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TASA DE CAMBIO

¿Qué pasará con el dólar en los próximos meses?

En las últimas semanas el peso colombiano se ha debilitado, junto con casi todas las monedas, frente al dólar de los Estados Unidos. ¿Se mantendrá esa tendencia?

9 de mayo de 2018

La principal causa de la depreciación de la moneda nacional es el fortalecimiento internacional de la divisa estadounidense, por cuenta de las buenas perspectivas de crecimiento de esa economía y por el temor de los inversionistas de que la Reserva Federal acelere el cronograma de tránsito de su postura monetaria hacia la normalidad.

En esa postura, la tasa de interés sobre los fondos federales –que es la de referencia de la política monetaria en ese país– debe tener una magnitud normal. Al mismo tiempo, sus activos deben estar compuestos sobre todo por bonos del Tesoro de los Estados Unidos y tener unas dimensiones apenas suficientes para implementar la política monetaria, de una manera eficiente y eficaz.

Desde una postura laxa de la Fed, como la actual, el tránsito a la normalidad implica, por tanto, incrementos de la meta para la tasa de interés sobre los fondos federales –a la cual los bancos comerciales con excesos de las reservas requeridas por la Fed, los prestan a aquellos con defectos durante la noche–. También requiere una reinversión cada vez menor del principal de los activos que tiene la Fed, a medida que maduren. Ambas acciones deben disminuir de un manera paulatina la liquidez en los mercados financieros internacionales. Además deben conducir a un empinamiento de la curva de rendimientos en los Estados Unidos, porque la Fed demandará cada vez menos bonos del Tesoro, que se depreciarán también por la tendencia al alza de la inflación y el deterioro de la solvencia del Estado que entraña la implementación de la postura fiscal estimulante de la administración Trump.

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Esas acciones de la Fed conducirán también a mejorar la rentabilidad de los activos denominados en dólares y a que los inversionistas sean menos tolerantes al riesgo, sobre todo al que implica tener activos en las economías emergentes.

Como en la coyuntura actual la economía de los Estados Unidos se encuentra en una fase de expansión sostenida, que la aproxima al pleno empleo, los incrementos de la demanda agregada generan presiones inflacionarias cada vez más evidentes. Tanto que los indicadores de inflación están muy cerca de la meta de la Fed (2% anual) y podrían incluso excederlos pronto.

En esas circunstancias, la inquietud de los inversionistas surge de que el repunte de la inflación y de las expectativas de variación de los precios en los Estados Unidos, conduzca a la Fed a acelerar los incrementos de su meta para la tasa de interés sobre los fondos federales, más de lo que se deduce de los pronósticos de los miembros de su Comité de Operaciones de Mercado Abierto (FOMC) y a reinvertir una proporción menor de los vencimientos de sus activos de lo que ha anunciado.

En la actualidad esas predicciones sugieren dos incrementos más de 25 puntos básicos este año, para terminar entre 2% y 2,25%; tres más el año entrante, hacia 2,75% - 3,0%; y dos en el siguiente a 3,25% - 3,50%, para bajar luego hacia 2,75% -  3% en el mediano plazo.

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Una aceleración en ese cronograma asumido por los inversionistas, disminuiría la liquidez en los mercados internacionales más rápido de lo previsto y el apetito por riesgo sería menor de lo esperado. Al mismo tiempo, la rentabilidad de los activos en dólares se elevaría con mayor celeridad de lo planeado y la curva de rendimientos en ese país se empinaría más pronto y en una mayor proporción.

La tendencia al alza de las tasa de interés en los países avanzados, motivada por las expectativas de aceleración del cronograma de normalización monetaria en los Estados Unidos, también ha desmejorado la rentabilidad de las operaciones de carry trade, que consisten en endeudarse barato en monedas duras para invertir en los activos de las economías emergentes, donde los rendimientos más altos.  

Por este conjunto de temores, las preferencias de los inversionistas se han inclinado hacia los activos en dólares, de manera que para recomponer parte de sus portafolios en esa moneda, han liquidado posiciones en activos en otras divisas. En consecuencia, la mayor demanda por el dólar alrededor del mundo lo ha fortalecido frente a la mayoría de las monedas.

El peso colombiano no ha sido la excepción: se ha devaluado 3,1% desde el valor mínimo que alcanzó la TRM en marzo ($2.780) hasta hoy ($2.866, el 9 de mayo). Sin embargo, conserva una apreciación de 4% en lo corrido del año, que se debe sobre todo al incremento de los precios del petróleo en este período.

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La decisión de los Estados Unidos de retirarse del acuerdo sobre armas nucleares de Irán, implica la reimposición paulatina de las sanciones a las exportaciones de crudo de ese país, en un período de transición que comenzará en tres meses y se extenderá durante seis. Las sanciones generarán un descenso en la oferta de ese combustible en el mediano plazo. Por esta razón es probable que su precio aumente en los próximos días, mientras se despeja la incertidumbre sobre las consecuencias de este hecho. De hecho el 9 de mayo ascendió a un máximo de 3 años y medio (a 77,3 dólares por barril en el caso del Brent).

Por tanto, se puede esperar una tendencia a la apreciación del peso en las próximas semanas, pero luego una inclinación a depreciarse, en la medida en la cual se incrementen la inflación y las expectativas de variación de los precios en los Estados Unidos.

Si los precios del petróleo permanecen altos, por encima del valor con el cual se hicieron las proyecciones fiscales para este año (55 dólares por barril de la referencia Brent), es probable que el peso se fortalezca en el mediano plazo, porque los precios altos del combustible facilitan el cumplimiento de las metas del déficit del gobierno  y de la deuda pública establecidas por la regla fiscal –incrementadas en días recientes por el Comité que las fija–, al tiempo que mejoran más de lo previsto el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. También permiten una mayor expansión del ingreso nacional y de la demanda interna, con lo cual estimulan la actividad económica.

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Por tanto, los altos precios del crudo favorecen la reducción de los desbalances macroeconómicos del país y pueden acelerar el crecimiento de la economía, lo cual en conjunto reduce su vulnerabilidad a los choques externos. Como efecto de ello, contribuyen también a mantener bajo el riesgo soberano y a preservar el grado de inversión de la deuda pública. Gracias a esta consecuencia, la economía colombiana puede diferenciarse de otras emergentes, lo cual le permite mantener la confianza de los inversionistas y los flujos de capital.

Es posible también que aumente la volatilidad de la tasa de cambio a medida que se aproximan las elecciones presidenciales, si el candidato que la opinión pública identifica como anti establecimiento se fortalece en las encuestas y logra pasar a la segunda vuelta, porque algunas de sus propuestas podrían significar cambios institucionales de alguna magnitud, que alterarían en alguna medida el libre desenvolvimiento de la iniciativa privada y el funcionamiento eficiente de los mercados.

No obstante, es probable que al triunfar un candidato de centro derecha en la segunda vuelta, como señalan las encuestas y otros análisis probabilísticos, esa incertidumbre se disipe y tienda a prevalecer el efecto estabilizador de los mayores precios del petróleo y de los flujos de capital, sobre la tasa de cambio.

Quizá por ello los analistas proyectan en promedio una tasa de cambio estable al finalizar este año ($2.883) y el siguiente ($2.909).

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