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EL EFECTO DOMINO

La devaluación del yen y el continuado deterioro económico del Japón amenazan con poner en jaque a la economía mundial.

27 de julio de 1998

La reacción positiva de los mercados financieros locales e internacionales al triunfo de Andrés Pastrana durante la semana pasada llenó de optimismo a los colombianos. Aunque para nadie es un secreto que en los aspectos fundamentales de la economía nada cambió con lavictoria pastranista, el sentimiento general es que el país viró en la dirección correcta y que el nuevo gobierno contará con el apoyo de los agentes económicos en la dura tarea que tendrá que enfrentar. No obstante, lo que nadie ha tenido en cuenta es que existen peligros latentes en la economía mundial que están más allá del control de la nueva administración y que podrían dar al traste, aún en un escenario óptimo de manejo económico, con cualquier posibilidad de recuperación económica en Colombia al menos en el mediano plazo. En el contexto global Colombia es una pieza más de dominó, sujeta a los vaivenes de un mercado cada vez más integrado, en el cual los acontecimientos que suceden a miles de kilómetros de distancia inciden en la dinámica local. Japón entra en recesiónLuego de haber sido el modelo por imitar, e incluso por temer, la economía japonesa ha entrado oficialmente en recesión. Esta situación, en la segunda economía del mundo, amenaza con poner en jaque a los mercados mundiales. El Producto Interno Bruto (PIB) japonés lleva dos trimestres en caída libre, retrocediendo en 5,3 por ciento anualizado durante los primeros tres meses de este año. El desempleo alcanza el nivel más alto de la posguerra, y llega a 4,1 por ciento _que aunque en cualquier otro país sería considerado bajo en una sociedad acostumbrada al pleno empleo podría tener un impacto social importante_. Su moneda _el yen_ se ha deslizado a su punto más bajo frente al dólar de los últimos ocho años. Y como si fuera poco, su sistema financiero está al borde del colapso a causa de la explosión de la cartera vencida, que alcanza el 12 por ciento del PIB, debido principalmente al debilitamiento financiero de sus mayores deudores: los tigres asiáticos. Para muchos expertos la crisis del Japón apenas está comenzando. En su concepto, la preocupación acerca del desempleo y la fragilidad del sistema financiero impulsará a las familias a gastar menos y a ahorrar más, causando un debilitamiento aún mayor en la demanda interna. Adicionalmente, frente a un exceso de capacidad y el crecimiento de sus deudas, las compañías japonesas recortarán sus inversiones. Por último, la demanda de bienes japoneses por parte de otros países asiáticos, que absorben el 40 por ciento de las exportaciones totales del país del sol naciente, es probable que continúe en descenso dada la precaria situación económica de éstos. En plata blanca, los expertos esperan que se ahonde la recesión económica en Japón en el próximo año, mientras se recrudece la situación del sistema financiero nipón más compañías entran en quiebra y el desempleo alcanza niveles récord.Las consecuenciasSi la economía japonesa sigue en picada los efectos sobre la economía mundial podrían ser catastróficos. Para comenzar, un debilitamiento de la demanda interna en el Japón tiene un efecto directo sobre las ya debilitadas economías del sureste asiático. Las ventas al Japón alcanzan el 12 por ciento del PIB en Malasia y representan entre el 5 y el 7 por ciento del PIB de países como Indonesia, Tailandia, Corea del Sur y Taiwán. En este contexto una recuperación de estas economías basada en las exportaciones _una de las avenidas más factibles para los expertos_ no sería viable. Más aún, la recesión japonesa y la debilidad del yen podrían precipitar una devaluación en la China. Hasta ahora este país ha logrado mantener el valor de su moneda, a pesar de la caída de sus exportaciones a países vecinos, debido a sus amplias reservas en moneda extranjera, sus restricciones cambiarias y una dosis no marginal de presión internacional. Sin embargo, si sus exportaciones siguen cayendo y el yen se sigue devaluando, China podría propiciar una devaluación para recuperar su competitividad frente a los demás países de la región. El efecto sobre América Latina y Colombia podría ser desastroso. Aun cuando de los países latinoamericanos Chile es el único que depende de manera importante del comercio con Asia, la mayoría de las exportaciones de manufacturas de la región compiten directamente con los productos asiáticos y particularmente con los chinos. Además la recesión asiática ya ha afectado los precios de los productos básicos _como el petróleo y el cobre_, que constituyen pilares fundamentales de la oferta exportable de América Latina. Por este motivo sería factible pensar que los países de la región se verían forzados a devaluar sus monedas para moderar sus desequilibrios comerciales. El recrudecimiento de la crisis asiática también generaría presiones devaluacionistas sobre América Latina desde otro frente. Esta situación desencadenaría una crisis de confianza generalizada en torno a los mercados emergentes _como la que se observó después de la devaluación mexicana de 1994 y de los problemas del sureste asiático el año pasado_, en la cual sin duda pagarán justos por pecadores. Los inversionistas extranjeros, temerosos de una propagación de la crisis, tenderían a liquidar sus posiciones en papeles latinoamericanos en busca de inversiones más seguras en Estados Unidos y Europa. Dada la dependencia de estos países de flujos de capital del exterior, esta salida masiva de capitales seguramente desembocaría en una ola de devaluaciones a través de la región.Si bien en Colombia la escasez de inversionistas de portafolio aislaría al país en cierta medida de los efectos de esta crisis, dado su impacto sobre importantes socios comerciales como Venezuela y sobre los costos de financiamiento del país en un momento en que depende del ahorro externo para financiar sus desequilibrios macroeconómicos, es poco probable que el peso aguante la embestida.Posibles salidasPara los expertos más optimistas una crisis de estas magnitudes aún se puede prevenir. Muchos consideran que Japón puede y debe hacer todo lo lo que esté en sus manos para reactivar la demanda interna en su economía. Este objetivo se puede lograr principalmente a través de dos avenidas, la fiscal y la monetaria. Dado que las tasas de interés japonesas están actualmente en el nivel más bajo de su historia (0,5 por ciento efectivo anual), el margen de maniobra en términos de política monetaria es bastante reducido. Además, una expansión en la oferta de yenes se traduciría en una mayor devaluación, lo cual, aunque contribuiría a estimular las exportaciones y la economía en el corto plazo, podría agravar la situación de los demás países de la región. Aunque algunos expertos opinan que esto sería deseable en la medida en que propiciaría una recuperación en el Japón que beneficiaría a toda la región, es una estrategia de alto riesgo. Japón lleva varios años tratando de realizar una recuperación basada en exportaciones, y esto no ha conducido a nada. Una solución más adecuada se basaría en una política fiscal expansiva que estimulara el consumo en el Japón. Este país ha sido tradicionalmente cauto en el empleo de políticas fiscales para estimular su economía, pues las autoridades económicas han sido reacias a aumentar el endeudamiento del Estado _lo cual no es sorprendente en un país que tiene que responder por una población que es cada vez más vieja_. Sin embargo, en los últimos seis años han lanzado paquetes de gasto público por un valor cercano a los 480.000 millones de dólares. Estos no han sacado a la economía del letargo que la ha rodeado desde principios de la década. Hoy los analistas consideran que lo que necesita el Japón es una disminución sustancial de los Impuestos, particularmente sobre el consumo, y una desregulación profunda de muchos de los mercados de bienes y servicios del país que aún enfrentan entornos poco competitivos. Esto generaría un despegue de la demanda interna, lo cual apuntalaría una recuperación. No obstante esta estrategia tampoco está libre de riesgos pues este tipo de iniciativas _aunque hasta ahora han sido bastante tímidas_ no han producido los mejores resultados en el pasado. Los consumidores japoneses, siempre prudentes, han asumido que las reducciones de impuestos en el presente se traducirán en mayores impuestos futuros, lo cual en muchos casos los ha llevado a ahorrar en vez de incrementar su consumo. En conclusión, la situación del Japón es extremadamente delicada y aún no se vislumbra una salida clara e inequívoca de la misma. En todo caso, como está ocurriendo en el resto de Asia, el país nipón seguramente tendrá que adaptar su sistema económico a un modelo más similar al norteamericano, en el cual priman la flexibilidad y la transparencia de los mercados. Mientras tanto las autoridades económicas de los países de América Latina seguramente le estarán prendiendo velas a sus colegas japoneses pues la economía global, con todas las oportunidades que genera, implica además considerables riesgos.