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EL ULTIMO TANGO

Si se cumplen las predicciones de los especialistas, la economia argentina puede estar a punto de perder el ritmo.

10 de abril de 1995

SI LA SITUACION NO ESTUVIERA TAN SERIA, quizás alguno de esos cantantes callejeros que se aparecen en este comienzo del otoño en Buenos Aires, podría echar la historia con aire de tango. Pero lo cierto es que lo que se viene no se ha escuchado todavía al son de la música ni en la calle Corrientes, ni en los barrios de la Boca o de San Telmo. Se trata de la suerte económica de Argentina, que a los tres meses de la crisis mexicana es la 'favorita' de los especialistas para seguir por el camino del descalabro, debido a factores parecidos a los que generaron la profunda crisis que sigue afectando a la nación azteca.
Y puede que las próximas semanas les den la razón, así eso no sea lo más justo. En primer lugar, nadie puede desconocer los avances que ha registrado Argentina en materia económica. La inflación que llegó a 4.900 por ciento en 1989 pasó a menos del 4 por ciento en 1994 y el crecimiento económico, que fue negativo durante la década pasada, ha sido el más alto de América Latina en lo que va corrido de la década. El éxito ha sido tal, que la esperada reelección del presidente Carlos Menem en los comicios de mayo está atada directamente a lo conseguido en el campo económico.
Todo eso cambió, sin embargo, con la irrupción de la crisis mexicana. Después de la debacle del país azteca, los conocedores comenzaron a buscar dónde se podrían repetir las condiciones que generaron la fuga de capitales y la devaluación del peso mexicano. Las pesquisas acabaron dirigiéndose a Buenos Aires. Al fin de cuentas, en esa capital se había decidido mantener fijo el tipo de cambio desde comienzos de la década, con el fin de disminuir la inflación.
Semejante política ha producido por lo menos una consecuencia común a las economías argentina y mexicana: una revaluación real de la moneda que ocasionó a su vez saldos en rojo en la balanza comercial. En otras palabras, como la tasa de cambio fija se volvió un compromiso inmodificable (en el caso de Argentina esa obligación es legal), con el paso del tiempo los bienes importados se volvieron más baratos en términos relativos que los nacionales debido a que la inflación se redujo pero no desapareció del todo. Ese factor generó déficits comerciales que aumentaron en los últimos años y tuvieron que ser financiados, con el desenlace ya conocido en el caso mexicano.
En lo que tiene que ver con Argentina, faltan varios capítulos por escribirse. Aunque el saldo de su comercio exterior fue negativo en 10.500 millones de dólares en 1994, se logró acumular un saldo de reservas internacionales superior a 14.000 millones de dólares a finales de diciembre. De tal manera que cuando la crisis mexicana estalló, la primera reacción del gobierno en Buenos Aires fue tratar de diferenciarse y resaltar su solidez en materia de divisas.
Los mercados, sin embargo, opinaron otra cosa. El llamado 'efecto tequila' se sintió con particular fuerza en Argentina, donde la bolsa comenzó un declive continuado y profundo que le ha llevado a su peor nivel en cuatro años. Los inversionistas, por su parte, han comenzado a sacar dinero y las reservas internacionales ya cayeron en casi 4.000 millones de dólares desde el inicio de 1995. Lo que es quizás peor es el convencimiento de que la crisis es inevitable, frente a lo cual nada de lo que se haga satisface a los especialistas.
Todo este escenario ha contado con un gobierno que se ha defendido con todos los instrumentos a su alcance. Tanto Menem como su ministro de Economía, Domingo Cavallo, saben que su futuro político también está en juego y que tienen que resistir hasta mayo a como dé lugar. De tal manera, a comienzos de marzo se adoptó un duro paquete de ajuste fiscal que incluyó recortes salariales a los empleados públicos y nuevos impuestos. Así mismo, el Fondo Monetario está poniendo a disposición del gobierno fondos de emergencia para atender algunas de las obligaciones.
Hasta los ricos están haciendo su parte. La semana pasada, el círculo de hombres de negocios más poderosos de Argentina, conocidos como el Grupo de los Ocho, se reunió con el ministro Cavallo para darle su apoyo al gobierno y proponer una serie de medidas adicionales tales como 'préstamos patrióticos' y más rebajas de salarios.
Los costos de tales decisiones ya se están viendo. El desempleo superó la barrera de 12 por ciento y varias entidades, incluyendo algunos bancos, ya entraron en cesación de pagos.
Al mismo tiempo, las tasas de interés han superado ya la barrera de 60 por ciento anual, para operaciones de corto plazo. Frente a tal evidencia, Cavallo tuvo que aceptar que era posible que el país viviera una recesión 'ligera' en lo que queda del año.
Para colmo de males otros factores tampoco han ayudado, y han puesto aún más nerviosos a los observadores extranjeros. Por una parte, la crisis mexicana sigue complicándose y la semana pasada el peso volvió a romper otro récord a la baja, mientras las tensiones políticas aumentaron. Pero quizas mas grave fue lo ocurrido en Brasil, donde el gobierno de Fernando Henrique Cardoso aceptó devaluar de hecho al real, al cambiar en 3 por ciento las bandas cambiarias que obligaban al Banco de Brasil a intervenir en el mercado. Tal decisión es una retirada para un país que en un comienzo había seguido el ejemplo argentino. Pero con la devaluación, Cardoso está demostrando que no cree que el modelo de la tasa de cambio fija sea defensable en las actuales condiciones, así tenga que incurrir en una mayor inflación.
La decisión de Brasilia es otra demostración más de que las salidas se le están cerrando a Argentina, cuya situación se ve cada vez menos sostenible. Es también otro campanazo de alerta para los demás países de América Latina que ven cómo se comienza a deteriorar el vecindario. Si bien por ahora hay más prudencia que pánico frente a la región, es innegable que temas como los del crédito, la inversión extranjera y el acceso a los mercados de capitales internacionales se van a ver afectados.
Para Argentina la suerte ya está echada. Y aunque el desenlace parece inexorable, la gran duda es si va a tener lugar antes o después de las elecciones presidenciales. Por ahora, la prensa ya le encontró un nombre a la situación. Después del conocido 'efecto tequila' en Buenos Aires ya se acuñó otro: el efecto 'yerba mate'.


LA INSOPORTABLE FRAGILIDAD DEL DOLAR

QUIZA FUE UNA venganza de la historia. Precisamente en el año en el cual los Aliados festejan el aniversario número 50 de su triunfo en la segunda Guerra Mundial, los mercados de divisas se encargaron de demostrar que en en ese campo la victoria es de Japón y Alemania. Así quedó confirmado una vez más la semana pasada cuando tanto el yen como el marco alcanzaron su cotización más alta de la posguerra frente al dólar norteamericano, desbarajustando de paso a todo el sistema monetario en los países desarrolla dos. Aunque al cierre de esta edición se había recuperado algo de estabilidad, el nerviosismo seguía rondando en todos los grandes centros financieros.'Lo sucedido fue sólo el eslabón más reciente de un año pleno de acontecimientos en esta materia. El descalabro de la economía mexicana fue el primer aviso, seguido por la quiebra del venerable Banco Barings a manos de un especulador de 28 años.
Para comienzos de marzo, también el sistema monetario europeo había empezado a hacer agua. Este se compone de la mayoría de las monedas que forman parte de la Unión, las cuales se mueven dentro de unos rangos de precios determinados. Sin embargo, desde hace varios días los problemas económicos y políticos de Italia, Portugal y España empezaron a pesar demasiado. Para protegerse, los bancos y otros inversionistas decidieron salir de sus liras, escudos y pesetas, a cambio de monedas más duras como el marco alemán. Este hecho generó una gran ansiedad en el viejo continente en torno de la estabilidad del sistema monetario europeo, cuyo objetivo sigue siendo el de tener una sola moneda en 1997.
Lo que nadie se imaginó, sin embargo, fue que el resto del mundo desarrollado se contagiara. Pero las inquietudes generadas en Europa se sumaron a las de la economía norteamericana y en cuestión de horas los mercados de monedas se enloquecieron. El 7 de marzo el dólar perforó la barrera de los 90 yenes y se acercó a 1,35 marcos, algo nunca visto en esta segunda mitad del siglo. Según los analistas, la incapacidad de la administración Clinton para reducir el déficit fiscal, el enredo de México y la creencia de que los intereses germanos iban a bajar, se combinaron para explicar la acentuación de un fenómeno que tuvo tanto de irracional como de sorpresivo.
Los llamados a la cordura y la intervención de los grandes bancos centrales contribuyeron a calmar las cosas a finales de la semana pasada. No obstante, si bien el dólar no siguió cayendo, tampoco se devolvió.. Tal como están las cosas las exportaciones japonesas y alemanas van a ser más caras que nunca, mientras que las posibilidades comerciales de Estados Unidos en estos paises mejoran, por lo menos sobre el papel.
Este factor debería ayudar a que se cierre la brecha comercial norteamericana con el resto del planeta, algo que no tendría nada de malo. Sin embargo, tales desajustes generan mucha preocupación por las implicaciones comerciales e inflacionarias que pueden tener. Peor todavía, dan al traste con la estabilidad necesaria para que haya un buen nivel de crecimiento. En un mundo que parecía haber encontrado en 1994 la salida a la recesión de comienzos de la década, ese solo hecho es preocupante. Por ahora sólo está claro que la volatilidad de este principio de año hace prever que después de la tempestad... Viene la siguiente tempestad.