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EL GRAN NEGOCIO

La mayoría de las ganancias del narcotráfico no le llegan a los productores de coca y amapola.

28 de agosto de 1995

POCOS NEGOCIOS TIENEN tanto impacto y generan tantos escándalos como el narcotráfico, y es difícil que haya muchos que muevan tanta plata, pues se calcula que a nivel mundial el mercado de la droga genera utilidades cercanas a los 500.000 millones de dólares. Y sin duda, Colombia es uno de los grandes actores de un mercado del que sólo se sabe con certeza que es de los más rentables.
Sin embargo, quienes quedan con las más grandes ganancias de esa torta no son los agricultores que generan el insumo básico para producir tanto la cocaína como la heroína. Según un estudio realizado por el Consejo Nacional de Estupefacientes para el Plan Nacional para la Superación del Problema de la Droga, los productores colombianos de pasta de coca se quedan con el 0,05 por ciento de las utilidades y los de látex de amapola con el 0,08 por ciento.
Más del 90 por ciento del valor agregado de los dos productos se genera en la etapa de distribución, lo que significa que la mayor rentabilidad del negocio se da por fuera de los países productores. Y no puede ser de otra manera si se tiene en cuenta que, por ejemplo, un kilo de cocaína en Colombia se conseguía por 764 dólares en 1993, mientras que en Estados Unidos (según una muestra de Chicago, Los Angeles, Miami y Nueva York) podía costar entre 10.000 y 40.000 dólares. Y en Europa, la cifra podía llegar a estar entre 20.000 y 90.000 dólares, de acuerdo con los datos de venta en París, Amsterdam, Moscú y Stuttgart.
De ahí que, según el estudio, sean absurdos los planteamientos de expertos que dicen que la extinción del negocio en países como Colombia, Perú y Bolivia dejaría a estas economías prácticamente a la deriva. Aunque en contraposición a esa opinión está la de quienes argumentan que el narcotráfico en Colombia puede mover, directa e indirectamente, lo equivalente a más del 10 por ciento del Producto Interno Bruto -PIB-.
Pero aunque sea cierto que ha generado movimientos favorables en las cifras, no puede desconocerse que el tráfico ilícito de drogas ha lastimado por muchos lados la economía. De eso saben mucho los industriales y comerciantes que tienen que competir con productos de contrabando, que entran a precios muy inferiores pues se mueven con dólares lavados por los narcotraficantes. Eso afecta notoriamente el crecimiento económico. Además, una de las formas que tienen los capos para dejar sus ganancias en el país es la subfacturación de importaciones, lo que perjudica los ingresos fiscales. Eso, agravado por los gastos del gobierno para combatir el problema, que este año alcanzan el 4,8 por ciento del presupuesto nacional.
Si las cosas se miran por el lado del campo, la historia no es mejor. La compra de tierras por parte de los narcotraficantes ha afectado la distribución de la propiedad y ha generado una distorsión en los precios de la tierra y los salarios, lo que dificulta las cosas para ganaderos y agricultores.
Las distorsiones también llegan a la construcción y fueron en parte responsables del llamado boom de ese sector, porque la economía tradicional no estaba en capacidad de financiar la cantidad de metros cuadrados que se construyeron. También generó un fenómeno especulativo con los precios de la vivienda.
En síntesis, el narcotráfico tiene la capacidad de distorsionar los mercados laboral, financiero y productivo en general, lo que dificulta el manejo económico por parte del gobierno y además ocasiona alteraciones en los precios. Adicionalmente, gran parte de sus inversiones no son más que una simple transferencia de activos físicos y es poco el incremento que puede haberse dado en la capacidad productiva del país. Eso, sin contar con la realidad de que la mayoría de las ganancias del negocio se quedan en el exterior.
Pero, malo o bueno, el narcotráfico se ha convertido en uno de los grandes generadores de empleo y riqueza, pues se cree que hay 304.000 pequeños productores de coca, amapola y marihuana.
Según el documento, Colombia tiene 40.000 hectáreas sembradas de coca, que es el 15 por ciento del total de América Latina, y se producen en promedio 250 toneladas anuales, lo que representaría ingresos para las regiones por 150.000 millones de pesos -según datos de 1993-. Se calcula que la utilidad neta de los productores es del 40 por ciento del negocio -62.720 millones para una cosecha de 150.528 millones-, luego de descontar los costos de los insumos, la mano de obra y la seguridad.
En amapola puede haber 20.000 hectáreas, que es el 10 por ciento del total mundial. La producción asciende a unas 168 toneladas de látex al año a un precio de 400.000 pesos el kilo, lo que puede representar para las regiones ingresos entre 65 y 85 millones de dólares. El negocio deja una utilidad neta para el productor del 30 por ciento -19.824 millones para una cosecha de 67.200 millones-.
El hecho de que los productores en Colombia se queden con una parte tan pequeña de las utilidades del negocio internacional lleva al Consejo Nacional de Estupefacientes a insistir en la necesidad de crear una cooperación internacional para atacar el problema del narcotráfico en todas sus etapas: producción, procesamiento, tráfico y consumo. Y es que en casos como el del lavado de dinero, que es utilizado para devolver las ganancias del negocio al país, sí que hay mecanismos para facilitarlo regados por el mundo, como es la existencia de los llamados paraísos fiscales o la ausencia de instrumentos -nacionales e internacionales- para evitar que sectores económicos formales sean infiltrados por las riquezas de la droga. Eso, en últimas, es lo que ha llevado a que los capos del narcotráfico sean los dueños de uno de los poderíos económicos más grandes de la época.