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La tormenta económica que acompaña a los desastres naturales en EE. UU.

Ante las catástrofes más costosas en la historia de Estados Unidos, la situación fiscal y económica se complica. Trump, en el ojo del huracán.

16 de septiembre de 2017

La temporada de huracanes de este año ha sido una de las más devastadoras y será una de las más costosas en la historia de Estados Unidos, por lo que tendrá fuertes repercusiones económicas y hasta políticas. Y no solo por la estela de muertos, heridos y damnificados dejados por Harvey e Irma –es la primera vez que dos huracanes de categoría 4 aparecen en un mismo año–, sino porque llegan en el peor momento.

Aún antes de los desastres, el debate en torno a limitar el techo de su elevada deuda externa, los aumentos de tasas de interés hechos por la Reserva Federal, la tensión militar con Corea del Norte, junto con la incapacidad de la administración Trump para sacar adelante sus reformas, entre otros factores, venían conformando una verdadera tormenta en materia económica que debilitaba el dólar y ponía cada vez más dudas sobre el futuro económico.

Más economistas advertían sobre el fin del actual ciclo de crecimiento de Estados Unidos, que ya completa ocho años y medio, el tercero más largo en su historia, y el riesgo de burbujas en sus mercados accionarios y de deuda.

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Los impactos de los huracanes amenazan con dar la puntada final. Y si bien las maniobras políticas de Trump le han permitido ganar tiempo, muchos analistas consideran que el manejo que ha dado a estos eventos le quitan margen de maniobra hacia futuro y solo ha logrado postergar el problema, pues la tormenta económica y fiscal no ha terminado.

Las estimaciones actuales de Moody’s Analytics indican que Harvey, que arrasó el estado de Texas, podría tener costos económicos por encima los 150.000 millones de dólares, mientras que los daños que causó Irma en Florida podrían costar más de 50.000 millones de dólares (por debajo de lo previsto inicialmente). Para Credicorp Capital, es claro que el impacto de ambos eventos supera catástrofes como el huracán Katrina en 2005, que costó 130.000 millones y el huracán Sandy en 2012, que arrojó pérdidas por 81.000 millones.

Pero las tormentas no solo destruyeron miles de viviendas, autos e infraestructura, sino que inundaron zonas claves como Houston, el corazón petrolero de Estados Unidos, y Florida, el tercer estado más habitado y uno de sus mayores centros de turismo y de producción de alimentos. Por eso las catástrofes tuvieron un impacto significativo sobre el empleo y la inflación ante el aumento del precio de la gasolina -en más de un 13 por ciento- y algunos productos agrícolas.

Con todo esto, los analistas calculan que los daños causados por ambas tormentas reducirán el crecimiento económico de Estados Unidos para el tercer trimestre del año entre medio punto y un punto porcentual. Esto significa que la economía crecerá este año menos del 2,5 por ciento esperado por el mercado.

Sin embargo, analistas como los de Goldman Sachs consideran que al igual que ha ocurrido con catástrofes anteriores, las labores de reconstrucción podrían incentivar la economía en los meses siguientes y el año próximo, dado que impulsarán la demanda de materiales de construcción, la compra de vehículos y electrodomésticos para reemplazar los perdidos y generarán un mayor empleo por lo que al final “el impacto económico a largo plazo terminaría siendo nulo”.

Obviamente, eso sucederá si el gobierno maneja bien las labores de reconstrucción. La reacción y el buen manejo que Barack Obama le dio al huracán Sandy contribuyeron a su reelección, en contraste con la precaria respuesta de Bush ante Katrina, que dejó cerca de 1.000 personas muertas en Nueva Orleans, lo que marcó su lánguida presidencia.

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Trump lo sabe y por eso ha maniobrado rápidamente para manejar la tragedia. Sin embargo, no la tendrá fácil y sus decisiones iniciales podrían costarle a futuro, dados los grandes problemas fiscales que enfrenta hoy Estados Unidos. En efecto, en una inesperada alianza con la oposición, Trump logró que el Congreso de Estados Unidos le aprobara un paquete de ayuda de 7.850 millones de dólares para atender los daños causados por Harvey y otros 15.000 millones de dólares para Irma, junto con una autorización para incrementar el techo de endeudamiento y el presupuesto que tendrá a su disposición durante los próximos meses. “El mayor programa de ayuda en la historia de Estados Unidos”, como ha dicho el mismo Trump al intentar anotarse una victoria.

Sin embargo, el trato con los demócratas es temporal y deberán discutir nuevamente a mediados de diciembre el aumento del tope de endeudamiento y el plan de financiamiento del gobierno. Los republicanos querían una extensión más amplia y una solución de más largo plazo, por lo que han criticado fuertemente el actuar cortoplacista de Trump, y que hubiera tomado partido a favor de la oposición.

Según Richard Turnill, responsable global de Estrategias de Inversión de BlackRock, el mandatario evitó por ahora una crisis relacionada con el tope de endeudamiento, pero abrió las puertas para un precipicio fiscal hacia fin de año.

Esto significa que los huracanes le permitieron, paradójicamente, a Trump ganar algún tiempo, pero la verdadera tormenta económica no ha cesado. Es muy probable que sin la presión de los desastres, los próximos debates en torno al presupuesto del próximo año y la elevación del techo de la deuda se tornen más complejos y difíciles.

De no ser aprobado el presupuesto de 2018, la administración Trump se vería enfrentada a trabajar con el mismo monto y distribución que tiene el presupuesto de este año, algo manejable en términos económicos, pero que sería una nueva derrota política para el gobierno.

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Los problemas más serios están en no lograr una elevación del techo de la deuda – actualmente en el 106 por ciento del PIB–, lo cual pondría en riesgo la calificación crediticia de la Nación, un evento con efectos insospechados sobre los mercados financieros del mundo entero.

Algo similar no se registra desde 2013, cuando Fitch puso en negativo el outlook de la deuda soberana (aunque mantuvo el nivel de AAA); o cuando en 2011 S&P revisó a la baja la calificación a niveles de AA+ (niveles que aún mantiene), afirma Turnill.

Sin duda, muchos asocian ese problema solo con los países en desarrollo, pero recuerdan que, hoy por hoy, Estados Unidos es la economía con la deuda externa más grande del mundo (en términos nominales). La deuda pública de Estados Unidos supera los 14 billones de dólares.

Ante este panorama es claro que también se podría complicar la reforma tributaria, esto es, las fuertes reducciones de impuestos que prometió Trump durante su campaña, lo que disminuiría las perspectivas de crecimiento a largo plazo de la economía norteamericana ante la incapacidad del mandatario de sacar adelante sus promesas.

Por esto, si bien los efectos sobre la economía y el mundo han resultado moderados hasta el momento, todo dependerá del manejo que le de Trump no solo a las labores de reconstrucción, sino a las discusiones en materia fiscal donde está el verdadero ojo del huracán de la economía más grande del mundo.

¿Y el Caribe?

Barbuda, San Martín y San Bartolomé fueron las más afectadas, por el número de muertos y porque la devastación de casas y grandes hoteles fue mayor. En el Caribe el impacto de los huracanes es más dramático, pues no cuentan con recursos de corto plazo para acometer las labores de emergencia y además los huracanes acabaron con su principal -y prácticamente única- fuente de ingresos para emprender la reconstrucción, el turismo. Esto ha traído problemas de inseguridad, saqueos y robos debido a que la gente busca acceder a agua potable y comida. La violencia se acrecienta, pues los gobiernos no han podido restablecer en muchas zonas servicios públicos como la electricidad y las telecomunicaciones. Se espera que Reino Unido, Francia y Países Bajos, que conservan la soberanía sobre algunas de estas islas, sigan aumentando su respuesta y ayuda.