El primer billete se descubrió hace dos meses. Un cajero de un hotel de cinco estrellas en Bogotá recibió de un huésped cien dólares en efectivo como pago de la cuenta de hospedaje y servicios. Aun cuando inicialmente el cajero lo dio por bueno, por pura curiosidad, decidió detallarlo con más cuidado. Algo le llamó la atención y lo puso sobre aviso: la fecha de impresión, que era 1974, resultaba demasiado vieja para un billete que no presentaba mayores muestras de desgaste. Inmediatamente, el cajero procedió a informar a las autoridades, que lo sometieron a un minucioso examen con rayos ultravioletas y a pruebas como la del relieve y la de la tinta, de las cuales el billete salió bien librado. No fue sino al llegar al examen de filigranas, cuando se pudo establecer la falsificación. Lo que las autoridades nunca sospecharon en ese momento fue que, después del seguimiento que le harían al curso seguido por el billete antes de llegar a manos del huésped del hotel, iban a descubrir la más grande falsificación de que se haya tenido noticia en la historia de Colombia: se encontraron 70 millones de dólares, 30 millones de pesos y 200 millones de soles peruanos. No terminaron ahí las sorpresas: la mayor estaba aun por venir. El cerebro de toda esta próspera industria resultó ser, ni más ni menos, que un funcionario del gobierno: Pedro Julio Otero, auditor de la Contraloría General de la República en el ministerio de Gobierno. Otero, en compañía de un falsificador profesional, Manuel Mogollón Franco, montó un modernísimo taller de impresión de moneda falsa, utilizando el sistema offset sobre papel de seguridad importado.
Tercer golpe
Si bien es cierto que meses antes las autoridades habían quedado sorprendidas cuando encontraron en Medellín una millonaria falsificación de billetes de dos mil pesos, y luego en Cali descubrieron en un laboratorio un novedoso sistema de lavado químico de billetes de un dólar para luego imprimirlos como si fueran de 100, en esta oportunidad se quedaron con la boca abierta ante la capacidad técnica que habían logrado Otero y Mogollón. Según han estimado las autoridades, los falsificadores debieron gastar más de dos meses en el proceso de fotomecánica y perfeccionamiento de los negativos que finalmente servirían de matriz para las planchas impresoras. Una serie de dibujos negativados con la figura de Benjamin Franklin, cada vez más retocada, daban muestra de ello. En una imprenta manual, como las que utilizan los tarjeteros, haciendo presión sobre un clisé lograban darle el relieve que el tesoro americano obtiene mediante un sistema al vacío, sobre papel de seguridad que habían introducido ilegalmente desde los Estados Unidos.
Si el cerebro de la idea de falsificar billetes de varias nacionalidades es el abogado funcionario de la Contraloría, quienes adelantan la investigación sostienen que el "genio" de las artes gráficas es su socio Mogollón. Este cuenta con una experiencia de cerca de 35 años en el oficio de la impresión y tiene un prontuario de 15 años de vida delictiva en el cual figuran varias entradas a la cárcel, incluyendo una por homicido. La última se registra justamente con Pedro Julio Otero, acusados por falsedad de dólares y documentos públicos.
Dos pícaros con suerte
El 17 de mayo de 1979 Otero y Mogollón fueron detenidos y llevados a juicio luego de hallarles cerca de un millón de dólares y algunos títulos valores falsos, además de la imprenta que utilizaban para hacerlos. Otero contrató un abogado, pero fue él mismo quien preparó la defensa. Poco tiempo después quedaron en libertad. El caso se hizo famoso, porque el abogado logró demostrar que la impresión de billetes extranjeros era el hobby de Mogollón y que la cantidad de dólares que habían encontrado eran la base de una propaganda que se iba a realizar imprimiendo un slogan sobre los billetes. La defensa fue calificada como brillante y durante algún tiempo recorrió las aulas de las facultades de Derecho como ejemplo de habilidad para encontrar recursos defensivos.
Otero y Mogollón se encuentran actualmente detenidos en la cárcel Modelo en las mismas circunstancias que hace 5 años y, ante las confesiones que han hecho de que el dinero que estaban falsificando iba destinado al grupo guerrillero del Perú, "Sendero Luminoso", algunos Piensan que se trata de un nuevo ardid para burlar nuevamente la justicia. Otero parece estar muy seguro de ésto. Cuando los reporteros gráficos intentaban fotografiarlo en las dependencias del F-2, asumió una actitud cínica y se dedicó a posar para los camarógrafos, al tiempo que afirmaba que "saldría de ésto muy pronto". Un agente secreto que se encontraba en ese momento dijo: "ese tipo vuelve a salir, es un vivo y es muy de buenas".
La otra cara
Antes de ser atrapado, Otero combinaba hábilmente su actividad delictiva con el ejercicio profesional. Quienes lo conocen en el ministerio de Gobierno afirman que se trata de una persona muy capaz y de un alto grado de responsabilidad en su cargo. Una persona con sentido del humor y capacidad para el liderazgo. Se ganaba todos los campeonatos internos de ping-pong, que orquestaba con grandes apuestas. Siempre invitaba y en algunas ocasiones se jactaba de tener mucho dinero. Cuando se refería a su profesión decia: "soy el mejor tinterillo de Colombia. La diferencia es que mientras unos prefieren el tintero, yo prefiero la tinta". No era raro escucharlo haciendo bromas sobre la hechura de dinero y cuando pagaba con un billete nuevo decía "lo acabé de hacer", frase que para sus interlocutores no era más que otra prueba de su buen humor.
Su afición por la moneda extranjera se manifestaba entre otras cosas, porque cada vez que viajaba les traía billetes de los países que visitaba a sus amigos. Uno de ellos interrogado al respecto dijo: "doy gracias de no haberle cojido la caña cuando me dijo hace dos meses "oiga hermano, renuncie y nos vamos a hacer plata".--