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EN LA OLLA

Escasez de productos básicos en Venezuela demuestra que la economía de ese país sigue en serios problemas.

12 de diciembre de 1994

"AVISAMOS A NUESTRA clientela que sólo estamos vendiendo una bolsa de cebolla y tres cajas de huevos por afiliado". Este anuncio, repetido cada 15 minutos por el parlante del establecimiento, llevó a los centenares de caraqueños que se encontraban haciendo sus compras de fin de mes en el supermercado Makro a pensar por un momento en que se encontraban en otra parte. Cuba, quizá, o algún país de la Europa del Este. Pero nunca en Caracas, el corazón de uno de los países más ricos de América, llamado hasta hace poco tiempo la Venezuela saudita.

Encontrar una que otra estantería vacía no sería preocupante si no fuera porque a ello se ha venido sumando un creciente descontento que ha convertido a ciudades como Caracas en escenario de protestas que la semana pasada incluyeron el estallido de varios artefactos en pleno centro de la ciudad.

Aunque la situación está aún muy lejos de significar un serio desabastecimiento, o una revuelta, sí es una clara señal de lo que está sucediendo en la economía venezolana.

Pero, ¿qué es lo que está pasando? Para muchos, la respuesta se puede resumir en dos palabras: populismo o improvisación. Si bien el gobierno ha tomado medidas de control, numerosos analistas coinciden en que estas son apenas paliativos para una enfermedad estructural que requiere mucho más que catálogos de buenas intenciones.

Y es que el control de precios y el control de cambios adoptados en un comienzo han sido insuficientes.

En el caso del primero, aunque se logró reducir el costo de vida que en el mes de junio había alcanzado el 9 por ciento, al 5 por ciento en octubre, la cifra para el año se estima en 70 por ciento, lo cual convierte a Venezuela en el país con la inflación más alta de América Latina.

El mecanismo escogido para el control ha creado una brecha que ha sido imposible de superar para muchos productos. Es el caso del café, donde el gobierno pretendía mantener el precio interno controlado a niveles que significaban para el productor vender su café a la tercera parte de lo que valía en el mercado internacional. Tras tres alzas consecutivas, finalmente se logró que el grano -del cual se encontraron tres millones de sacos almacenados- empezara a retornar esta semana a las estanterías.

Con el control de cambios el éxito también ha sido relativo. Si bien es cierto que el dólar se estabilizó a la fuerza en 170 bolívares y que las reservas internacionales subieron de 8.000 a 10.600 millones de dólares, no se ha logrado todavía estabilizar el sistema y el mecanismo es objeto de permanentes ajustes, tal como lo demuestran las 28 resoluciones que ha sido necesario expedir con correcciones a la disposición original.

El sector productivo ha sido sin duda el más efectado por estos controles. Aunque el gobierno asegura que ha aprobado suficientes divisas como para que no escaseen los suministros a la industria, Consecomercio, -el Fenalco venezolano- asegura que las sumas recibidas son insignificantes y que el 93 por ciento de los empresarios no tienen divisas para importar. Sectores como el automotor, la industria del papel, y los azucareros se han quejado de falta de insumos.

En términos de empleo, se estima que cerca de 350.000 trabajadores en lo que va corrido del año han sido despedidos. La tasa de desempleo en el tercer trimestre del año alcanzó el 13.5 por ciento.

En cuanto al Plan Corrales, como se conoce el programa más reciente de estabilización y recuperación de la economía lanzado con bombos y platillos por el gobierno hace dos meses, este no da muestras de despegar.

La sensación generalizada es que por mantener su popularidad, el gobierno de Caldera no cogió el toro por los cuernos y dejó por fuera intencionalmente dos temas que se consideran inaplazables dentro de la coyuntura actual: el alza en la gasolina y la reforma al régimen de prestaciones, temas que ahora le ha tocado abordar de todos modos.

En cuanto al aumento en los combustibles, se da por sentado que el año llegará con precios nuevos, aunque 'moderados', según lo anunció el propio ministro de Hacienda.

Las esperanzas del plan están puestas en el programa de privatizaciones, por el cual se preven ingresos por 3.000 millones de dólares entre 1994 y 1995 y en la entrada de capitales extranjeros, especialmente al sector petrolero para el desarrollo de nuevos proyectos.

Paradójicamente, la medida más exitosa hasta ahora ha sido el Impuesto a las Ventas al Mayor, sustitución del derogado IVA, cuya recaudación superará en cerca de un 30 por ciento lo previsto para este año. Hecho que lleva a pensar en si lo que el paciente ha necesitado siempre ha sido una dosis más alta de una receta inaplazable: más IVA, más alza en la gasolina y menos populismo.