGRESO EN FIRME
Frente a la posibilidad de que el paquete de acciones de Cementos Paz del Río saliera al mercado, Cemex volvió a Colombia el 9 de octubre, cuando los ejecutivos de la firma mexicana, con su presidente Lorenzo Zambrano a la cabeza, decidieron hablar con los diversos actores en el drama de Paz del Río sobre su interés en la cementera. El viaje incluyó reuniones con funcionarios del gobierno, quienes se mostraron receptivos a la idea. A renglón seguido el equipo de Cemex viajó a Washington para asistir a la asamblea del Banco Mundial y de paso conversar con banqueros colombianos y de otras naciones sobre un eventual negocio.
Dos semanas después, el 26 de octubre, la junta directiva de Cemex en Monterrey le dio luz verde a la operación y el 2 de noviembre empezó en firme la negociación con los bancos en Bogotá. El acuerdo se acabó de firmar el 30 de noviembre pasado, pocos días después de que la Superintendencia de Valores hubiera recibido los documentos que sustentaban la oferta pública de adquisición del 80 por ciento de las acciones de Cementos Paz del Río a un valor de 1.301 pesos cada una. Como dato curioso, la cifra es superior en un 68 por ciento a la cotización registrada en la bolsa el 9 de octubre, fecha en la cual comenzó el proceso definitivo.
Tal como están las cosas, la oferta está dirigida a todos los accionistas de Cementos Paz del Río que el próximo 20 y 21 de diciembre deben manifestar si aceptan la propuesta. En caso de que las aceptaciones sean inferiores al 80 por ciento de las acciones, Cemex se reserva el derecho de concluir la operación.
Aunque en principio todo suena relativamente sencillo, ni el éxito de Cemex, ni la viabilidad del negocio, están asegurados. Para comenzar, cualquier otro interesado puede hacer una oferta de compra por un precio mayor. En este caso el candidato ideal sería el Sindicato Antioqueño, el cual no vería con buenos ojos que un competidor del tamaño de los mexicanos se le metiera en su terreno. Por lo menos, así quedó demostrado la semana pasada, cuando la junta directiva de la cementera -que es controlada por el grupo paisa- le prohibió la entrada a la empresa a los ejecutivos de Cemex, quienes querían mirar los libros y las instalaciones.
El problema es que dentro de la lista de compradores podrían estar, no sólo los mexicanos, sino el grupo suizo Holderbank, accionista de Cementos Boyacá, o hasta los franceses de Lafarge, aunque ninguno de los dos ha dado señales de interés en el negocio.
Por otra parte, todo depende de que la venta despeje el futuro de Acerías Paz del Río. Aunque se calcula que la siderúrgica recibiría cerca de 15 millones de dólares netos después de pagarle al sector financiero, el gobierno quiere que los bancos le presten parte de la plata que reciban, con el fin de apuntalar el programa de recuperación de la empresa. Además se necesita que la Dirección de Impuestos acepte sustituir una hipoteca sobre la planta de Cementos que garantiza una deuda tributaria que tiene Paz del Río con el gobierno.
Si bien es necesario que todas las piezas del rompecabezas entren en su sitio, la oferta de Cemex es la mejor noticia que ha recibido la siderúrgica boyacense en meses. "La entrada de los mexicanos al escenario aumenta las posibilidades de vida de Paz del Río", le dijo a SEMANA el ministro de Desarrollo, Rodrigo Marín. De lo contrario, si no se logra el negocio, el futuro de la siderúrgica seguira en veremos. Y aunque todavía falta por verse si el conglomerado azteca logra su objetivo, con su oferta sacó del marasmo tanto el valor de la acción de la cementera como la discusión sobre el futuro de la siderúrgica. Ambos logros son importantes en un negocio que cambió de ritmo en las últimas semanas y cuyos acordes finales todavía están por sonar, a pesar de que en la distancia se escuchan los ritmos de un corrido norteño que quiere sonar en tierras boyacenses.