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Eike Batista | Foto: Reuters

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El fin del sueño para Eike Batista

Llegó a ser el hombre más rico de Brasil y prometía un imperio económico. Hoy todo se vino al piso.

6 de julio de 2013

En el mundo de los negocios hoy solo se habla de las penurias financieras del empresario brasileño Eike Batista, de 56 años. La crisis por la que atraviesa se ha convertido en un tema excitante para la prensa pues involucra poder, riqueza y sociedad.

Es difícil encontrar un ascenso tan vertiginoso como el de Batista. En menos de una década construyó un emporio con inversiones en petróleo, astilleros, puertos, empresas de entretenimiento, energía térmica, hoteles de lujo, edificios, un restaurante, un equipo de voleibol, una fábrica de chips, explotación de carbón y oro, entre otros. En 2006 su patrimonio se estimaba en 2.000 millones de dólares y cinco años después era, según la revista Forbes, el séptimo hombre más rico del planeta y el primero de Brasil con 34.000 millones de dólares de patrimonio.

 Tan apasionante era su espiral ascendente como impresionante ha resultado su caída. Las acciones de sus compañías ahora valen una fracción de lo que costaban hace apenas unos meses. Seis de sus compañías cotizan en bolsa, y casi todas fueron castigadas por el mercado. En el caso de OGX, una empresa de petróleo y gas considerada la compañía insignia de Batista, la caída ha sido del 90 por ciento. Es el mayor descenso en la bolsa brasileña, seguida de cerca por la minera MMX también de su propiedad.  

Batista está mostrando que lo que sube como palma cae como coco. En la clasificación de marzo de la revista Forbes, el empresario pasó al puesto 100 en el escalafón mundial –con 10.800 millones de dólares de patrimonio– y al quinto de su país. Hoy con la última caída de sus acciones, su fortuna sigue en picada.  Se estima que no alcanza los 3.000 millones de dólares.

El golpe mayor ocurrió la semana pasada, cuando Batista debió renunciar a la presidencia de la junta directiva de MPX, una de sus empresas en el sector de energía. Ahora, esta operará independientemente del grupo EBX de Batista y cambiará su nombre. La compañia eléctrica alemana E.ON invertirá cerca de 180 millones de dólares y tomará el control de la firma. La noticia ha sido considerada  en Brasil como el símbolo de la debacle de este emporio.

Hoy muchos se preguntan qué pudo causar la caída de este conglomerado empresarial.  Para algunos analistas en parte se debe al cambio en la actitud de los inversionistas frente a las empresas de mercados emergentes y commodities. Para otros, la principal razón es que Batista no pudo cumplir sus promesas y el mercado hoy le está pasando factura de cobro.

Según la revista Exame de Brasil, en 2006 Batista anunció que MMX produciría 37 millones de toneladas de mineral de hierro en 2011, pero hoy solo llega a 7,4 millones. También se dijo que, para 2011, OGX sacaría 20.000 barriles de petróleo por día y actualmente la tasa de extracción no llega ni a la mitad de esa cifra.

Y todo indica que el infierno de Eike comenzó el 26 de junio del año pasado, cuando OGX informó al mercado que del segundo pozo de petróleo en la cuenca de Campos fluirían 5.000 barriles diarios, no los 20.000 inicialmente estimados. Esto acabó por derrumbar la confianza de los inversionistas en el grupo y las dificultades para conseguir recursos necesarios para las empresas se hicieron cada vez mayores.

Algunos otros dicen la multiplicación de proyectos impidió que Eike los mirara de cerca, incluso a la joya de su corona, la empresa OGX. “No tenía, por ejemplo, los expertos en desarrollo de la producción, solo en funcionamiento, es decir, la empresa estaba llena de gente supuestamente buena para encontrar petróleo, pero no había nadie para decir si valía la pena o no hacer avanzar el proyecto”, dice un análisis de Exame.

Exceso de optimismo

El magnate en declive tiene una historia apasionante que ha atraído a la prensa en todo el mundo. Hace menos de diez años, Eike Batista solo era conocido en Brasil por ser el esposo de la actriz Luma de Oliveira y el hijo de Eliezer Batista da Silva, exministro de Minas y expresidente del gigante minero Vale.  Por estas circunstancias comenzaba a figurar en las páginas de las celebridades y las columnas de sociedad de la prensa brasileña.

Eike nació en Brasil, pero pasó una parte importante de su infancia en Europa. Entre 1969 y 1980 vivió en Alemania donde comenzó a estudiar Ingeniería en la Universidad de Aachen. Sin terminar sus estudios regresó a Brasil para comenzar una compañía de oro en el Amazonas. Fue entonces, en la década de los ochenta, cuando se metió de lleno en el mundo minero. Creó EBX, las letras EB por sus iniciales y la X por la filosofía que guiaría sus empresas: el signo de multiplicación.  

A partir de 2006, ante la mirada atónita de muchos de sus coterráneos, su conglomerado de empresas –todas intensivas en capital como la minera, la petrolera y la portuaria– comenzó una extraordinaria carrera ascendente. 

Entre 2006 y 2010, Eike recaudó miles de millones de dólares para financiar nuevas empresas, en un principio todas asociadas al tema petrolero y minero. Se estima que su holding EBX alcanzó a invertir entre 2011 y 2012 cerca de 16.000 millones de dólares. Eran los años de gran prosperidad para Brasil, cuando el gigante suramericano brillaba en el firmamento como una de las nuevas grandes potencias económicas del planeta. Eike Batista empezó a vivir a un cuento de hadas.

“Su fortuna se convirtió en obsesión nacional, en tema de conversación de bares y reuniones, en objeto de estudio, fue la adoración y la envidia de muchos”, dice Exame.

Embriagado por el éxito, Batista hizo afirmaciones que se hicieron célebres. “Tengo algo de la naturaleza. Cuando me aburro, creo”, dijo al explicar su éxito al explotar recursos naturales. También dijo en una entrevista que soñaba con que su explotación minera fuera un “mini-Valley”; que la empresa petrolera fuera una “mini-Petrobrás” y su puerto un “Róterdam en los trópicos”.  

En una entrevista al periódico The Guardian dijo que “el señor Carlos Slim tendrá que inventar un nuevo auto de carreras para alcanzarme”, prometió entonces convertirse en el hombre más rico del mundo.

Su fama comenzó a recorrer el planeta. Además de la revista Forbes, que le dedicó muchas páginas a sus ambiciosos proyectos y actividades, The New York Times también publicó su perfil y la prensa internacional contó sus hazañas, como la venta de dos de sus minas en Brasil por 5.500 millones de dólares a la multinacional Anglo American. En varios análisis recientes, la prensa brasileña dice que los exempleados de Batista e incluso algunos de sus amigos afirman que el empresario es una víctima de su propio exceso de optimismo. 

Sus planes también lo trajeron a Colombia. Durante el gobierno anterior anunció que invertiría casi 2.000 millones de dólares y vino a el país para explicarle sus proyectos al presidente Álvaro Uribe, en una reunión en la Casa de Nariño. 

Eike se codeaba con las celebridades del mundo. En una visita a Río de Janeiro, Madonna cenó con el millonario quien le prometió 7 millones de dólares para sus programas sociales. Al fin y al cabo con los bolsillos llenos no es difícil ser generoso. Batista donó 13 millones de dólares a la candidatura de Río de Janeiro para ser sede de los Juegos Olímpicos de 2016 y también financió un programa de descontaminación de uno de los lugares turísticos y recreativos de esa ciudad.

Aunque sus inversiones se han concentrado en el sector minero y petrolero, ha añadido una que otra excentricidad a su portafolio, como la alianza con el Cirque du Soleil, con la que creó su empresa cultural IMX a fines de septiembre pasado.

Pero no solo los problemas financieros de sus empresas le han amargado la vida a Eike en los últimos tiempos. Hace poco más de un año su primogénito Thor, de 20 años,  atropelló y mató a un ciclista con su deportivo Mercedes-Benz. Como le hicieron la prueba de alcoholemia y salió negativa, Thor no pasó un solo día en la cárcel, lo que generó indignación social en Brasil.

Pero al hombre que construyó vertiginosamente un imperio le ha tocado también a toda prisa a buscar salvavidas para no dejar hundir el barco. Por ello la semana pasada le vendió a la empresa alemana E.ON una parte importante de MPX, y hace unos meses negoció el 40 por ciento de un yacimiento de petróleo. Según la agencia Reuters, el empresario brasileño está intentando vender también sus activos de carbón de la minera CCX y de oro de la firma AUX, incluidos también algunos en Colombia.

Eike incluso se reunió con la presidente Dilma Rousseff, y muchos analistas creen que el gobierno lo apoyará, pues tiene acciones en algunas compañías del empresario. La tesis aplicada en su momento a propósito de los gigantes estadounidenses podría funcionar también este caso: “Es demasiado grande para caer”.

Para algunos analistas brasileños, no es una coincidencia que el imperio de Batista haya caído al mismo tiempo que su país atraviesa una difícil coyuntura, tras ser mimado por los  inversionistas mundiales. Como dice Exame,  “la caída de Batista es también una metáfora de los nuevos tiempos. Para él y para Brasil es el momento de hablar menos y producir más”.