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Empresarios comprometidos

Un centenar de compañías colombianas han creado fundaciones para hacer inversión social por su cuenta. El impacto de estos esfuerzos sumados es significativo.

10 de septiembre de 2001

En Colombia no es sorprendente ver que una compañía, cuando crece y es exitosa, cree una fundación para hacer inversión social por su cuenta. Aunque en el país es algo relativamente frecuente y parece normal no es algo tan obvio si se ve desde otro punto de vista. Al fin y al cabo el sólo hecho de pagar los impuestos debería bastar, en principio, para cumplir con la función social del empresario.

Pero muchas compañías colombianas optan por ir más allá. Desde hace varias décadas se consolidó en el país una tradición de fundaciones apoyadas por empresarios a tal punto que Colombia es un país reconocido por la abundancia y la calidad de instituciones de este tipo. Un estudio de la Fundación Ford del año pasado encontró 50 de ellas en Argentina, 28 en Chile, 10 en Perú y en Colombia nada menos que 97.

Detrás del honroso lugar que ocupa el país en materia de filantropía empresarial hay una larga historia. Un primer antecedente es el de la Fundación Social, que empezó hace 90 años como una caja de ahorros y se convirtió con el tiempo en un importante grupo financiero que destina la totalidad de sus utilidades a obras de beneficio social.

Durante mucho tiempo fue quizá la única, hasta la década del 60. En esos años el empresariado colombiano comenzó a preocuparse porque el Estado tenía una presencia muy precaria en muchas áreas y decidió empezar a compensar por su cuenta esta carencia, por lo menos en las zonas de influencia de sus compañías. Así, en esa época se crearon las primeras fundaciones, varias de las cuales siguen estando hoy en día entre las más reconocidas, como la Mario Santo Domingo, Carvajal y Corona.

A estos primeros esfuerzos siguieron después muchos otros y el trabajo de estas organizaciones empezó a evolucionar. En un principio era una labor muy asistencial, dirigida a solucionarles a las comunidades marginadas problemas como los de comida y vivienda mediante donaciones directas. Pero pronto empezaron a aplicar el conocido principio según el cual a las personas no hay que regalarles el pescado sino más bien enseñarles a pescar. Es otras palabras, no regalarles la plata sino enseñarles a hacerla.

Por los pequeños

Una de las líneas de trabajo más fructíferas de estas organizaciones empresariales ha sido el apoyo a las microempresas. Se calcula que en el país hay cerca de dos millones de ellas, que aportan el 25 por ciento del Producto Interno Bruto, lo cual hace evidente su importancia como generadoras de empleo. Estos microempresarios, sin embargo, usualmente viven en medio de grandes dificultades. Por lo general tienen buenas ideas y una capacidad de trabajo extraordinaria pero difícilmente tienen acceso al crédito del sistema financiero, a la tecnología o a los canales formales de comercialización.

Es ahí donde las fundaciones creadas por las grandes empresas han desempeñado un papel importante. En el país existen 40 organizaciones financiadas por el sector privado dedicadas a apoyar a los pequeños empresarios con programas concretos que atienden sus problemas de fondo, que son el crédito, la tecnología y —más importante— la educación. “Puede que cada una de ellas tomada por separado no baste para ayudar a los millones de microempresarios que hay en el país, pero su esfuerzo sumado sí tiene un impacto significativo”, asegura Guillermo Carvajalino, director ejecutivo de la Fundación Corona.

Tan sólo la Fundación Mario Santo Domingo en los últimos 20 años ha otorgado 228.000 créditos en condiciones favorables, por un total de 28 millones de dólares, a personas que de otra manera no hubieran tenido cómo conseguir recursos para sus pequeños negocios, y que además han resultado ser muy buenas pagas. Otro ejemplo es el de la Fundación Compartir, de Pedro Gómez, que ha capacitado a 103.000 microempresarios en temas como administración y gerencia, que son una de sus falencias más frecuentes. O el de la Fundación Carvajal, que ha hecho algo igual con 32.000 de ellos.

De otro lado, existen en el país 24 centros de desarrollo financiados en buena medida por el sector privado, en los que los pequeños empresarios tienen acceso a la maquinaria y la tecnología para la fabricación de los más diversos productos.

Mas alla

Las cerca de 100 fundaciones empresariales que hay en el país también hacen otras cosas. Muchas han apoyado la construcción de vivienda de interés social, por ejemplo. Pero las líneas de trabajo son muy diversas. En muchos casos los programas de las fundaciones guardan alguna relación con la actividad de la empresa que los auspicia.

Es lo que ocurre con los bancos de alimentos, que son apoyados por la Fundación Exito —en conjunto con otros almacenes de cadena—. Mediante este programa los productos alimenticios que por alguna razón no son vendidos en los supermercados se distribuyen entre más de 60.000 beneficiarios en zonas marginadas. Este y otros programas de la Fundación Exito impresionaron tanto a los socios franceses de la empresa —la cadena Casino— que hace poco decidieron seguir el ejemplo y crearon su propia fundación en Francia.

Son innumerables los proyectos sociales que emprenden por su cuenta las compañías colombianas. Es un trabajo que, no obstante, tiende a ser poco conocido. Más aún en un país que, ante las malas noticias, se acostumbró a ver sólo el lado negativo de las cosas. Pero lo cierto es que en medio de los problemas hay mucha gente trabajando duro para superarlos, y es quizá gracias a la suma de todos estos esfuerzos que el país ha logrado mantenerse a flote.