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FUERA DEL RING

El gobierno retira sus papeles de circulación y deja en manos del sector privado la reactivación económica.

18 de abril de 1983

La medida que elimina el certificado de cambio como papel egociable en bolsa, es la parte final de un proceso que había venido acometiendo el gobierno durante los últimos meses: obligar al sector privado a encargarse de la reactivación de la economía.
En el último mes han desaparecido --al menos como forma de especulación-- los papeles de mayor rentabilidad con los cuales contaba el mercado financiero: títulos canjeables y certificados de cambio.
Los títulos canjeables, cuya rentabilidad llegó a ser del 12% más devaluación y que en los últimos tiempos había caído al 8% más devaluación, desaparecieron en dos etapas. Primero se les prohibió a los bancos, corporaciones y compañías de financiamiento comercial invertir en ellos; la razón de esta medida era evitar que los bancos en lugar de prestar sus fondos al sector productivo, los invirtieran en papeles del Banco de la República.
Cuando se liberó el encaje marginal a comienzos de año, la nueva liquidez de los bancos fue transferida casi en su totalidad hacia títulos canjeables, lo cual obstruyó el objetivo primordial de la medida,que era irrigar de fondos a la economía. Posteriormente,en una segunda etapa, esta restricción se fijó sobre la totalidad de los inversionistas, desapareciendo así los títulos canjeables del mercado.
Ocurrido esto, el único papel que otorgaba una rentabilidad relativamente alta y protegía al inversionista de un posible riesgo de devaluación, eran los certificados de cambio. El funcionamiento de estos era el siguiente: cuando el exportador cafetero, por ejemplo, quería cambiar los dólares que le habían sido pagados, por pesos, el Banco de la República no le entregaba el dinero inmediatamente, sino que le daba un certificado de cambio que tan sólo podía cambiar por pesos 120 días después. Si el exportador necesitaba el dinero de inmediato, el Banco de la República se lo entregaba, pero disminuyéndole un 5% del valor como castigo por pronta liquidez. El exportador,en lugar de negociarlos con el Banco de la República, los negociaba en Bolsa, donde dependiendo de la demanda existente, el castigo podía ser de menos del 5%, y en algunos casos extremos, podía llegar a ser nulo. La rentabilidad de quien se los compraba era la tasa de devaluación más el descuento con que le negociaba el certificado al exportador. La nueva medida básicamente consiste en que ya el gobierno no le descuenta absolutamente nada al exportador por girarle inmediatamente los pesos correspondientes al valor en dólares de la negociación. Con esto, quienes especulaban con la necesidad de liquidez, desaparecen. El certificado de cambio sigue existiendo, pero ya no como un papel negociable en bolsa, sino como un papel cuyo uso está casi totalmente restringido a los exportadores.
Esta medida tiene múltiples implicaciones. Primero, se le quita al deprimido sector exportador, un impuesto que equivalía a una revaluación, ya que el descuento por liquidez inmediata implicaba aplicarle una tasa de cambio más baja sobre sus negocios.
Segundo, se le inyecta una gran cantidad de dinero a la economía. Uno de los objetivos del certificado de cambio era evitar que las divisas se monetizaran muy rápidamente y ejercieran presión sobre los precios; esto tenía sentido cuando estaba entrando una alta cantidad de divisas por concepto de la bonanza cafetera, pero no ahora, cuando se observa una impresionante caída en las exportaciones. La mayor liquidez que genera la eliminación del certificado, se calcula aproximadamente en 15.000 millones de pesos.
Una tercera implicación, tal vez la más importante en el largo plazo, es que el gobierno elimina la última herramienta de especulación con papeles oficiales que tenían los inversionistas. Por mucho tiempo, particularmente durante el anterior gobierno, el sector oficial fue acusado de desincentivar la inversión en el sector real, ya que él mismo se encargaba de colocar en el mercado papeles cuya rentabilidad era bastante mayor a cualquiera que se pudiera lograr en el sector productivo. La respuesta siempre fue que había necesidad de contracción. Ahora no la hay.
La situación que se presenta entonces actualmente es una economía bastante líquida, es decir, con dinero suficiente para invertir, pero el problema es que nadie quiere hacerlo. Los bancos tienen una alta liquidez pero insisten en prestar a tasas superiores al 40% y en guardar los nuevos dineros que les han entrado como consecuencia de la liberación de restricciones llevada a cabo por el gobierno. No quieren arriesgar sus dineros prestándoselos a una economía excesivamente débil. Antes, el guardar estos dineros les era rentable ya que podían colocarlos en títulos canjeables, ahora esta rentabilidad desapareció y la aversión de los bancos al riesgo,les implica un lucro cesante que probablemente no puedan sostener por mucho tiempo.
En el momento en que este lucro se haga insostenible los bancos deberán comenzar a soltar crédito, y esta expansión de la oferta, se supone, debe presionar hacia la baja la tasa de interés. El problema actualmente consiste en que teóricamente este proceso ya debía haber comenzado, pero la realidad muestra lo contrario. Para los inversionistas privados individuales, la situación es similar; el gobierno acabó con los papeles que les permitían jugar con devaluación más rentabilidad y obligó a que disminuyera la tasa de captación en papeles de renta fija (CDT). Todo esto parece empujar hacia un mismo lado: inversión en sectores productivos. Pero nadie quiere arriesgar: la propensión a invertir es muy baja.
La reactivación de la demanda es considerada como una necesidad vital por todos los sectores. Normalmente dentro de una política keynesiana tradicional, el gobierno debería aumentar el gasto público en su búsqueda. Pero, las medidas económicas recientes parecen indicar que el gobierno considera que el sector privado tiene los ingresos suficientes para encargarse de la reactivación, por lo cual carecería de sentido dedicarse a emitir para incrementar gasto público en momento en que el déficit fiscal alcanza cifras alarmantes.
Lo que la economía vive actualmente, son las desesperadas peticiones del gobierno al sector privado, para que este último incremente la inversión con aquellos recursos que anteriormente tenía guardados en papeles especulativos. El sector privado ni siquiera quiere darse por aludido.-