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EN TODAS PARTES SE CUECEN "PICAS"

Roberto Polo, un misterioso cubano norteamericano, conmociona a la comunidad financiera internacional al caer por operaciones similares a las del grupo"Picas"

7 de noviembre de 1988

Se acerca a los 40 años, tiene un aspecto distinguido y elegante goza de fama de bon vivant y es conocido en los círculos de los ricos y poderosos. Tras una corta fuga, fue capturado y hoy se encuentra esperando que se le siga un juicio penal por haber defraudado una cantidad indeterminada -pero enorme de dinero a un número también desconocido de inversionistas. Curiosamente, la anterior descripción no se refiere a ninguno de los protagonistas del caso "Picas" que conmocionó a la sociedad colombiana en las últimas semanas. Se trata de un misterioso cubano-norteamericano que, luego de fulgurar en los círculos más elegantes de Estados Unidos y Europa, cayó estrepitosamente. Líder indiscutido de los "ladrones de cuello blanco" Roberto Polo se ganó la descripción de "Catsby de la era de Reagan ", por su singular estilo de vida.

Muy pocos de quienes conocieron la historia de Roberto Polo se extrañaron cuando supieron de su caida.
Con residencias en París, Nueva York, Montecarlo y Santo Domingo Polo se había convertido a los 37 años en filántropo, coleccionista de arte decorador y empresario de alta costura, en medio de un delirio de grandeza capaz de superar cualquier comparación. Su esposa Rosa, prima de un ex presidente de República Dominicana, solía lucir en las comidas elegantes un anillo con el diamante Ashoka gema de 41 kilates sin imperfecciones que su marido le compró a María Félix.

Todo comenzó en 1982 cuando la pareja se trasteó de un modesto apartamento en Lexington Avenue, Nueva York, a uno lujoso en Park Avenue, marcando así el comienzo de su espectacular ascenso. En el comedor, la colección de arte comenzaba a enriquecerse con un Botero. En ese domicilio nació en 1983 su unica hija, Marina. El padrino de la niña fue el conde de Odiel, primo del rey Juan Carlos. Poco más tarde, en 1984, Roberto compró una casa en Nueva York que le costó US$2.7 millones.

Ya en esa época coleccionista famoso vendió su extraordinaria colección de arte impresionista para hacer lugar a su nueva y aún más espectacular de pinturas del siglo XVIII francés, Fragonards, Bouchers y VigéeLebruns. Para poder conseguir los seguros adecuados a sus pertenencias, tuvo que instalar cierres de acero para todas las ventanas. Con pulsar un botón, la casa quedaba convertida en fortaleza.

Poco a poco, la riqueza y el buen gusto de Roberto Polo se hicieron famosos en Nueva York, donde no era raro ver a Rosita paseando su bebé por Central Park en camiseta, jeans y un collar de perlas de un millón de dólares. Roberto era tan meticuloso, que cuando compraba una pintura, traía un empleado de la galería para que la colgara personalmente, sin importar que para ello el hombre debiera atravesar el Atlántico.

En esa época, Roberto tenía como objetivo llegar a la cumbre de la encopetada sociedad latina de Nueva York. En 1985 Polo patrocinó el baile de caridad "Casita María", considerado el evento social latino más importante del año, donde han sido homenajeados personajes de la talla de Plácido Domingo y Margot Fonteyn.
En esa ocasión el baile se ofreció en honor del pintor Fernando Botero, del secretario del Tesoro William Simon y de la actriz mexicana Maria Félix. Cuando ésta declinó a última hora su asistencia, Roberto preparó a las carreras un video con clips de sus películas, que aburrió a la concurrencia. Polo se enfureció y tomó la palabra para regañar a los invitados, todos pertenecientes a la alta sociedad.
Fue entonces cuando la falta de proporciones del cubano comenzó a hacerse evidente. "Esa noche, Roberto estaba terminado en Nueva York", comentó una dama venezolana. Esa afirmación resultaría cierta muy a la larga, cuando sus inversionistas comenzaron a rondar la extraordinaria fortuna que Polo desplegaba a manos llenas.

Esa misma gente ante quien Polo se mostraba como un pavo real, comenzó a sospechar que al menos parte de los dólares que Polo gastaba en forma tan opulenta provenían del narcotráfico. Pero las investigaciones que se hicieron posteriormente confirmaron lo que él alegaba: sus negocios no comprendian dineros sucios.
Su compañía, llamada Pamg, Private Asset Management Group, servia como consejero finánciero de un grupo de inversionistas latinoamericanos y europeos-e incluso un importador colombiano de textiles que perdió varios millones de dólares-, quienes por una u otra razón, tenían grandes sumas de dinero en los Estados Unidos. En la mayoría de los casos, sin embargo, el simple hecho de tener grandes sumas fuera de sus países, con violación de sus respectivas legislaciones cambiarias, hacía que sus clientes apreciaran por sobre todas las cosas la discreción en el manejo de su plata.

En 1986, Roberto Polo trasladó su negocio a Ginebra y su familia a Paris, en forma tan abrupta que parecía como si estuviera escapándose de Nueva York. Un observador de aquella partida, comentó después: "Roberto estaba disgustado con la ciudad. No había logrado ser aceptado ni por latinos ni por anglosajones.
Pero además yo creo que se dio cuenta de que muy pocos latinos logran entrar en la sociedad neoyorquina y pensó que eso no le sucedería en Europa".

Si bien seguramente pesaba sobre él el fiasco de la famosa noche de "Casita María", Polo justificó su traslado diciendo a sus clientes que el gobierno de Estados Unidos había cooperado para poner en la picota los capitales de Baby Doc Duvalier y de Imelda Marcos, y que semejante tratamiento lo hacía un lugar inseguro para sus inversiones. Suiza, alegaba, ofrecería mayor protección tras sus leyes de secreto bancario.

Algunos antiguos asociados, sin embargo, creen que esa era una explicación falsa. Su rápido traslado a Europa seguramente se debió, según afirman, a que Polo comenzó a sentir que las autoridades bancarias de Estados Unidos le estaban respirando en la nuca. Allí, como en Colombia, para recibir dineros de un cierto número de inversionistas, se requiere una licencia que Polo no tenía.

Se marca entonces el comienzo del fin para Roberto Polo, pero también el de una curiosa costumbre que se acrecentó en las épocas malas. Sus gastos, ya de por si extraordinarios, se incrementaron con el propósito de mantener la imagen de alguien cuya posición está por fuera de toda duda.
A su costumbre de invitar a 30 personas a comer en sitios como Le Cirque, y pedir botellas de vino de mil dólares para tomar sólo unos pocos sorbos, se agregó la de los regalos millonarios. Poco antes de dejar Nueva York, donó al Museo Metropolitano una escultura de Marisol. Incluso pocas semanas antes de su arresto, regaló al museo del Louvre el cuadro "La adoración de los pastores" de Fragonard y la corona de la emperatriz Eugenia, valorada en US$2.5 millones, por lo que el gobierno francés, para su verguenza posterior, le otorgó la Orden de las Artes y Letras en el grado de Comandante.

Poca antes de dejar Nueva York Polo, movido por su megalomanía, compró el negocio que, en últimas, lo pondría al descubierto. Obsesionado con la idea de llegar a ser un granzar del diseño de alta costura, adquirió la casa de modas de Miguel Cruz, establecida por un compatriota suyo desde los años 60 en Roma. Si sus inversiones en joyas y obras de arte podían ser revendidas con utilidades, el negocio de modas pronto se convirtió en un barril sin fondo.

Al llegar a París, Polo compró un apartamento de 14 habitaciones en Quai Anatole France, uno de los sitios más exclusivos.

El propio Cruz fue contratado con nn salaria de US$500 mil al año, y Polo para comenzar, abrió boutiques en Venecia, Milán, la isla de Capri, mientras mantenía sus oficinas en Manhattan. En la primera temporada, gastó US$700 mil en publicidad, con frecuentes avisos de cuatro páginas en la revista Vogue. Al final de 1987, la compañia estaba gastando más de US$1 millón en publicidad mientras sus ventas no llegaban a US$100 mil. Aun en medio de semejante caos, Polo daba prioridad a los lujosos vestidos que regalaba a sus amistades para que los lucieran en bailes de gala, que a las entregas de pedidos que, cuando se producían, casi nunca eran entregadós a tiempo.

Mientras intentaba salvar su imperio al fundar compañías de perfumes, las fotos de los glamorosos Polos comenzaron a aparecer en los diarios franceses, mientras los inversionistas, que en su gran mayoría vivían en forma mucho más modesta que su administrador, se ponian más y más nerviosos. Las cuentas, por donde se hicieran, no explicaban la actitud de Polo: su firma recibía medio punto por ciento del valor de la inversión así que en US$ un millón, los honorarios anuales eran de US$5 mil, y para hacer US$500 mil requería un depósito de US$100 millones.

Fue esa la época en que contrató a la modelo Grace Jones por US$50 mil por aparición en la pasarela, y compró por US$500 mil un par de sillas del diseñador Sené, tan apreciadas, que no podían salir de las fronteras del país.

En el otoño de 1987, en medio de la crisis más aguda, Polo se jugó la carta grande de su ascenso social, al patrocinar dos bailes famosos, el "Salvemos a Venecia", en Italia, y el Chantilly, en Francia. Su objetivo ya no era solarnente hacerse notar como hombre de mundo, sino demostrar que su situación financiera era tan o más boyante que nunca. Según algunos, Polo gastó casi un millón de dólares en ambos eventos y llegó a fletar aviones privados para traer sus invitados desde varias partes del mundo.
Mientras Rosa Polo nadaba todos los días en la piscina del Hotel Cipriani de Venecia, con un vestido de baño, diferente collar y millonarias joyas de color contrastante, en la bodega de Milán no habia dinero para enviar los vestidos a sus clientes.

En esas condiciones, su socio y hoy peor enemigo Alfredo Ortiz Murías resolvió cortar por lo sano. En conjunto con otra colaboradora, Ramona Colón, descubrió que Roberto había estado trasfiriendo dinero de sus inversionistas a "terceras personas".
Ella declararía más tarde que "vi o Roberto sacar talegos llenos de documentos de inversión de los clientes más grandes, y me pidió que borrara algunas cuentas del computador".
Ortiz Murías comenzó a enviar cartas a sus propios clientes, para advertirles de la situación, y la cascada de retiros no se hizo esperar.

La primera orden de arresto se produjo en Suiza, el 30 de abril. Con la policia tras sus huellas en varios paises, la vida de Roberto Polo se volvió un caos. En mayo 17, el cubano desapareció, para ser capturado finalmente a fines de junio en Viareggio, Italia. Su apartamento en Paris fue desocupado literalmente por las autoridades, y todas sus pertenencias congeladas. Polo lee en la prisión italiana "Cien años de soledad", mientras escribe comunicados y ultimátums, como si estuviera en posición de negociar algo. Entre tanto, su abogado francés opina que todo el caso se podría convertir en un boomerang contra sus ahorradores. Pero por ahora, lo único que le queda a Roberto Polo es ser el invitado más distinguido de la prisión de Viareggio.