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EL PETROLEO

Mientras la tasa de cambio cae a los niveles de hace un año, el gobierno y el Banco de la República se responsabilizan mutuamente de la situación.

2 de diciembre de 1996

La semana pasada los colombianos fueron espectadores de un nuevo set del ya extenso peloteo entre el gobierno y el Banco de la República en el tema de la revaluación del peso. Al comienzo de la semana el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, señaló quela posibilidad de aumentar la tasa de cambio está en manos del Banco de la República, mientras que algunos miembros de la Junta Directiva del Emisor advertían que la única salida para la encrucijada cambiaria está en un mayor ajuste fiscal.Si bien este episodio se ha vuelto pan de cada día para los colombianos, en esta ocasión el debate tuvo un ingrediente especial: a fines de la semana la tasa de cambio interbancaria llegó a caer por debajo de los 1.000 pesos. Si bien para los analistas económicos esta cifra no tiene ningún sentido especial en sí misma, para el común de los observadores ese hecho fue un símbolo de que las autoridades económicas están perdiendo la batalla contra la revaluación del peso. Y no es para menos: la tasa de cambio ya está rondando los niveles que tenía hace un año.Aunque las presiones revaluacionistas ya no sorprenden a nadie, pocos esperaban que la tasa de cambio llegara a caer tanto en 1996. Desde que se conocieron los hallazgos petroleros de Cusiana y Cupiagua todos los analistas coincidieron en que el país debía estar preparado para enfrentar la revaluación generada por los nuevos ingresos petroleros. Sin embargo muchos no se explican por qué el precio del dólar sigue cayendo si las exportaciones petroleras tan sólo aumentarán en forma significativa a partir de 1997.Las respuestas de los especialistas son múltiples. Algunos consideran que la venta de Cementos Samper y Cementos Diamante a la empresa mexicana Cemex, así como la de parte del Banco Ganadero al Banco Bilbao Vizcaya, han generado un exceso de oferta de dólares que ha presionado la caída de la tasa de cambio. Otros señalan al gobierno como gran responsable de las presiones revaluacionistas. En palabras de Jorge Ramírez, presidente de Analdex, "mientras el gobierno trajo divisas durante el primer semestre, ahora Ecopetrol se está endeudando para cumplir sus compromisos presupuestales con el sector central".La mayoría de los observadores coinciden además en señalar que las altas tasas de interés también tienen una buena cuota de responsabilidad. Con una devaluación prácticamente nula en lo corrido del año, son muchos los agentes económicos que prefieren endeudarse en el exterior que en el país, contribuyendo así al aumento de la oferta de divisas.La papa calienteLas diferencias de opinión aumentan a la hora de buscar salidas a la encrucijada. Según el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, el Banco de la República debería comprar muchos más dólares que los que ha adquirido hasta ahora. Para Ocampo esta operación no sólo tendría el efecto de aumentar el precio de la divisa, sino que además permitiría una expansión monetaria que facilitaría la baja de las tasas de interés, atenuando así la entrada de capitales. Para el ministro ambas medidas contribuirían a la vez a estimular el crecimiento económico.Las opiniones por el lado de la autoridad monetaria son distintas. Para Roberto Junguito, codirector del banco central, la expansión monetaria generada por una mayor compra de divisas por parte del Emisor terminaría por reflejarse en un aumento de la inflación, que con el paso del tiempo significaría mayor revaluación real. Según Junguito, "si se quiere evitar una mayor revaluación, el ajuste tendrá que hacerse por el lado del gasto público".Acerca de la conveniencia de que el banco central compre más divisas las opiniones de los analistas son variadas. Para algunos el crecimiento monetario que se generaría no tendría efectos inflacionarios, pues con los actuales niveles de desempleo y de capacidad productiva ociosa cualquier aumento en la demanda agregada se traduciría en crecimiento económico. Para otros, es inevitable que la expansión monetaria tenga efectos inflacionarios. Según Junguito, "puede ser que una política como la planteada por Ocampo no tenga efectos inflacionarios en el corto plazo. Sin embargo, distintos estudios permiten anticipar que al cabo de uno o dos años el efecto sobre los precios sería inevitable".Más allá de las consideraciones conceptuales, para Junguito la política planteada por Ocampo tampoco es viable en los próximos meses en términos prácticos. Según el codirector del Emisor, "la liquidez para final de año ya está prevista y no da espacio para una compra masiva de reservas. Eso no quiere decir que el Banco no esté dispuesto a defender la banda, comprando el volumen de dólares que fuere necesario". Y es que, aunque para muchos la situación actual sea alarmante, para la Junta Directiva del Emisor la intervención masiva sólo se justifica si la tasa de cambio llega al piso de la banda cambiaria.Apretar más el cinturónEn lo que sí parece haber acuerdo es en la necesidad de generar un gran recorte fiscal como medida necesaria para detener la revaluación. De hecho, en la actualidad cursa en el Congreso un proyecto de ajuste para 1997 promovido por el Ministro de Hacienda, el cual asciende a cerca de dos billones de pesos. Lo grave es que algunos componentes del plan de ajuste pueden terminar enredándose más de lo pensado. Tal es el caso de la privatización de Carbocol, que corresponde a casi la tercera parte del ajuste total; o el ajuste en el incremento salarial del sector público para el año entrante, que cuenta entre sus opositores al propio ministro de Trabajo, Orlando Obregón.Pero lo peor del asunto es que, incluso, si se lograra el ajuste de dos billones de pesos para el año entrante las cuentas podrían seguir sin cuadrar. En palabras de Junguito, "nuestras cuentas revelan que si queremos cumplir las metas macroeconómicas del año entrante el recorte fiscal debe ser del doble de lo que está cursando actualmente en el Congreso".En medio de las cuentas y las discusiones macroeconómicas entre el gobierno y el Banco de la República el sector privado está pidiendo a gritos alguna solución. Todos los indicadores señalan que la competitividad de los sectores exportadores y de aquellos que compiten con las importaciones _que constituyen lo que los economistas llaman los transables_ ha retrocedido a niveles que no se observaban desde la primera mitad de los años 80 (ver gráfico). En palabras de Jorge Ramírez, "el peloteo entre el gobierno y el Banco de la República ha llevado a que las responsabilidades se diluyan mientras la economía se quiebra".Lo cierto es que, como van las cosas, las soluciones van a tener que venir rápido y de todos los lados. Si la tasa de cambio sigue cayendo el Banco de la República seguramente tendrá que incrementar sus niveles de intervención en el mercado cambiario en el corto plazo. De otro lado, para evitar que la situación se siga deteriorando hacia el futuro, el gobierno y el Congreso tendrán que considerar ajustes fiscales mucho mayores a los planteados hasta el momento. Y, mientras tanto, los agentes económicos públicos y privados tendrán que seguir trabajando para aumentar su productividad.Lo cierto es que ya es hora de que todos los involucrados se empiecen a poner de acuerdo para actuar. Porque si hay algo que nadie pone en duda es que, así como el peloteo ya va para largo, las presiones revaluacionistas también.