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EL ABRAZO DE LA HOLANDESA

El congreso de exportadores dejó en claro que al país sólo le queda una opción: un mayor ajuste fiscal.

16 de diciembre de 1996

De lo más aburrido que le puede pasar a alguien cuando va a cine es darse cuenta de que ya vio la película que están proyectando. Ante semejante situación, algunos se aguantan, otros aprovechan para dormir y los más radicales se salen del teatro. Pero lo que sí es definitivamente insoportable es que además la película termine mal. En ese caso lo mejor que puede hacer el sufrido espectador es pedir que le devuelvan la plata. Por estos días los exportadores colombianos viven una situación similar, y aunque todos confían en que la película termine bien, son varios los que claman para que alguien les devuelva la plata perdida en su actividad empresarial. Muchos de los asistentes al XI Congreso Nacional de Exportadores, celebrado la semana pasada, no pudieron evitar la sensación de que la película que les pintaba el evento ya la conocían. A grandes rasgos el argumento advertía que si no se da un inmenso ajuste fiscal por parte del gobierno, acompañado de un aumento sustancial de la productividad del sector exportador, éste último estaría condenado a sufrir los rigores de una enfermedad bastante peor que el abrazo del pato: la enfermedad holandesa. Así es como los analistas llaman al proceso en el cual buena parte de una economía se marchita por cuenta de una bonanza petrolera. Según los expertos, el principal efecto de este fenómeno consiste en que la revaluación de la moneda generada por las mayores exportaciones petroleras hace que los sectores exportadores y los que compiten con importaciones pierdan competitividad frente a los productos extranjeros. Y nadie duda que ese sería un costo que el país no podría darse el lujo de asumir, por cuenta de una bonanza petrolera que no lo es tanto (ver cuadro).Y lo cierto es que ese mismo argumento ya se ha contado muchas veces y de diversas maneras en el país. Varios de los asistentes recordaron que esas mismas habían sido las conclusiones de un seminario realizado por el gobierno de César Gaviria a mediados de 1993, con el propósito de plantear fórmulas para evitar que el auge del sector petrolero redundara en una enfermedad holandesa para Colombia. En esa ocasión los asistentes al seminario salieron relativamente tranquilos. Al fin y al cabo aún faltaban cuatro años para que se iniciara en forma la exportación del petróleo de Cusiana y ya se sabía lo que había que hacer: reducir el gasto público y aumentar la productividad. Pero la tranquilidad no duró mucho. A finales del gobierno pasado el gasto del gobierno central se aceleró hasta llegar a representar 15 por ciento del PIB, cuando a comienzos de la década esa proporción era tan sólo de 11 por ciento. Y lo más grave es que por estos días las perspectivas tampoco son muy alentadoras. Según Fedesarrollo el déficit del gobierno nacional este año será equivalente a 4,2 por ciento del PIB, mientras que en 1997 será de 4,1 por ciento. Lo peor del asunto es que la lucha del gobierno por lograr un ajuste fiscal parece una carrera de obstáculos. Hace un par de meses el Ministro de Hacienda llevó al Congreso de la República un proyecto de ajuste para 1997 que ascendía a cerca de dos billones de pesos, y si bien aún faltan algunas semanas para que se conozca la suerte definitiva del proyecto, su alcance ya ha sido reducido por los parlamentarios ponentes. Por el momento la peluqueada ha afectado 126.000 millones de pesos que el gobierno pensaba ahorrar limitando el crecimiento de las transferencias a los municipios el año entrante. Y aunque Ocampo reaccionó tras advertir que si se daba ese aumento en las transferencias debería ser a costa de una reducción equivalente en los llamados fondos de cofinanciación, los observadores creen que si hay algún rubro que defiendan los congresistas a capa y espada es este último.Como también han defendido los 55.000 millones que el gobierno planeaba ahorrarse reasignando esa suma de las cajas de compensación familiar hacia el régimen subsidiado de salud. Después de varias semanas de discusión, el round en el Congreso lo ganaron las cajas y lo perdió el gobierno. Y lo grave es que a medida que se acerca el final de la legislatura, y mientras le siguen apareciendo dificultades al plan de Ocampo, varios analistas han señalado que ni siquiera dos billones de pesos de ajuste fiscal serían suficientes para conservar la consistencia de la política macroeconómica en 1997. Por ejemplo, Roberto Junguito, codirector del Banco de la República, señaló hace algunas semanas que el ajuste fiscal del año entrante debería ser del doble de lo que ha planteado el gobierno.En el campo de la competitividad las cosas no son más alentadoras. El Consejo Nacional de Competitividad _ente creado por el actual gobierno para generar las condiciones para incrementar la productividad privada_ hace un año que no se reúne y sus logros han sido prácticamente nulos. Por todos estos motivos los exportadores del país salieron cabizbajos al final de su XI Congreso el viernes pasado. En su cabeza quedaron sonando las palabras del presidente de Analdex, Jorge Ramírez Ocampo: "Soy una voz que clama en el desierto, predicando sin éxito austeridad, ahorro y disciplina fiscal".