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Detrás de la puerta

El renacer del debate sobre la apertura económica hace que esta parezca inevitable.

27 de noviembre de 1989

El tema ya había sido prácticamente olvidado. Sin embargo, bastó un corto documento escrito para el Congreso Nacional de Comerciantes, que tuvo lugar la semana pasada en Cartagena, para que todos los interesados volvieran a hablar de la apertura económica. Una vez más se avivó un debate que sin duda alguna tendrá vigencia en los próximos años, cuando se discuta si Colombia cambia o no su modelo de desarrollo.
Esa impresión fue confirmada por la actitud de los precandidatos a la Presidencia, tanto liberales como conservadores, quienes en Cartagena dejaron en claro que tienen una posición sobre el tema.
En términos generales, se tuvo la impresión de que los integrantes de uno y otro partido se muestran en favor de la apertura. Esta, según el economista Carlos Caballero Argáez, "no es otra cosa que (la) inserción (de la economía) en el mundo exterior a través del comercio y de mayores flujos de capital, vía la inversión extranjera y el crédito. En la medida en la cual las exportaciones y las importaciones aumentan su participación en el Producto Interno Bruto de un país, la economía será más abierta".
Para los partidarios de la idea, sólo así se pueden lograr tasas de crecimiento relativamente altas, al tiempo que se logra una mayor eficiencia. Esa impresión es compartida ahora por la mayoría de los países de América Latina. El primero en dar el paso fue Chile, por lo cual durante cierto tiempo la apertura se identificó con una posición pinochetista. No obstante, con el correr de los meses el número de países en el club se amplió. Ahora también están incluídos México, Bolivia y Venezuela. Argentina está coqueteando con la idea e incluso se dice que si en Perú triunfa la candidatura de Mario Vargas Llosa, el cambio será un hecho. Como quien dice, dentro de las naciones grandes del continente sólo Brasil y Colombia seguirían con sus economías cerradas.
Eso, claro está, suponiendo que en esos países tampoco haya cambios. Porque la verdad es que en el caso brasileño todo dependerá del resultado de las elecciones presidenciales al final del año. Por su parte, el ejemplo colombiano es todavía más confuso. A pesar de que en materia de comercio exterior las cosas siguen como antes, la gran mayoría de los integrantes del equipo económico se declara en pro de la apertura. La principal excepción es la del presidente Virgilio Barco, quien el pasado 4 de agosto objetó un plan encaminado a abrir gradualmente la economía. La actitud del jefe del Estado no quiere decir que el tema haya sido clausurado definitivamente. En realidad, dentro de la administración todavía se sigue trabajando en la iniciativa con el convecimiento de que el próximo gobierno, sea cual fuere, deberá tomar cartas en el asunto.
La causa de esa certeza tiene que ver con la evolución de la economía colombiana en los últimos años. A pesar de que el país se ha salvado de las crisis que han afectado prácticamente a todas las demás naciones latinoamericanas, su tasa de crecimiento es apenas mediocre. Según el documento presentado en el Congreso de Fenalco la semana pasada, si la economía colombiana mantiene la evolución que tuvo en el período 1965-87 (cuando el producto por habitante creció al 2.7% anual), "tenemos que a Colombia le tomaría 50 años para alcanzar a la Argentina, 80 años para alcanzar a México, 60 años para igualarse al Uruguay y Venezuela, 250 años para tener el mismo ingreso por habitante que los Estados Unidos y 600 años para llegar a la misma situación que la República Federal de Alemania".
Otros indicadores son igualmente alarmantes. Las exportaciones por habitante en 1987 fueron de 191.7 dólares. En contraste la cifra de México fue 254, la de Chile 416, la de Uruguay 388 y la de Venezuela 578 dólares. Eso sin entrar a discutir el caso de Corea del Sur, donde se llegó a 1.099 dólares, o el de Singapur, cuyas exportaciones per cápita fueron de 10.451 dólares en 1987. Un diagnóstico similar se tiene si se comparan las importaciones, un rubro en el cual Colombia también está quedado en el continente.
Todas esas cifras son las que llevan a los partidarios de la apertura a pedir cambios radicales. A pesar de que en los últimos años el comercio exterior colombiano ha crecido a buen ritmo se dice que no es suficiente. Dentro de esa línea se encuentran entidades como el Banco Mundial, que ha venido presionando al país para que adopte un esquema en pro de la apertura. La entidad internacional afirma que el esquema actual, que consiste en proteger totalmente la producción nacional (no se permiten importaciones de nada que se haga en el país) ha incidido en la "pésima" eficiencia de la productividad industrial.
Esa impresión es compartida por el mismo gobierno. En un documento que resumía el proyecto de apertura que le fue presentado al presidente Barco se afirmaba que "la evolución de los sectores productivos del país señala claramente los limitantes al desempeño de una economía dedicada a la producción de bienes para el mercado interno, amparada a la vez por altísimas barreras de protección y con una amplia intervención del Estado".
Sin embargo, todo indica que el acuerdo entre el gobierno y el Banco Mundial llega hasta ahí. Mientras la entidad multilateral sostiene que la apertura de la economía debe ser rápida, dentro del equipo económico se cree que debe ser gradual para permitirle a la industria nacional que se adapte al cambio. Todavía se recuerda el caso de Chile, donde el proceso fue abrupto y trajo como consecuencia quiebras masivas de empresas, una caída de la producción real del 14% en 1982 y una tasa de desempleo que alcanzó a bordear los niveles del 30%. Aunque hoy la pujanza de la economía chilena ha ayudado a borrar esas cicatrices, los conocedores dicen que sólo en una dictadura se había podido ensayar algo semejante o, en el peor de los casos, en una democracia que no tuviera otra salida, como le ocurrió a Bolivia.
No obstante, como Colombia no ha llegado a ninguno de esos extremos el gobierno sostiene que todo se debe hacer de manera gradual. Esa postura es evidente en el documento que se le presentó al presidente Barco, el cual, según un observador, "puede no haber sido aprobado pero describe cómo se van a hacer las cosas cuando se decida comenzar con la apertura".
Según el estudio, el proceso tiene como objetivos "reducir, y en lo posible eliminar, el sesgo antiexportador; lograr una mayor neutralidad en el sistema de protección, y devolver al arancel y a la tasa de cambio su papel como instrumentos básicos de protección a la producción nacional". Para cumplir esas metas se dice que la apertura debe ser gradual, general y buscando aplicar mecanismos automáticos de control.
Pero más concretamente, se dice que hay que comenzar con una liberación gradual de exportaciones. El documento proponía el paso de "228 posiciones arancelarias del régimen de licencia previa a libre importación, los cuales representan cerca del 30% de las importaciones registradas en el régimen de previa". Al mismo tiempo se deseaba permitir la importación de bienes que compitan con los producidos nacionalmente, dentro de ciertos cupos y limitaciones. Para lograr este propósito se sugirió el esquema de subasta de licencias de importación bajo ciertas condiciones. En último término se pensaba que para 1994 el proceso habria finalizado, con lo cual se podría importar prácticamente todo, pagando un arancel promedio cercano al 30%.
A pesar de que en términos generales esos planes han sido archivados, lo anterior no quiere decir que la idea de la apertura se haya descartado. Por una parte, se tiene la certeza de que el próximo gobierno va a comenzar en firme con ella. Por otra, se está estudiando la posibilidad de comenzar con ciertas medidas de liberación comercial, con el fin no sólo de dar una señal interna, sino de decirle a ciertas entidades, como el Banco Mundial que Colombia sigue en el juego. Adicionalmente, hay ciertas medidas de politica económica que están preparando el terreno. Una de ellas es la de aumentar ligeramente la devaluación real del peso colombiano. Tal como le dijo a SEMANA un especialista "una cosa es la tasa de cambio con el esquema proteccionista de ahora y otra con la posibilidad de la apertura".
Tales afirmaciones deberían convencer a los empresarios nacionales de que tarde o temprano la apertura económica en Colombia será una realidad. En todo el proceso habrá polémicas continuas, pero como dijo el presidente de Fenalco, Sabas Pretelt "la apertura económica ha dejado de ser simplemente una opción, porque en el mundo moderno se ha convertido en una necesidad imperiosa. De tal manera que la pregunta no es si hacer o no apertura, sino cómo hacerla".