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El día que todo explotó, la Bolsa de Reykiavik, capital islandesa, cayó 30 por ciento. El desplome acumulado es del 80 por ciento. Muchos operadores, como los de la foto, no pudieron reaccionar

CRISIS.

El país que era una maravilla

Cómo Islandia pasó de ser el ejemplo de desarrollo de los europeos, a una nación al borde de la bancarrota por cuenta de la crisis financiera.

1 de noviembre de 2008

Islandia representa la parábola de la crisis mundial: un país en el extremo norte del océano Atlántico europeo, que literalmente se desplomó cuando unos ciudadanos de Alabama empezaron a incumplir el pago de sus hipotecas. Ello muestra que la crisis definitivamente es global.

Paul Krugman, galardonado este año con el premio Nobel en Economía, lo ilustró muy bien en una de sus columnas en el New York Times: "(...) tenemos un sistema financiero globalizado en el cual una crisis que empieza con una burbuja en los condominios de Florida y las megamansiones de California, ha causado una catástrofe monetaria en Islandia".

Según relata el diario El País de España, Islandia tenía cero desempleo para sus 300.000 habitantes, igualdad de oportunidades laborales tanto para los hombres como para las mujeres, el sexto PIB per cápita del planeta con 40.000 dólares, el mejor lugar del mundo para vivir según la ONU, el país más feliz del planeta en 2006 y el primero en el ranking de Desarrollo Humano. Era definitivamente el país de las maravillas.

Pero hoy la situación es completamente distinta. Su moneda se ha devaluado 60 por ciento, tres de sus bancos más importantes fueron nacionalizados y en muchos casos, han restringido el acceso de sus ciudadanos a sus ahorros. Además, ya no cuenta con reservas internacionales, las deudas de sus ciudadanos se han disparado y ha tenido que acudir a la filantropía internacional como salvavidas para su crisis.

Gauti Kristmannsson, profesor asociado de la Universidad de Islandia, describió la situación así en el New York Times: "Los bancos más poderosos han sido tomados por los gobiernos y a los islandeses, aterrados, nos han dicho que todos y cada uno de nosotros debemos millones de dólares -¿a quién?-, no lo sabemos".

La explicación es la misma que está en la base de la crisis internacional. Una letal mezcla de exceso de gasto, libertinaje regulatorio para los bancos y los mercados de capitales sumado a una muy mala política monetaria de aumento de tasas. Con esa fórmula, muchos capitales golondrina llegaron al país, se revaluó la moneda, mientras sus ciudadanos aumentaron sus deudas con el exterior, donde los intereses resultaban más baratos. Al momento de la crisis, la cartera bancaria de Islandia era de 60.000 millones de dólares, más de cinco veces el PIB, que llegó el año pasado a 11.000 millones de dólares.

Así que al momento de la debacle, no hubo quién respondiera. La Bolsa de Reykiavik cayó 80 por ciento apenas reventó la crisis y los bancos inmediatamente empezaron a ser nacionalizados, porque el incumplimiento en las deudas fue inmediato.

Los efectos fueron catastróficos. Hoy todos temen por sus empleos, sus viviendas y su patrimonio. Ningún ingreso les alcanza para pagar lo que deben. Según las cuentas del primer ministro islandés, Geir Haarde, la crisis costará 9.000 millones de dólares, el 85 por ciento del PIB. Los expertos prevén que este año la caída del PIB será del 10 por ciento. El gobierno ha dicho que si no toma medidas extremas, el país se declarará en bancarrota.

Por eso el gobierno ha solicitado a Rusia y a otros países y al Fondo Monetario Internacional (FMI), un paquete de salvamento por 6.000 millones de dólares. La respuesta definitiva se conocerá las próximas semanas.

Mientras tanto, la población islandesa, que hasta comienzos de este año era la envidia para muchos en el mundo, vivirá en medio de la incertidumbre. Muchos ya piensan en emigrar, lo que sería el acabose para esta nación, pues cuenta con una población muy pequeña; una fuga de talento es lo peor que le podría pasar. Luego de ser el país de las maravillas, los islandeses despertaron un día, según lo dice el profesor Kristmannsson, como los protagonistas de una novela de Kakfa: toda una pesadilla.