Pocas veces los responsables de la economía de los cinco países capitalistas más grandes del mundo, habían estado tan de acuerdo. Después de reuniones ultrasecretas y casi cuatro meses de negociaciones continuas, representantes de los Estados Unidos, Alemania Francia Inglaterra y Japón, anunciaron el pasado 21 de septiembre en una reunión en el hotel Plaza de Nueva York su intención de "intervenir significativamente" el mercado de divisas para inducir una baja en el valor del dólar frente a las llamadas monedas duras. Al cabo de cinco años en los que la moneda norteamericana ha subido de precio frente a las demás, creándole problemas a todo el mundo, la noticia acabó generando alivio en las principales capitales.
Y es que, confirmando lo anunciado, los bancos centrales de los "cinco grandes" pasaron inmediatamente del dicho al hecho. El lunes pasado, el banco de la Reserva Federal vendió cerca de 250 millones de dólares, comprando a cambio marcos alemanes y, en menor proporción, las demás divisas. Como consecuencia, el dólar experimentó su caida más violenta en los doce años de existencia del sistema de tasas de cambio flotantes, cuando se abandonó el sistema imperante de tasas de cambio fijas. Al final de la semana el esfuerzo seguia resultando fructífero, aunque costoso, pues se estimaba que entre los cinco grandes habían hecho transacciones superiores a los 5 mil millones de dólares.
La justificación de tales medidas había sido advertida desde hace tiempo por los expertos. Las altas tasas de interés en Estados Unidos, a comienzos de la década, y la impresionante recuperación de la economía norteamericana, llevaron a los inversionistas europeos y japoneses a adquirir dólares a cambio de sus monedas. Como consecuencia, el "verde" empezo a subir inconteniblemente generando un ciclo especulativo que llegó a su tope a comienzos de marzo. Como consecuencia, el dólar se ubica hoy muy por encima de su valor de equilibrio, creando incontables trastornos. Es así como los europeos se quejan de que el dinero de sus economías se va para los centros financieros de Nueva York o Chicago, alentado por los rendimientos que ofrecen los depósitos en los Estados Unidos, en comparación con lo que pueden ganar en sus países. A su vez, los norteamericanos han tenido que aguantar un déficit comercial sin precedentes en su comercio exterior, que debe pasar de unos 25 mil millones de dólares en 1980 a casi 150 mil millones en 1985.
Para corregir tales trastornos, la solución más rápida es la de que los bancos centrales participen activamente en la compraventa de divisas. Sin embargo, existen continuas controversias sobre lo útil que puede resultar la práctica. Los expertos citan cómo el mercado internacional de monedas (que se mueve 24 horas al día y en distintas partes del globo) registra transacciones diarias que oscilan entre los 100 y 150 mil millones de dólares, mucho más de lo que cualquier banco central posee. Inclusive, existen ejemplos en los que un país ha intervenido con buenos resultados durante unos días, pero sin lograr nada definitivo al cabo del tiempo.
Ese peligro existe ahora, pero los analistas internacionales sostienen que las condiciones son diferentes. La gran diferencia radica en que existe una voluntad coordinada de los cincos grandes de trabajar por el mismo fin de manera constante. Adicionalmente, se insiste en que el dólar ya venía bajando y tan sólo se trata de acelerar la tendencia y no de luchar contra la corriente.
Ese esfuerzo se realiza a través de una serie de trucos en los que los bancos centrales pueden sacar su dinero abiertamente o bien se encargan de poner sobre aviso a los corredores de compraventa de monedas para que "se comporten". Un caso típico fue el del viernes pasado, cuando, sin gastar mucho dinero, se mantuvo la situación bajo control, mediante rumores ocasionales sobre una intervención en masa.
Tal labor debe ser continuada durante los próximos días si se quieren resultados concretos. La idea, que fue promovida por el secretario del Tesoro norteamericano, James Baker, debe permanecer en ejecución por más de seis meses para que se empiecen a ver los primeros resultados concretos. Por ahora, se cree que es posible una subida en los precios de los artículos importados en Estados Unidos que eventualmente, llevaría a un crecimiento de la inflación en el país del norte. Al mismo tiempo, debe comenzar un regreso de los capitales que llegaron de Europa y el Japón, aunque se cree que el proceso puede tardar años.
En el plazo más inmediato, los más beneficiados son los países que están tratando de penetrar el mercado del Viejo Continente. En el caso colombiano, las exportaciones a Europa y el Japón se abarataron sustancialmente la semana anterior, lo cual le ayuda al esfuerzo del gobierno de promover el intercambio comercial.
A su vez, los financistas internacionales han adoptado la línea de permanecer a la expectativa porque, según ellos, todavía es demasiado temprano para juzgar si lo hecho por los cinco grandes tiene éxito. El clima de incertidumbre es tal, que la semana pasada un funcionario de la administración Reagan le confesó al diario The Wall Street Journal sus impresiones:"me siento nervioso y tendremos que ver cómo resulta esto".