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El desinfle

La economía empieza a perder impulso. El riesgo de que la reactivación se interrumpa del todo es real.

18 de junio de 2001

Hace tres meses sonaron las primeras alarmas. Encuestas en mano, algunos analistas empezaron a advertir que la economía se estaba frenando. Pronto el equipo económico del gobierno contradijo a quienes llamó “profetas del desastre”. Comenzó entonces una larga y confusa discusión en la que, optimistas por un lado y pesimistas por el otro, sacaban conclusiones opuestas de las pocas estadísticas disponibles. Finalmente la semana pasada hubo suficiente claridad sobre cuál es la verdadera situación económica en lo que va de 2001.

El punto final de la controversia llegó cuando el Dane dio a conocer el crecimiento de la producción industrial en marzo pasado: un modesto 3,1 por ciento, muy inferior al 10 por ciento que se registraba en el mismo mes del año anterior. Los datos de enero y febrero, que también habían sido flojos, no bastaron para zanjar la discusión ya que Bavaria —que tiene un peso muy grande dentro de la industria— estaba en huelga por esos días lo cual sesgaba las estadísticas hacia abajo.

Ahora se sabe que el problema no era ese. Dejando de lado el sector de las bebidas, la industria creció cerca de 9 por ciento en enero, 6 en febrero y 3 en marzo. Si a esto se suma el hecho de que las ventas apenas están creciendo al 1,9 por ciento y hay indicios de que los inventarios de productos no vendidos están aumentando, no quedan dudas de que, por lo menos la industria, está perdiendo dinamismo. Y como este sector es el mejor termómetro del consumo y la demanda en general, el temor es que el resto de la economía siga una tendencia similar.

¿Qué implica todo esto? En primer lugar hay que tener en cuenta que la palabra desaceleración no significa otra cosa que crecer más despacio, pero crecer al fin y al cabo. Hasta ahora, ni el más pesimista de los expertos ha mencionado la palabra recesión. “De manera que lo que está ocurriendo ahora no es una tragedia, sino más bien un campanazo de alerta. No está garantizado que volvamos a retomar la senda ascendente”, opina el analista Javier Fernández Riva.



Se sabia

Mucho de lo que ahora amenaza el crecimiento económico se veía venir desde el año pasado: el ‘aterrizaje’ de la economía estadounidense, las menores exportaciones de petróleo, el estancamiento del crédito a las empresas y hasta el efecto de la reforma tributaria sobre el ingreso de los colombianos. Lo que no estaba claro era qué tan fuerte sería el impacto de cada uno de estos factores.

El frenazo gringo ha resultado, por ahora, menos grave de lo que temía la mayoría de los analistas. En el primer trimestre el crecimiento industrial fue superior al anticipado y las ventas al por menor se están recuperando. No obstante, todavía es muy temprano para saber cómo va a evolucionar la economía estadounidense en los próximos meses. El fantasma de una franca recesión en el país del norte —que arrastraría al mundo entero— todavía sigue rondando, y las autoridades intentan espantarlo del todo mediante reducciones en las tasas de interés. La última de ellas, de medio punto porcentual, ocurrió la semana pasada.

La mayor sorpresa que ha aparecido en el frente internacional es Argentina. Las angustias financieras de este país y el riesgo de que no pueda cumplir con el pago de su deuda externa, han puesto en aprietos a otras economías. En particular, las de países que, como Colombia, necesitan conseguir recursos en los mercados financieros externos para financiar el déficit fiscal. Por fortuna, el gobierno colombiano se anticipó y consiguió con rapidez la plata que necesita para este año. Esto hace que Colombia esté relativamente blindada frente al ‘efecto tango’, por lo menos hasta 2002.

Desde el año pasado también estaba previsto que las exportaciones de petróleo serían menores. No sólo por una eventual caída en los precios sino porque los principales campos colombianos ya entraron en la fase de declive y se están sacando cada vez menos barriles. Sin embargo, nadie esperaba que la caída fuera tan fuerte. La razón ha sido una arremetida sin precedentes de la guerrilla contra la infraestructura de Caño Limón, que ha tenido prácticamente paralizado este campo en los últimos meses. Se han dejado de producir 11 millones de barriles, que valen cerca de 275 millones de dólares y el Estado ha dejado de recibir el 20 por ciento de esa suma por concepto de regalías.

La situación petrolera, junto con los precios bajos del café, han causado una disminución en las ventas externas tradicionales, y aunque los demás rubros de exportación siguen creciendo, no alcanzan a compensar la caída.



El futuro

La suerte de la economía en los primeros meses del año ha sido objeto de una intensa polémica. Los datos disponibles para el primer trimestre le dan la razón a los que primero hablaron de desaceleración. Pero el debate sigue abierto sobre cuál será el crecimiento en lo que resta de 2001, lo que se sitúa en el incierto terreno de la futurología.

Hasta el momento, los más reconocidos analistas se han abstenido de modificar los pronósticos que habían hecho a fines del año pasado. En buena parte, porque ya habían incluido en sus cálculos muchas de las cosas que están pasando ahora. Todas las proyecciones de crecimiento para 2001 se sitúan en un rango que va de 2,5 a 3 por ciento. Y los expertos consultados coinciden en que si llegan a revisar los pronósticos, sería hacia abajo y sólo ‘un poquito’.

El gobierno, por su parte, sigue firme en la meta de 3,8 por ciento. “La evidencia muestra que hay suficientes razones para tener confianza en esta meta”, afirma Juan Carlos Echeverri, director del Departamento Nacional de Planeación. En su opinión el resultado final dependerá en buena medida de las expectativas de los empresarios y consumidores. Por eso advierte sobre el riesgo de que las proyecciones pesimistas se vuelvan una profecía autocumplida.

Más allá de esto, lo cierto es que la diferencia entre lo que pronostican los analistas independientes y lo que espera el gobierno no es tan grande. En ambos casos se trata de un crecimiento bajo e insuficiente frente a lo que se necesita para disminuir el desempleo.

Lo que ha ocurrido en los últimos meses muestra que el riesgo de que la economía caiga en el estancamiento es real. Para evitarlo, el gobierno debe acelerar el saneamiento de las finanzas públicas. Así como ha avanzado con decisión en la reforma a las transferencias, debe someter lo más pronto posible la reforma pensional a consideración del Legislativo. Si no se toman a tiempo medidas acertadas y la situación externa no ayuda, se habrá acabado la reactivación económica.