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¿EXISTEN LOS MILAGROS?

El Plan Austral del gobierno argentino consigue contener la inflación y el apoyo de la ciudadanía.

2 de diciembre de 1985

"Entre todos los argentinos podemos derrotar la inflación", dice el lema con el que el gobierno de Raúl Alfonsín inauguró un nuevo plan económico el pasado 14 de junio. Y aparentemente lo están haciendo.
El costo de vida pasó de 30.5% en junio, a 6.2% en julio, luego 3% en agosto, para llegar a 2% en septiembre.
El Plan Austral -llamado así por que con él se creó una nueva moneda, el austral, equivalente a 0.80 dólares- no sólo ha sido exitoso por haber logrado bajar la tasa de inflación, sino que también ha generado gran confianza en la ciudadanía. Según una encuesta reciente, el 73% del electorado apoyaba las medidas económicas tomadas por el gobierno.
Es más, uno de los pilares del plan, la congelación de precios, se ha mantenido, sin generar ni desabastecimiento, ni mercado negro.
También la caída de la inflación ha comenzado a despejar la economía de distorsiones que imposibilitaban tanto al sector privado como al público hacer cálculos realistas.
"Para sobrevivir a la inflación, casi todas las empresas argentinas nos habíamos dedicado a ser compañías financieras", dijo a SEMANA el presidente de una de las más grandes empresas disqueras. "Después del Plan Austral hemos podido empezar a dedicarnos más a nuestro negocio y por primera vez en mucho tiempo podemos hacer planes para el futuro".
No obstante su éxito antiinflacionario, el plan ha tenido también su saldo negativo. El salario real ha caído en un 20%, y el índice de desempleo que en abril era del 6.3%, hoy llega a más del 8%. Semejante situación ha provocado una dura reacción por parte de los dirigentes sindicales.
"La nueva instrumentación económica (ya que ni siquiera es un plan) conspira contra los intereses populares", dijo a SEMANA el secretario general de la Confederación Nacional del Trabajo, Saúl Ubaldini.
La CNT, en la que confluyen todos los gremios del país, rechazó el Plan Austral de plano, con un paro general el pasado 29 de agosto y con sendas concentraciones frente al Ministerio del Trabajo, en las que urgen al gobierno a cambiar de rumbo su política económica.
El sector exportador también ha presionado al gobierno para que flexibilice el tipo de cambio, ya que alegan que si éste permanece fijo, les será imposible competir en el mercado internacional. Mientras tanto, industriales y agricultores piden que se levante el congelamiento, pues éste, junto con el alto costo del dinero -tasa de interés de alrededor del 5% mensual-, les hace difícil mantenerse en los actuales niveles de producción.
Sin embargo, el gobierno ha dicho que seguirá su actual política de precios y salarios por lo menos hasta las elecciones parlamentarias del 3 de noviembre.
"El gobierno pretende mantener el congelamiento por el tiempo necesario como para que efectivamente tenga éxito su política que busca erradicar las expectativas inflacionarias", dijo el ministro de Economía, Juan Sourrouille.
Para los dirigentes del partido gobernante, este plan va más allá de una simple herramienta coyuntural. Más bien constituye la "base para el inicio de un nuevo modelo concertado de crecimiento", según un economista radical.
"Los argentinos vamos a aprender a vivir con lo que tenemos", dijo un asesor económico a esta reportera. "Antes recurrimos primero al endeudamiento externo y luego a la emisión de moneda; ahora sólo gastaremos lo que legítimamente nos entra".
En efecto, la determinación del gobierno de no recurrir a fondos del Banco Central para financiar el gasto público y el déficit fiscal, se está cumpliendo, según Sourrouille.
Esta decisión, que implicaba que las empresas estatales tendrian que funcionar con sus propios fondos, llevó a Yacimientos Petroliferos Fiscales (YPF) a vender petróleo crudo (sin refinar), y a Aerolíneas Argentinas a reducir sus tarifas un 40% durante una semana, para hacer frente al pago de intereses de sus abultadas deudas externas.
Al no disponer de fondos del gobierno Federal en la medida en que lo hacían antes, algunas provincias han tenido que emitir bonos para financiar los desequilibrios de sus tesorerías. Salta tiene obligaciones en circulación por casi 10 millones de australes) La Rioja por 5 millones de australes y Tucumán comenzará a lanzar en breve su propia emisión por otros 10 millones de australes. Cómo influirán estos bonos en el comportamiento de la inflación, es algo que todavía está por verse.
Estas y otras incógnitas sobre el futuro del plan han generado severas críticas de los partidos opositores.
"La estabilidad lograda hasta ahora con el congelamiento, se ha tornado onerosa porque ha resultado recesiva para el mercado interno, negativa para las exportaciones industriales y socialmente injusta en términos de desempleo y bajo nivel de salarios" dijo Antonio Cafiero, candidato a Diputado por el Peronismo Renovador.
El Peronismo Oficialista es aún más pesimista. "El rebrote de la inflación será todavía más violento después del descongelamiento", auguró uno de sus voceros.
Para la Derecha "el que paga el ajuste del Plan Austral es el sector productivo para financiar a un gigantesco y despilfarrador Estado que el gobierno se niega a achicar". En cambio la Izquierda considera que los trabajadores han sido la variable de ajuste.
A pesar de que es innegable que los argentinos están triunfando en la lucha contra la inflación y que esto ha generado confianza entre los acreedores internacionales y entre los potenciales inversionistas, aun no se sabe cómo se saldrá del congelamiento, ni si el gobierno tendrá el suficiente poder concertador como para mediar entre los distintos intereses que lo presionan.