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Suramèrica podrìa convertirse en una zona donde la mayorìa de los productos entran y salen sin restricciones.

1 de mayo de 1995

FUE APENAS EL SEGUNDO TRAGO DE UNA fiesta que va para largo. Sin embargo, ya todos los invitados se dieron cuenta de que arrancan la conquista con enormes diferencias. No será fácil congeniar los intereses de dos familias que quieren estrechar sus lazos, hasta el punto de que no haya barreras comerciales dentro de 10 años: Mercosur y el Grupo Andino.
El coqueteo comenzó en septiembre de 1994, cuando Mercosur le envió una carta a cada uno de los países de América Latina invitándolos a iniciar conversaciones. El Grupo Andino decidió negociar en conjunto en diciembre, y en febrero se reunieron por primera vez los dos bloques en Montevideo (Uruguay). En esa ocasión, lo que hizo Mercosur fue dejar en claro lo que quería lograr con el acuerdo. Hace dos semanas se realizó el segundo encuentro, también en Montevideo, durante el cual el turno fue para el Grupo Andino, que planteó sus objeciones a la propuesta inicial.
La semana pasada, los delegados de Mercosur se reunieron en Asunción para estudiar los puntos que las naciones andinas pusieron sobre la mesa. También estuvo sobre el tapete el posible acuerdo con Chile, país con el cual ya se han sostenido conversaciones. De concretarse, casi la totalidad de Suramérica quedaría convertida en una zona donde la mayoría de los productos entran y salen sin restricciones. Y si al menos se logra la fusión entre Mercosur y Pacto Andino, Colombia quedaría dentro de un bloque con 296 millones de consumidores y un Producto Interno Bruto (PIB) global de un billón de dólares. No obstante, para llegar a eso aún hay mucha tela de dónde cortar.

PUNTO CERO
En el marco de ambas cumbres, hay temas en los cuales ya se celebró el primer brindis: se creará una zona de libre comercio y no otro tipo de tratado, dentro de la cual no habría aranceles a la vuelta de 10 años. Adicionalmente, todos concuerdan en que debe haber una lista de excepciones.
Sin embargo, prácticamente todo lo demás son diferencias. Estas giran, en resumidas cuentas, en torno de dos puntos: los acuerdos de alcance parcial ya suscritos entre algunos países y que contemplan preferencias para una serie de productos, y las Preferencias Arancelarias Regionales (PAR), que cubren a los países miembros de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi).
Que haya diferencias no es raro, pues hace sólo siete meses comenzaron las conversaciones. Adicionalmente, es de esperarse que de aquí en adelante cada día aparezcan nuevos puntos de discordia. Por lo pronto, sobre los acuerdos de alcance parcial -el primer punto de discordia- Mercosur planteó que si Colombia tiene uno con Uruguay, por medio del cual le otorga preferencias arancelarias, éste se debe hacer extensivo a las otras tres naciones. Esto no le pareció mal al Grupo Andino, siempre y cuando haya una lista de excepciones. Las preferencias logran que si un producto tiene un arancel del 15 por ciento en Argentina, y este país le otorga a Ecuador una preferencia del 15 por ciento, la preferencia resulta igual al arancel, por tanto dicho artículo entra sin barreras.

LA PIEDRA EN EL ZAPATO
Pero el verdadero problema entre los dos bloques apareció cuando el sur dijo que deben existir sólo cuatro franjas de preferencias y no 100, como ocurre actualmente. Mercosur dice que los que tienen ahora preferencias entre el 80 y el 99 por ciento deben bajar al 80 por ciento; los que están entre 40 y 80 por ciento quedarían en 60 por ciento; y los demás en 40 por ciento. Aquellos productos que hoy reciben preferencias plenas, del 100 por ciento, podrían quedar en ese nivel, si todas las naciones del sur están de acuerdo.
El Grupo Andino considera que eso no le convendría porque, en la actualidad, la mayoría de las preferencias que el bloque del sur le otorga a sus países son altas y quedarían en 80 por ciento, con lo que perderían puntos; en tanto que las que ellos le otorgan a Mercosur están entre el 1 y el 40 por ciento, las cuales subirían. Es decir, el sur ganaría por punta y punta. Su propuesta es que haya 10 franjas, una para los que van de 1 a 10 por ciento, otra para los que están entre 10 y 20 por ciento, y así sucesivamente hasta 100.
En cuanto a las Preferencias Arancelarias Regionales -el otro punto donde no hay acuerdo- hoy en día cada país tiene un nivel de beneficios según su desarrollo: mayor para los avanzados y menor en el caso contrario. Mercosur plantea que los porcentajes se deben igualar en 40 por ciento, sin tener en cuenta el nivel de desarrollo. Por supuesto, los del área andina no quieren eso, pues si no hay diferencias entre países quedarían en desventaja frente a Brasil y Argentina.
Por lo pronto, el sector privado colombiano tiene sus reservas. Javier Díaz, vicepresidente de la Asociación Nacional de Exportadores de Colombia -Analdex-, le dijo a SEMANA que "Estamos escépticos. No es claro que vayamos a ganar mas de lo que tenemos con los acuerdos de alcance parcial, aunque queremos evaluar mejor los beneficios, pues ni nosotros ni el mismo gobierno lo sabemos". Lo que sí sabe el gobierno es que la unión con Mercosur es conveniente desde el punto de vista estratégico. "Es bueno estar casados con el sur y con el norte, porque eso le da a Colombia poder de negociación", dijo el viceministro de Comercio Exterior, Mauricio Reina, quien asistió a las reuniones en Montevideo.

TEMOR AL GIGANTE
Nadie duda que a Colombia le convienen las alianzas, en un mundo que cada día es más de bloques y no de países. Lo que genera temores es que se firme un acuerdo que perjudique al sector privado colombiano.
Toda la angustia tiene una razón: Mercosur es más grande que el Grupo Andino. Su producción alcanza los 883.548 millones de dólares, casi cinco veces más que la de todo el Grupo Andino, que es de 187.802 millones de dólares. Sólo el PIB de Brasil es de 581.320 millones de dólares y su población también es superior a la de los cinco países del norte, pues tiene 156 millones de habitantes, en tanto que en el área andina hay 98,5 millones. Pero no sólo por ellos hay temor. Argentina es otro socio que los asusta, más ahora que ha sufrido las consecuencias del 'efecto tequila': si hubiera una devaluación en ese país, Colombia podría inundarse de productos argentinos.
Aunque hasta el momento las negociaciones están todavía en pañales, todo parece indicar que lo que quiere el sector privado es que el mercado común sea un matrimonio por conveniencia, pero en ambos sentidos, y no que la familia más poderosa quede con capacidades para tumbar a la otra. Y en eso no le falta razón. Sin embargo, como en todo matrimonio, es de prever que el tire y afloje sea duro y largo, y que, a fin de cuentas, ambas partes tengan que ceder un poco.