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DUELO DE TITANES

La industria de fertilizantes es el escenario de la primera de las grandes batallas que habrán de definir el futuro de la apertura.

6 de septiembre de 1993

Duelo de titanes

UNO DE LOS MAYORES PROblemas de la libertad y la apertura en el comercio internacional es el de las prácticas desleales. Entre estas una de las más conocidas es el dumping.
Y es precisamente alrededor de éste que se ha venido librando una batalla feroz en las últimas semanas en el campo de los fertilizantes. Los bandos encontrados en este caso son los productores nacionales, Monómeros Colombo Venezolanos y Abocol, de un lado, y la multinacional BASF Química, del otro, a través de la casa matriz alemana y sus filiales en Bélgica y Colombia. El objeto de la discordia es el fertilizante compuesto que se utiliza para el café.
Todo comenzó a raíz de la licitación pública internacional que realizó la Federación Nacional de Cafeteros en junio de 1992 para adquirir los fertilizantes que requiere esa industria. La BASF logró colocar 21.500 toneladas a un precio de 141.700 pesos por tonelada, que según sus propios comunicados, era 1.200 pesos por tonelada mas barato que la oferta más cercana. Del total, 10.000 toneladas correspondían a la licitación y el saldo se entregó en consignación a Ferticafé, una sociedad de las cooperativas de caficultores.
Esa decisión constituia un golpe muy duro para los productores nacionales, pues la Federación de Cafeteros era uno de sus mejores clientes y perder de un solo golpe esa participación de mercado era algo que no se podía dejar pasar sin reacción. Más aun cuando el panorama de la industria química a nivel mundial no es el mejor.
En consecuencia,los productores nacionales entablaron una demanda por dumping ante el Incomex, que después de un complejo proceso determinó de manera provisional que la multinacional alemana efectivamente estaba vendiendo esos fertilizantes a un precio que estaba casi 65 dólares por tonelada por debajo del valor de mercado de productos similares o comparables.
Eso llevó al Incomex a imponer derechos provisionales antidumping.
Sin embargo, estos no son retroactivos y se aplican únicamente para importaciones futuras en un monto equivalente a la diferencia entre el precio base de 160.95 dólares por tonelada y el precio FOB por tonelada que declare la BASF, pero sin exceder de 65 dólares por tonelada. Incluso, el Incomex aceptó que el pago pueda suplirse con la constitución de una garantia a favor de la aduana. La medida evita que el perjucio se agrave, pero no le permite a la industria nacional recuperar las ventas perdidas por esa práctica desleal, lo cual va más allá de la competencia del Incomex.
Pero este incidente es apenas la punta del iceberg. Lo cierto es que la situación mundial, no sólo de la industria de fertilizantes sino de la química y la petroquímica en general, es compleja en la medida en que existen unos excedentes de producción muy grandes en Europa como consecuencia, entre otras, de la entrada a ese mercado de productos de los antiguos países de la Cortina de Hierro, que ante la necesidad de conseguir divisas y ante la caída en sus propios consumos internos se han dedicado a exportar a precios muy bajos. Esto ha obligado a los grandes productores europeos a buscar nuevos mercados y qué mejor para eso que aquellos países que empiezan a implementar esquemas de apertura.
Es cierto que el mercado colombiano de fertilizantes compuestos -que fue del orden de 520.000 toneladas en 1991- había gozado de una protección relativa hasta ahora. Eso llevó a tener una capacidad instalada de cerca de 600.000 toneladas discriminadas entre Monómeros Colombo Venezolanos -con 360.000- y Abocol, que después de una ampliación reciente tiene hoy una capacidad de producción de 210.000 toneladas al año. Pero también es cierto que hasta ahora los precios de los fertilizantes habían estado sometidos a control de precios.
Además de la apertura, los productores de fertilizantes tuvieron que enfrentar el año pasado la mas grave crisis de la industria de su principal cliente: la Federación de Cafeteros. Eso llevó a que el consumo de fertilizantes compuestos en café bajara de 205.000 toneladas a cerca de 110.000 en un año -una reducción de más del 46 por ciento- puesto que con la caída del precio internacional del café se acabaron los subsidios a los fertilizantes y por ende se disminuyó la capacidad de consumo de los caficultores. El nivel del mercado colombiano global también disminuyó en un 26 por ciento, al situarse apenas en las 400.000 toneladas.
La gran preocupación de la industria nacional era que si no se hacía algo de fondo en este caso podría quedar desaparecida del mapa. En poco tiempo se podría acabar con el esfuerzo de muchos años. Además del fertilizante compuesto de grado cafetero se han importado al paçis otros grados como los que se utilizan para el cultivo de la papa, la caña de azucar, el trigo, la cebada, hortalizas y otros cultivos.
Por esa razón los productores nacionales instauraron una segunda demanda antidumping que cubre el resto de los fertilizantes compuestos que estan siendo importados por la BASF y que, por el nivel de sus precios, le han permitido presumir a los productores nacionales la existencia de dumping, a pesar de que en este caso el proveedor y el país de origen son diferentes.
La BASF, por su parte, ha alegado por diversos medios que no hace nada diferente a ofrecer productos en legítima y leal competencia con los producidos en el país y que las acciones de los productores locales buscan consolidar un monopolio y hacen temer por el retiro del mercado de productos, que por su calidad y precio, favorecen la agricultura colombiana.
El Incomex encontró, sin embargo, mérito para abrir la investigación por la importación de uno de los grados objeto de la segunda demanda. Falta ahora la respuesta de BASF y de su proveedor holandés, que se debe producir en el curso de este mes. Pero pase lo que pase, lo cierto es que este es un duelo de titanes que apenas comienza. La tarea de arbitro del Incomex no es menos difícil, pues de la definción de este duelo dependerá quién se queda con el mercado colombiano. Y no parece fácil sacrificar la industria nacional para darle entrada a excedentes coyunturales del exterior, que quien sabe cuánto duren.